Carol Gilligan: “Si te importa el planeta, no puedes quemar combustibles fósiles”
La psicóloga estadounidense, pionera de la ética del cuidado, reflexiona sobre la necesidad de un nuevo lenguaje ambiental
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En 2018, una adolescente con trenzas y rostro serio se sentó frente al Parlamento sueco con un cartel escrito a mano: Skolstrejk för klimatet (huelga escolar por el clima). Tenía casi 16 años y un propósito claro: exigir a su Gobierno la reducción de emisiones de carbono. Al principio, pocos transeúntes se detenían a mirarla. Luego, otros estudiantes se sumaron a su protesta. Con el tiempo, Greta Thunberg inspiró un movimiento global de millones de jóvenes que se tomaron las calles exigiendo acciones urgentes contra el cambio climático. Fue elegida Persona del Año por Time y nominada al Premio Nobel de la Paz. A más de seis mil kilómetros de distancia, en la ciudad de Nueva York, la psicóloga estadounidense Carol Gilligan, de 88 años, recuerda la escena. Es un día de nieve y, desde su apartamento frente a Washington Square, donde recibe a América Futura, repasa la imagen de aquella adolescente en el suelo con su pancarta. “¿Por qué su voz tuvo tal efecto?”, se pregunta. La académica, primera profesora de estudios de género en la Universidad de Harvard y hoy a cargo de la cátedra Escuchar en la Universidad de Nueva York, donde enseña escucha para la indagación psicológica, tiene una respuesta: “Porque era una voz humana, una voz que está en todos nosotros. Resonó porque cortó la negación y la confusión. La gente agradecía, y ella respondía: “No me agradezcan, hagan algo. Mi generación va a pagar por esto. Están matando mis sueños”.
Gilligan sabe de voces que rompen silencios. Recientemente, publicó In a Human Voice (En Una Voz Humana), una versión actualizada de In a Different Voice (En Una Voz Diferente), que catapultó su carrera en 1982 y que Harvard University Press describió como el “librito que inició una revolución”. Cuatro décadas atrás, analizó cómo un grupo de mujeres razonaba ante un conflicto, observando su tendencia a priorizar los vínculos, la responsabilidad hacia el otro y el cuidado, distinta del enfoque en los derechos individuales que se había encontrado entre hombres. En Una Voz Humana, Gilligan habla de la voz de Thunberg, pero también de la de Darnella Frazier, la joven de 17 años que grabó con su teléfono móvil el asesinato de George Floyd en Minneapolis y dio un vuelco a la lucha racial en Estados Unidos.
“Al periodista que le preguntó por qué lo había filmado, la joven le explicó que no estaba bien, que estaba sufriendo, tenía dolor y el mundo necesitaba ver lo que ella estaba viendo”, relata la psicóloga en su libro. “Y debido a que lo filmó, un policía blanco fue condenado por asesinar a un hombre negro. Su grabación fue la prueba que resultó crucial en el juicio”, relata Gilligan en su libro, en el que se pregunta por qué ellas, dos adolescentes (Thunberg y Frazier), y no todos los demás, reaccionaron con la misma urgencia.
En los años setenta, Gilligan desafió los cimientos de la psicología y la filosofía moral con su teoría de la “ética del cuidado”, una corriente de pensamiento que puso por primera vez énfasis en la empatía y la interdependencia como valores fundamentales, a la par de la justicia. “Cuando escribí En Una Voz Diferente, la ética del cuidado se percibía como una ética femenina”, explica Gilligan. “Se asociaba con las mujeres, lo cual no era un accidente porque, de hecho, en todo el mundo, nosotras hacemos la mayor parte del trabajo de cuidado”. Sin embargo, con el tiempo, su perspectiva evolucionó. Hoy sabe que la ética del cuidado trasciende el género y se manifiesta a lo largo de generaciones. “Me di cuenta de que la ética del cuidado es una ética humana. Es cierto que las mujeres, y en particular las de color, a menudo hacen gran parte del trabajo de cuidado en este mundo. Sin embargo, la capacidad de cuidar y la necesidad de cuidado son necesidades humanas”.
Pregunta. Si el cuidado es una necesidad humana, ¿por qué la historia está tan llena de violencia y destrucción? ¿Qué nos impide abrazar nuestra capacidad innata de cuidar?
Respuesta. Venimos a este mundo con la capacidad de empatía y cooperación, que son los requisitos para la comprensión mutua y el cuidado. Nacemos con una voz, con la capacidad de comunicar nuestra experiencia y con el deseo de vivir no solos, sino en relación con otros. Existe un creciente consenso en las ciencias humanas sobre que, como humanos, somos seres inherentemente relacionales y receptivos, y que esta capacidad de cuidar fue parte integral de nuestra supervivencia como especie. Pero si un niño es tratado descuidadamente o sometido a un trauma, entonces la capacidad de cuidar se marchita. El niño también se vuelve descuidado, consigo mismo y con los demás.
P. En un mundo que valora la productividad y la competencia, ¿qué lugar tiene el cuidado en nuestras sociedades y economías hoy?
R. Ningún ser humano puede sobrevivir sin ser cuidado, y lo mismo ocurre con nuestro planeta: si no empezamos a cuidarlo, no tendremos un lugar donde vivir. Con el cambio climático, esta realidad se ha vuelto aún más urgente. Aquí, en Estados Unidos, el Cirujano General (Vivek H. Murthy) anunció este año que la mayor amenaza para la salud es, en esencia, la falta de relaciones, lo que significa no sentirse cuidado o no cuidar a alguien. El cuidado ha pasado de estar en los márgenes, visto como parte del hogar o un trabajo asociado a las mujeres, a ocupar un lugar central. Si no empezamos a cuidar de nosotros mismos y de los demás, lo que está en juego es nuestra propia supervivencia.
P. ¿Cómo podemos integrar la ética del cuidado en las políticas ambientales y en la lucha contra la crisis climática?
R. Me pregunto si no deberíamos dar mayor protagonismo al lenguaje del cuidado. Hablamos de crisis climática y calentamiento global, pero ¿y si formuláramos la pregunta de otro modo?: ¿Te importa este planeta? Porque si te importa, no puedes seguir quemando combustibles fósiles. Lo opuesto a cuidar es descuidar, y deberíamos reflexionar sobre el precio de la indiferencia. ¿Cuál es el costo de ser negligentes con las personas, con nosotros mismos, con nuestro planeta? Sabemos que ese precio es enorme. Y luego preguntarnos: ¿cómo hemos sido descuidados con nuestro clima?
P. Un término común entre ambientalistas es el duelo ecológico para describir el impacto emocional de presenciar la destrucción ambiental. ¿Está relacionado este dolor con la ética del cuidado?
R. El duelo está ligado a la pérdida y a la capacidad de reconocer lo que hemos perdido. La pregunta que sigue es: ¿cómo llegamos a esto? Creo que la respuesta radica en nuestra falta de cuidado. Debemos ser más cuidadosos. Hoy entendemos con claridad el costo de la negligencia; lo vemos en nuestras propias vidas. Si no cuidas a un hijo, el niño sufre. Lo mismo ocurre con nuestro planeta.
P. ¿Cómo es posible ser optimista sobre el cuidado hoy, con todo lo que sabemos que está sucediendo?
R. El optimismo surge de la comprensión de que tenemos dentro de nosotros el potencial de reparar las rupturas actuales en las relaciones y de sanarnos a nosotros mismos y a nuestro planeta. Y también tenemos una mejor comprensión de lo que se interpone en nuestro camino. En mi libro, escribo que la voz humana es una voz de resistencia y que la ética del cuidado es una ética de liberación y una guía para prevenir el daño moral.