La ‘chica del plástico’, la argentina que da una segunda vida a los residuos
Josefina Díaz Barbieri recicla y promueve la educación ambiental a través de su proyecto ‘Mar sin Plast’. Tras casi cuatro años, su taller ya ha recuperado más de 10 toneladas de desechos
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A Josefina Díaz Barbieri (29 años, Mar del Plata, Argentina) todos la conocen como “la chica del plástico”. Licenciada en Gestión Ambiental, se ganó el apodo luego de convocar a su comunidad a que donara sus residuos con el objetivo de transformarlos, darles una “segunda vida” como objetos sustentables y generar educación ambiental a través de su proyecto Mar sin Plast, que busca concientizar sobre los elevados niveles de contaminación. Tras casi cuatro años, en su taller ya ha recuperado más de 10 toneladas de desechos y ahora propone un “cambio cultural” para frenar el consumo de plásticos y reducir las emisiones de carbono.
Lejos de ser una novedad, la contaminación con este material despierta preocupación en todo el mundo. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cada año se producen más de 430 millones de toneladas de plásticos y microplásticos, aunque las alarmas son mayores si se toma en cuenta que de cara los próximos 35 años se podría triplicar la producción. Y peor aún: la gran mayoría son de apenas un solo uso y terminarán en el océano.
Desde luego, las costas del Mar Argentino no son ajenas a una problemática mundial. De acuerdo con el Censo de Basura Costera Marina que llevan adelante organizaciones ambientales en la provincia de Buenos Aires, en el período analizado entre septiembre y octubre de 2022 se hallaron 35.751 residuos, de los cuales un 73,7% son plásticos, los desechos que también son más abundantes en las playas. De ese porcentaje, la mayoría son restos de cigarrillos (26,4%); fragmentos plásticos (17,3%), envoltorios plásticos (13,5%), bolsas (11,7%) y tapas de botellas (5,1%).
“La problemática de los residuos en el mar es global. Una persona que disfruta en la playa de Mar del Plata puede encontrar un residuo plástico de China”, explica Díaz Barbieri en una entrevista con América Futura, y arroja un dato alarmante: “ocho millones de toneladas de residuos plásticos terminan en los océanos al año. Equivale a la carga de un camión de basura que cae al mar por minuto”.
Alertada por los altos niveles de contaminación, la joven gestora ambiental creó junto a sus padres el proyecto Mar sin Plast en 2020, con el objetivo de fomentar el cuidado del ambiente y la recuperación y reciclado de plásticos de un solo uso. En un pequeño taller, fabrican desde macetas hasta pequeños contenedores y recipientes para alimentos de mascotas y relojes, entre otros. “La idea no era fabricar objetos de plástico, sino educar, que la comunidad participe a través del reciclaje y fomentar un consumo más responsable”, dice.
En 2020, durante la cuarentena por la pandemia de la covid-19, comenzó a investigar en plataformas sobre cómo reutilizar los residuos plásticos para transformarlos y darles una “segunda vida”, tal como explica. “Grabé un video, invité a los vecinos a formar parte del proyecto colaborando con plásticos y hubo mucha gente interesada que se empezó a sumar”, recuerda la joven. Allí, entre risas y, como nadie conocía su nombre, la empezaron a apodar “la chica del plástico”.
Plástico, contaminación y una “segunda vida”
Lo que hizo Díaz Barbieri fue un “proceso semi-industrial”, explica. Compró una trituradora y diseñó un pequeño horno para fundir el material en moldes. “Tiene mucha mano de obra y es muy artesanal”, dice. Primero categoriza los plásticos según su tipo y color, luego los tritura y los ubica en moldes que ingresan al horno, donde se funde el plástico. Finalmente, con una prensa hidráulica los comprime y con ese material fabrica los objetos. Con las ventas, obtienen el dinero para sostener el emprendimiento. “La idea es aportar a la economía circular a partir de productos hechos con residuos”, señala.
La joven vivió toda su vida en Mar del Plata, una ciudad de 660.000 habitantes estables que en el verano suma otras 300.000 personas, debido a que se trata de uno de los destinos turísticos más elegidos por los argentinos para vacacionar por sus playas, su clima y su historia. Cada año, millones de turistas arriban en masa y los efectos de la actividad humana en el ecosistema son notorios: hay al menos 32 especies marinas afectadas por la contaminación a través de residuos plásticos, según las organizaciones ambientales que organizaron el censo. “Se naturalizó la presencia de residuos en las playas. Las personas se acostumbraron a sentarse rodeadas de microplásticos o restos de cigarrillos”, lamenta Díaz Barbieri.
La apuesta por la educación ambiental
La educación aparece como un factor clave en un país que muy recientemente le ha comenzado a dar un impulso a las regulaciones. En 2023, el Gobierno anterior, el de Alberto Fernández, envió al Congreso un proyecto de ley de Envases con Inclusión Social, con el objetivo de establecer la responsabilidad extendida de los productores para que financien el tratamiento de sus envases mediante el pago de una tasa. Además, impulsó la reglamentación de una ley de Residuos Sólidos Urbanos para darle mayor volumen a la economía circular. Sin embargo, hasta ahora la nueva gestión del ultraderechista Javier Milei sólo dio señales de recortes, eliminó el Ministerio de Ambiente y mantiene sin actualización los fondos para el área.
Para Díaz Barbieri, el rol del Estado en la construcción de una agenda educativa ambiental es fundamental. “Los resultados no se ven de inmediato y no tiene impacto en el corto plazo, pero sí a mediano o largo”, dice la experta, que brinda charlas en escuelas y recibe a estudiantes y docentes en su taller, donde explica todo el proceso de reciclado y recuperación de plásticos. “Los chicos están muy estimulados, conocen la problemática”, relata, y plantea que uno de los desafíos centrales es que la sociedad forme parte del cambio de hábitos. “Hoy en día es básico separar los residuos en casa. Es elemental, como lavarse los dientes a la mañana. Hay que hacerse cargo de la basura que se genera y tener la responsabilidad de gestionarla de forma correcta. Eso ayuda a que las personas que revuelven en la basura para ganarse la vida, que son un pilar fundamental en la economía circular, puedan tener un trabajo más digno y saludable”, enfatiza.
Meses atrás, la iniciativa que lidera Díaz Barbieri alcanzó las primeras diez toneladas de plásticos recuperados. “Cada día es muy variable la cantidad de material que recibo. Pueden ser seis u ocho bolsas grandes. Es bastante, pero el objetivo no es la cantidad, sino que las personas conecten con el proyecto”, dice. Desde su taller, la chica del plástico reflexiona: “Se podrían poner más puntos de recolección, pero lo más importante es lograr que la gente consuma menos plástico. Es un cambio cultural. Hay que educar y concientizar”.