El plan de las madres cuidadoras qom para que su cultura siga viva
Un grupo de mujeres en el Chaco se ha aliado con una universidad para registrar sus saberes ancestrales y crear recursos didácticos bilingües para niños y futuros maestros. Buscan que la lengua no muera y que los chicos no fracasen en la escuela
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“No tenemos más territorio, pero como grupo de mujeres trabajamos en el rescate cultural y de identidad para hacerles saber a nuestros niños de dónde vienen y hacia dónde van”, dice con énfasis Sonia García, indígena qom de 43 años, en la reserva aborigen de Pampa del Indio, en la provincia argentina del Chaco, un territorio conocido como “corazón indígena”. “Nuestra preocupación es que no se pierda nuestra lengua materna, nuestras costumbres, nuestras creencias”.
En un salón comunitario, y en una calurosa mañana del otoño austral, Sonia está rodeada de su madre Aureliana González, Amancia y Ester Silvestre, algunas de las fundadoras de Madres Cuidadoras de la Cultura Qom o Nate ‘elpi Nsoquiaxanaxanapi, una organización que trabaja desde hace dos décadas en la recuperación y el resguardo de su lengua y de sus saberes ancestrales para que no mueran con ellas.
Sonia no sabe en qué momento se involucró con la cruzada de las madres y abuelas de la comunidad, pero ya de niña sentía atracción por lo que hacían. “Ahora soy parte de ellas; soy afortunada”, piensa la maestra jardinera bilingüe intercultural.
Las mujeres reciben a América Futura en esa sala donde dan clases a estudiantes de nivel superior y exhiben sus artesanías, arcillas, hilados, láminas y etnojuguetes de paño. Está lleno de información valiosa y están deseosas de hablar. En las paredes cuelgan afiches y señales en qom y en español. En un pizarrón se lee No’on ra qarviraxaqui: “Bienvenidos”.
Aureliana González, de 61, explica por qué levantan la bandera de la resistencia cultural mucho tiempo después de la conquista española y de las masacres del siglo XIX: “Aún queda bastante por hacer”.
En Chaco, una de las provincias más pobres del país, viven 30.000 qoms, aunque podrían ser más. Sólo en Pampa del Indio y en los parajes aledaños habitan unas 400 familias de esta etnia que el hombre blanco llamó toba.
Los qom constituyen uno de los colectivos indígenas más numerosos de Argentina. Son 80.124, la mitad que los mapuches y son parte de los 1.306.760 argentinos que se reconocen como aborígenes en el último Censo Nacional de población 2022, que representan el 2,9% de la población del país.
Aureliana es madre de siete hijos, abuela de 23 nietos y una de las 20 pioneras que desde 2003 bucean en sus biografías y raíces, escuchando a sus ancianos, para dejar testimonio escrito de su lengua oral y de los conocimientos ancestrales sobre las prácticas de crianza, las plantas de uso medicinal, la cocina étnica y la educación ambiental.
La intención de recopilar siempre fue la de socializar el conocimiento para llegar a las escuelas que, en muchos casos, ignoran la idiosincrasia qom, lo que provoca fracaso y abandono escolar. Lo mismo ocurre con otras etnias en el país. Según los datos del último censo, sólo dos de cada diez indígenas mayores de 25 años terminan la secundaria en Argentina.
“Es importante que las maestras conozcan. El niño indígena es más sereno, más tranquilo. Muchas veces se confunden y por eso el niño no aprende nada”, sostiene Amancia Silvestre.
En 2007, en alianza con la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), desde las cátedras de Ciencias Naturales y Ciencias Sociales del profesorado y licenciatura de Educación Inicial, las Mujeres Cuidadoras dieron sus primeros pasos detrás del objetivo de transformar esos registros culturales en recursos pedagógicos para las escuelas y en material didáctico para la formación de las futuras maestras de jardín de infantes.
Salvataje cultural
El proceso de salvataje de la cultura se había iniciado en 1985, poco después de la recuperación de la democracia en Argentina. Tres religiosas de la fraternidad católica Nuestra Señora de América, en la línea de la Teología de la Liberación, se acercaron a las mujeres para brindarles capacitación. Les enseñaron a coser, a cocinar, a interpretar la fe a partir de su cosmovisión, de sus símbolos culturales y de su lengua materna.
“Éramos muy religiosas (cristianas), pero no entendíamos muy bien lo que era una religión. Ellas decían: ‘stedes también tienen sus propias creencias’ y decían que la religión vino de otro país, de la cultura blanca que nos dominó. Yo tenía miedo, pero cuando entendí se me abrieron los ojos, y a mis compañeras también”, asegura Aureliana.
Las monjas estimularon la recuperación cultural y empoderaron a la comunidad para la lucha, para reclamar por sus tierras, por educación bilingüe y por la creación de centros de salud.
En su salón, las mujeres comenzaron a cuidar a los hijos de aquellas que trabajaban fuera del hogar y a contar sus cuentos a los niños, a enseñarles sus juegos de la infancia. Así nacieron las Madres Cuidadoras de la Cultura Qom.
Llegaron a las aulas
Cuando las religiosas se retiraron, la UNNE tomó la posta a través de un proyecto de investigación sobre los aportes de la cultura qom a la educación intercultural. “Detectamos la deserción escolar. Los niños y niñas indígenas de Pampa del Indio no podían permanecer en las salitas ni en las aulas porque no hablaban la misma lengua que la maestra criolla, y los modismos, los vínculos, la forma de hablar, las expresiones y el contacto con el cuerpo eran distintos. Ahí intervienen las Madres Cuidadoras de la Cultura Qom”, indica Sylvia Sandoval, directora del proyecto.
Poco después, las mujeres qom se incorporaron al equipo intercultural del Departamento de Educación Inicial de la Facultad desde donde continúan la reconstrucción de la memoria colectiva y la elaboración de insumos para la enseñanza bilingüe e intercultural.
María Cristina Inda, vicedirectora del proyecto, asegura que el vínculo de la Universidad con una comunidad indígena es inédito en el país. “Desde hace 17 años se sostiene un equipo de investigación que a la vez se traduce en una enseñanza situada e intercultural. Es difícil para una universidad lograrlo porque muchas veces por los tiempos políticos o por situaciones personales, los equipos duran lo que dura un proyecto, dos o cuatro años”, dice.
La sabiduría de los “libros vivientes”
El registro del conocimiento se realiza a través de un trabajo testimonial e intelectual acompañado por la universidad, en talleres de historia oral, rescate de memorias, de danzas, canciones, dramatizaciones y relatos, de la interacción con plantas y animales. A partir de allí se producen textos, libros, artículos, catálogos, folletos y material audiovisual bilingüe.
“No nos fue fácil, fue un proceso como el de una tortuguita, muy lento. Salíamos a investigar a nuestros ancianos que nosotros les decimos ‘libros vivientes’. Eso nos llevó a transcribir en papel para que puedan llegar a las escuelas y pueda ser útil. Lo que estamos trabajando es de mucho valor para nosotros”, opina Sonia.
Se trabajó en educación sexual con la cosmovisión indígena, en la localización de los sitios de memoria, cementerios, lugares de lucha, de batallas, toponimias e hitos importantes. Con el apoyo del Banco Mundial se hicieron carteles bilingües, señalética y un mapa territorial. Así se fue gestando la reparación histórica.
Cristina explica que no sólo se buscó mantener viva la lengua sino entender cómo piensa, cómo ve y cómo percibe el mundo el pueblo qom. Sandoval cree, además, que incorporar estos conocimientos en la currícula universitaria sirve para “sacar el velo del racismo de los ojos”.
La lengua viva
Ester Silvestre, docente en un instituto terciario y en una escuela secundaria cree que se han logrado muchas cosas, pero dice que el trabajo no ha terminado. “Nuestra lengua está en riesgo de desaparecer. No queremos que termine en nosotras sino que nuestro pensamiento llegue a otros lugares. Mantener la lengua y la cultura viva; eso es lo importante”, asegura.
Aureliana advierte que a los problemas históricos se suman los de los nuevos tiempos. Dice que la TV y los teléfonos móviles han penetrado tan fuerte que muchos niños qom hoy llegan a la escuela hablando únicamente el español. La batalla cultural es muy fuerte; siempre lo ha sido.
Ella recuerda que en sus tiempos llegaban a la escuela sólo con su lengua materna y no entendían el castellano de su maestra. Repetían de grado. Ella cursó hasta quinto de la primaria, y terminó la secundaria mucho tiempo después, ya siendo grande. Hoy, es etnoeducadora con certificación universitaria y docente bilingüe en carreras de educación superior. “Seguiremos el trabajo de las fundadoras. A esta edad me siento preparada, firme y segura de lo que soy”, promete su hija Sonia, madre de Lauoxo Go’oxorai, de 3 años y de Lairaqte Avitshe, de 14.