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En colaboración conCAF

CAF y Fundación Carolina apuestan por formar a quienes construirán las instituciones del futuro

En un contexto marcado por el avance de la desconfianza democrática, lanzan un programa de formación de 400 jóvenes de 17 países para fortalecer las instituciones

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A casi un año del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y en un contexto de instituciones cuestionadas, democracias debilitadas y sociedades cada vez más polarizadas, CAF- Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe y la Fundación Carolina apuestan por mirar hacia los jóvenes que ya ocupan cargos públicos y que, en pocos años, podrían estar sentados en las mesas donde se negocien acuerdos regionales, cumbres del G20 o tratados comerciales.

Ese es el espíritu del Programa sobre Valores e Instituciones Democráticas, una apuesta formativa que ha reunido a 400 jóvenes de 17 países, seleccionados entre miles de postulantes, para fortalecer capacidades técnicas y construir comunidad entre futuros tomadores de decisiONES. Uno de sus impulsores es Cristian Asinelli (Buenos Aires, Argentina, 50 años), vicepresidente corporativo de Programación Estratégica de CAF, y quien está convencido de que el desarrollo no se juega solo con carreteras y energía, sino con algo más frágil y ambicioso: la infraestructura institucional. “El core de nuestra actividad es financiar infraestructuras físicas”, dice. “Pero sin instituciones sólidas, sin capacidades estatales, sin funcionarios formados, nada funciona”.

Esta es la segunda etapa de Asinelli en el banco de desarrollo, institución a la que volvió tras haber dirigido, entre 2014 y 2017, los programas de desarrollo institucional. Entonces ya existían dos iniciativas emblemáticas, una para funcionarios que trabajaban en alcaldías y gobiernos locales, y otra para líderes sociales con fuerte arraigo en sus comunidades, pero pocas oportunidades formales de capacitación.

El salto llegó con el tiempo. Hoy, CAF suma casi 60.000 graduados en liderazgo, gobernabilidad y formación de jóvenes. El más reciente es Generación L: líderes marcando la diferencia, con una fase virtual y otra presencial. Con Fundación Carolina, la relación no es nueva. Hace diez años acompañaron a 25 jóvenes latinoamericanos a una estancia formativa en España. Pero esta vez quisieron ir más lejos: hacerlo masivo, intergeneracional, híbrido y con una lógica de comunidad. “La pandemia ayudó, admite Asinelli, en entrevista con América Futura. ”Antes, la gente quería todo presencial. Hoy, las herramientas virtuales están normalizadas y eso nos permitió ampliar alcance sin perder calidad”.

Los 400 jóvenes seleccionados que forman parte de este programa comparten algo: vocación por lo público. “Son personas muy comprometidas —explica Asinelli—, jóvenes ya ocupando cargos en alcaldías, ministerios o áreas estratégicas de gobiernos. Y cuidamos tres criterios: paridad de género, diversidad geográfica y representación de los países miembros”.

La confianza como “capital político”

La construcción de redes es fundamental para los bancos de desarrollo porque crear espacios de diálogo entre personas con vocación pública de distintos países también genera capital social. El resultado de esta colaboración es un mosaico diverso que reúne a funcionarios de Centroamérica, líderes de los Andes, activistas de México, periodistas y perfiles técnicos de Colombia, Argentina o Brasil. Una generación que el vicepresidente de Programación Estratégica de CAF imagina reencontrándose en unos años en cumbres regionales, negociaciones bilaterales o espacios multilaterales. “Quizás hoy no lo ves, pero dentro de cuatro o cinco años estas personas podrían estar juntas en una cumbre del G20 o de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y ya se conocerán. Eso genera confianza, y la confianza es capital político”.

Sin embargo, este entusiasmo convive con el creciente desapego de las nuevas generaciones hacia las instituciones democráticas. Los datos respaldan este fenómeno. Según el Latinobarómetro, hace 15 años, la democracia superaba el 65% de aprobación, hoy ronda el 48%. Entre jóvenes, la indiferencia crece aún más. “Hay una generación que no vivió golpes militares ni grandes crisis. No tienen memoria de lo que significa perder la democracia. Y cuando desde arriba les dicen que la democracia es el mejor sistema, ellos responden: ‘Sí, pero no consigo trabajo, no tengo vivienda, los servicios públicos no funcionan’”. Por eso, insiste, la capacitación debe ocurrir entre pares. No como discurso vertical, sino como diálogo horizontal.

Los países latinoamericanos, afirma Asinelli, enfrentan un desafío doble: resolver urgencias a corto plazo, como el endeudamiento postpandemia, deterioro económico, desigualdad y, al mismo tiempo, planificar proyectos estratégicos de largo plazo que transformen la región: rutas bioceánicas, redes ferroviarias, integración energética o sistemas portuarios modernos. “Hacer una ruta que conecte Pacífico y Atlántico no toma un año”, explica. “Y muchos gobiernos, atrapados en urgencias, no pueden mirar a largo plazo”. Ahí entran los bancos de desarrollo. “Nuestra tarea es pensar en grande mientras los gobiernos resuelven lo urgente”.

Para Asinelli, la integración y la voluntad política son cuestiones clave para competir en un mundo donde los bloques pesan más que los países. Europa y Asia lo han demostrado. América Latina, en cambio, comercia más con países lejanos que entre sí, pese a tener recursos naturales necesarios, talento y estabilidad relativa. “¿Qué sentido tiene que Brasil importe gas licuado de ultramar si podría recibirlo por gasoducto desde Argentina? ¿O que llevar soja desde el norte argentino al puerto de Buenos Aires sea más caro que exportarla a Asia?”. La falta de trenes, rutas estratégicas y coordinación interestatal convierte ventajas en obstáculos. Integrarse crearía acciones concretas como abaratar costos, generar empleo, reducir migración forzada y mejorar competitividad.

Pero una pregunta inevitable es cómo impedir que programas como el desarrollado por CAF y Fundación Carolina favorezcan solo a élites ya conectadas. La respuesta de Asinelli es la generación de “comunidades de práctica”: espacios de continuidad donde conviven funcionarios, líderes de base, especialistas y jóvenes de contextos distintos. “Nosotros ponemos la herramienta y la semilla. Depende de ellos regarla. Pero siempre buscamos que convivan quienes jamás se habrían cruzado en su vida profesional”.

Cuando se le pregunta qué le preocupa del futuro democrático de la región, su respuesta es inmediata: “Que los Estados no puedan ofrecer los bienes públicos que la gente necesita. Cuando el acceso a salud, seguridad, vivienda o educación falla, la desconfianza crece. Y sin confianza, las democracias se debilitan”.

En un contexto global marcado por las tensiones, América Latina y el Caribe se juegan buena parte de su futuro en su capacidad de integrarse. Y para Christian Asinelli, el punto de partida está en fortalecer a quienes pronto estarán tomando decisiones. “Los jóvenes son el motor de cambio. Si queremos una región más integrada, más democrática y más justa, tenemos que preparar a quienes van a liderarla”.

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