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América Latina y el Caribe, líder en biodiversidad global desde las personas

CAF está apoyando al Gobierno de Colombia para asegurar el éxito de la COP16 de biodiversidad de Cali, incluyendo favorecer la presencia de las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes

La selva amazónica en Leticia, Colombia, el 01 de abril de 2023.Anadolu (Getty Images)

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La biodiversidad describe la amplia variedad de seres vivos que habitamos la Tierra, resultado de miles de millones de años de evolución. Comprende desde los ecosistemas naturales hasta las diferencias genéticas dentro de cada especie, cuyas interacciones con el entorno fundamentan el sustento de la vida.

Pese a su importancia para el progreso humano y al creciente interés internacional, desde la Cumbre de Rio en 1992, la biodiversidad no se ha contemplado como un bien global del medio ambiente, lo que ha llevado a su disminución galopante. Solo en el caso de los vertebrados, la pérdida habría alcanzado el 69% en los últimos 50 años debido principalmente a la destrucción del hábitat por la agricultura o la deforestación, todo ello acelerado por el cambio climático. Esta falta de atención a la biodiversidad ha motivado que los compromisos asumidos por los países, el desarrollo tecnológico y la movilización de los recursos públicos y privados hayan sido muy inferiores a los destinados, por ejemplo, a la lucha contra el cambio climático.

¿Cómo es posible que la humanidad no tome medidas urgentes para evitar la pérdida de biodiversidad? La respuesta a esta pregunta es doble: en primer lugar, por las dificultades que existen para calcular la trascendencia de la biodiversidad y entender su papel en nuestra supervivencia al aportarnos alimentos, agua, aire, regulación climática, protección, identidad y bienestar espiritual. A pesar de la abundante investigación científica, no se reconoce el valor económico de la biodiversidad, hecho que no permite identificar con claridad las necesidades de inversión ni, por tanto, movilizar los recursos financieros requeridos.

En segundo lugar, el relativo desinterés de las instituciones internacionales, principalmente las financieras, puede explicarse por el hecho de que la mayor parte de la biodiversidad está en países en desarrollo y en territorios de comunidades indígenas, cuya voz en los foros internacionales no ha ocupado hasta ahora el lugar que merece.

En América Latina y el Caribe, por ejemplo, las comunidades indígenas salvaguardan el 80% de la biodiversidad del mundo y el 36% de los bosques intactos que quedan se encuentran en sus territorios. La región tiene seis de los países más megadiversos del mundo, 11 de los 14 biomas de la Tierra y el hábitat con mayor biodiversidad del mundo; la selva amazónica, que acoge el 40% de la biodiversidad global, con una alarmante pérdida superior al 90% desde 1970. Estos datos marcan la necesidad de un nuevo liderazgo para abordar el problema de pérdida de biodiversidad, uno que tome en cuenta a las personas y comunidades cuya supervivencia inmediata depende de ella y que atesoran el conocimiento necesario para protegerla y regenerarla.

Afortunadamente, en los últimos años se están produciendo hitos importantes que van en la dirección adecuada. En primer lugar, en diciembre de 2022, la COP15 aprobó el Marco Global de Biodiversidad que estableció cuatro objetivos a 2050 vinculados a los ecosistemas, el uso sostenible de la biodiversidad, la distribución equitativa de los recursos genéticos y la financiación. Además, identificó 23 metas para adoptar medidas urgentes antes de 2030, Destacando la restauración del 30% de los ecosistemas degradados, la conservación del 30% de las tierras, aguas continentales y marinas, reducir la reducción de las subvenciones perjudiciales para la diversidad biológica antes de 2025 y la movilización de al menos 200.000 millones de dólares de los países desarrollados para 2030. También se aprobó un nuevo fondo que ya ha recibido contribuciones de varios países, entre ellos España.

Otro hito fundamental fue la Cumbre Amazónica de 2023 en Brasil, en la que los ocho países de la cuenca amazónica adoptaron un acuerdo para combatir la minería y la tala ilegales, y se definió el papel clave de los bancos de desarrollo.

En 2024, Brasil y Colombia, los dos países más megadiversos de Sudamérica, son protagonistas de la biodiversidad. El primero ostenta la presidencia del G20, en cuya agenda la bioeconomía ocupa un lugar destacado, preparando el camino para la COP 30 de cambio climático. Y Colombia albergará en octubre la COP16 de Biodiversidad en Cali.

Desde CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, estamos acompañando estos procesos, movilizando nuevos recursos financieros y dando relevancia económica al enfoque ecosistémico que propone el manejo integrado de la tierra, el agua y los recursos vivientes, reconociendo que los seres humanos son parte esencial de los ecosistemas. Este enfoque contempla los ecosistemas como instancias clave para la integración regional, reforzando la visión de América Latina y el Caribe como una región de soluciones.

También estamos apoyando al Gobierno de Colombia para asegurar el éxito de la COP16 de Cali, favoreciendo la presencia de las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes, que son las mejores posicionadas para diseñar acciones que conduzcan a la regeneración de los ecosistemas de forma coherente con el contexto social y ambiental.

Además, estamos promoviendo la presencia de científicos y representantes de las instituciones financieras internacionales, con el objetivo de aportar una nueva visión con voz de América Latina y el Caribe a los retos de la biodiversidad. CAF contará en la COP16 con un pabellón abierto a todos los países de la región, que será un lugar de diálogo y visibilidad, donde se presentarán iniciativas innovadoras en ecosistemas como los manglares, la Amazonia, el Caribe, el Chocó biogeográfico, la Patagonia y las Galápagos. Igualmente, dispondrá de espacios en la zona habilitada en Cali para el encuentro con la sociedad civil y los agentes sociales.


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