El huracán Beryl cree que estamos en septiembre
Los indicadores de mayo y junio son “extremadamente atípicos” en esta temporada y el calentamiento global tiene mucho que ver. Estudios sugieren que los próximos ciclones tropicales serán más intensos que años anteriores
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
Los científicos son de los pocos que no se han sorprendido con la intensidad y la precocidad del huracán Beryl. Esta tormenta se convirtió en huracán el 30 de junio; 42 días antes que el promedio de años anteriores, y alcanzó la máxima categoría de la escala Saffir-Simpson en menos de 45 horas. Se convierte así en el primer huracán de la temporada atlántica de 2024 y el que más rápidamente llega a la categoría cinco del último siglo. Kerry Emanuel, meteorólogo y profesor emérito de Ciencias Atmosféricas del Massachusetts Institute of Technology (MIT) es uno de los expertos a los que la situación no pilla por sorpresa ya que lleva décadas augurando un aumento en la sevicia de estos eventos climáticos como consecuencia del calentamiento global. Para el estadounidense, Beryl es el anticipo de lo que viene: “Esto confirma que las predicciones que hicimos hace años son correctas”.
Hace décadas que la comunidad científica ha correlacionado el aumento de la temperatura del mar con más y más intensos huracanes. Para que estos se produzcan, la temperatura oceánica tiene que llegar a los 26°, una cifra que alcanzó el Atlántico en mayo y que normalmente solo era perceptible a partir de septiembre. El fenómeno de la Niña y las emisiones de CO2 y aerosoles (inducidos por el ser humano) son los principales culpables de que Beryl crea que estamos en septiembre. “Estamos presenciando un momento extremadamente atípico”, narra Rodney Martínez, representante de Organización Meteorológica Mundial (OMM) para Norteamérica, Centroamérica y el Caribe. Unicef alerta que más de 3 millones de menores están en riesgo por el paso del huracán.
Recientemente, las predicciones de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) vislumbraron una temporada de ciclones tropicales que estaría “por encima de lo normal”. La entidad espera que se generen entre 17 y 25 tormentas con la suficiente potencia como para ser nombradas, de las cuales entre 8 y 13 podrían convertirse en huracanes y, entre 4 y 7 podrían ser de los considerados mayores.
Es decir, superarán la categoría 3, con vientos de hasta 209 kilómetros por hora y olas de 3,6 metros de altura. De cumplirse este pronóstico, estaríamos hablando de casi el doble de huracanes del promedio de años anteriores.
Rodney Martínez lamenta que el pronóstico pueda cumplirse. “Esto no tiene precedentes. La calidez del mar lleva rompiendo récords desde hace 14 meses”, explica por teléfono. La tendencia ahora, cuenta, es que estos valores continúen. “Ya vimos lo que pasó con Otis y estamos viendo algo incluso más intenso ahora. No parece que se vaya a revertir la situación”.
Aunque algunos científicos -y sobre todo políticos- son más cautelosos al señalar directamente al cambio climático como responsable, tanto Emanuel como Martínez son tajantes. “Es un problema del presente, no del futuro”, dice el investigador del MIT. Ellos no son los únicos. Un estudio de octubre de 2022 achaca el 10% de la lluvia que dejó ‘Ian’ en Florida a la crisis climática. Y la propia OMM, perteneciente a Naciones Unidas, reconoció que el calentamiento global llevará a un incremento en la proporción de huracanes más potentes. “La ciencia climática es cada vez más capaz de mostrar que muchos de estos eventos extremos que estamos sufriendo son cada vez más comunes y más intensos debido al calentamiento inducido por el hombre”, dijo a mediados de 2022 el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
A pesar de que la crisis climática afecta a todo el planeta, no lo hace por igual. El Atlántico suele calentarse con más facilidad. Si bien esta diferencia apenas roza el grado, las afectaciones son enormes ya que el viento y la temperatura del mar son los motores de los huracanes. Es por ello que en esta temporada de transición entre el fenómeno del Niño y la Niña, en la que se reducen los vientos de gran altitud, nadie inhibe este tipo de temporales. “Se están dando todos los ingredientes para que aumente la intensidad”, explica Martínez.
Árboles caídos, calles inundadas, techos arrancados, coches flotando y barcas completamente aplastadas. Estas son algunas de las imágenes que deja a su paso el huracán que, por primera vez ha impactado con esta intensidad a pequeñas islas del Caribe y ha dejado al menos nueve muertos. “Sabemos que estos eventos dejan sin apenas capacidad de respuesta a las islas que no tenían experiencia con estas intensidades”, dice Martínez.
El huracán Beryl avanzaba el miércoles hacia Jamaica como una poderosa tormenta de ahora categoría 4 y vientos de más de 300 kilómetros por hora. La Oficina NOAA emitió este martes una lista de mensajes clave en el que recomiendan seguir de cerca las instrucciones de las autoridades locales para una posible evacuación en la isla. “Se esperan inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra por fuertes lluvias que amenazan la vida sobre gran parte de Jamaica y el sur de Haití”, dice el comunicado. El Gobierno de Jamaica se está preparando para lo peor y ya cuenta con más de 870 refugios activados y servicios de emergencia listos para responder a pesar de que puede que el ciclón no llegue a tierra, según el último pronóstico del Centro Nacional de Huracanes (NHC).
Esto se explica porque lo que verdaderamente afecta tanto a las comunidades como a los ciudadanos son las marejadas, las inundaciones y los vientos. Solo dos huracanes han tocado tierra en Jamaica en los últimos 40 años: Sandy en 2012 y Gilbert en 1988. Ningún huracán tan fuerte como Beryl se ha acercado siquiera a las costas de Jamaica desde que Dean -de categoría 4- pasó en el sur del país en 2007.
Avanzar en sistemas de alerta temprana
El aumento de la intensidad y la incapacidad de pronosticar con más de tres o cuatro días de antelación dificultan mucho la tarea de preparar a la población y de hacer llegar las alertas de evacuación. Las brechas digitales (que mantienen sin internet a más del 60% de la ruralidad latinoamericana) y el complejo acceso a ciertos territorios hacen que los sistemas de alerta temprana no siempre lleguen. Es por ello que tanto NOAA como OMM están trabajando en nuevos modelos de pronóstico que ayudarán a valorar la probabilidad de intensificación rápida y en sistemas más inclusivos de aviso, respectivamente. “Se han hecho muchísimos avances, pero todavía no estamos llegando hasta la última milla del territorio”, lamenta Martínez. Los avances son urgentes en esta, la región del mundo más propensa a los desastres. Cerca de 1,9 millones de latinoamericanos -incluyendo a medio millón de niños- han sido afectados por uno sólo en la zona del Caribe.
Las principales recomendaciones de los organismos son similares: cargar bien los celulares, cobijarse en un lugar seguro distanciado de las costas, guardar botellas de agua cercanas y estar muy pendientes a la información de las autoridades locales. Aunque haya ciudadanos familiarizados con estos ciclones, se pide que “no subestimemos la situación”.
Emanuel aprovecha el momento de presión mediática para recordar que no es un problema de mañana, sino de hoy, y para abrir la conversación sobre migración climática: “Se ha puesto de moda vivir en las costas y los Gobiernos prácticamente lo están subsidiando. Reubicar a todas las poblaciones que se vean expuestas a este tipo de circunstancias va a costar una fortuna. Garantizar ese derecho es lo que verdaderamente me preocupa”.