Larga vida al tango: crean un bandoneón digital para facilitar su estudio
Fue desarrollado por dos músicos argentinos. Quieren democratizar el acceso al instrumento, que se dejó de fabricar y sale muy caro
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
La entrevista salió en la famosa revista Gente en 1975. El periodista le pregunta a Aníbal Troilo sobre la historia de su instrumento. El músico, uno de los más grandes bandoneonistas que dio el tango, contesta pocos meses antes de su muerte: “El mío tiene como 50 años. Todos los bandoneones son viejos. Desgraciadamente, están destinados a desaparecer. En la Segunda Guerra Mundial, bombardearon la fábrica alemana de la marca Doble A, donde se hacían acordeones y bandoneones. Como lo que más se vendían eran los acordeones y el único mercado del bandoneón estaba en Argentina y Uruguay, cuando se rehizo la fábrica dejaron de hacerse”, resumió el músico, al que cariñosamente llamaban “Pichuco”.
Pasó casi medio siglo desde aquel reportaje, pero las palabras de Troilo aún resuenan y llevan razón. El bandoneón, instrumento indispensable en la expresividad del tango e infaltable en sus orquestas, no desapareció pero se transformó en una figurita difícil de conseguir. En una rápida búsqueda en Internet, se encuentran instrumentos a partir de los 2.000 dólares, pero el precio asciende a más de 4.000 si se trata de la famosa marca mencionada por el autor del emblemático tango Sur.
Esa situación hace que sea difícil estudiarlo no sólo por su ejecución —es compleja y el bandoneonista Ástor Piazzolla dijo alguna vez que es un instrumento “diabólico”—, sino principalmente por los costos que debe afrontar, por ejemplo, un padre que quiere introducir a su hijo en ese mundo. Con la idea de democratizar el acceso al instrumento, los músicos Mariano Godoy y Sebastián Barbui crearon Bandólica, un dispositivo diseñado para aprender a tocar el bandoneón.
Los componentes se conectan vía usb y solo necesita de una computadora con Internet para empezar a sonar. A través de la página web del proyecto, se puede acceder a un sonido propio del instrumento. Además cuenta con una interfaz MIDI, que permite usar un programa más profesional y disparar otros sonidos.
Acceso, identidad y educación
“El proyecto tiene tres pilares: el acceso, la identidad y la educación. Queremos dar acceso a un instrumento que es muy cercano a nuestra identidad sonora: el tango. No buscamos reemplazar al bandoneón, sino ser un puente para que aprendas a tocarlo. Después, si querés, podés cambiarle el sonido y volar con su imaginación”, dice Barbui, guitarrista y productor.
En el aspecto y en la clasificación, Bandólica es diferente al bandoneón. Tiene teclados con la disposición de la botonera igual a la del bandoneón tanto en la mano izquierda como la derecha, algo muy útil apara aprender la digitación. Pero es electrónico y carece de fuelle, quizás el elemento que le da mayor expresividad al bandoneón, que es básicamente un aerófono portátil con ejecución simultánea de ambas manos por acción del aire a presión con un sistema de lengüetas metálicas.
Bandoneonista y especialista en música electroacústica, Godoy asegura que Bandólica fue inspirada en el bandoneón, pero que su influencia va más allá; incluso, se anima a decir que es un nuevo instrumento. “En el bandoneón, combinás todas las posibilidades de la articulación de la mano del piano y todas las del viento. Eso te da una capacidad expresiva tremenda y por eso el tango es una música tan expresiva. De todas formas, yo toco el bandoneón y me gustan otras músicas. Siempre me preguntaba: ‘¿Cómo puedo hacer para que suene de otra forma?’ Probaba distorsionándolo o le ponía delay. Pensé en un instrumento distinto, que no sea necesario que tenga fuelle, pero uno pueda tocar otros sonidos. Desde ese punto de vista, aunque está inspirado en el bandoneón, no es una recreación de ese instrumento sino uno nuevo”, explica Godoy.
Desde el nacimiento en 2021, el proyecto Bandólica entregó cerca de mil dispositivos, entre las ventas directas por la web y las donaciones, que se realizan a través de la campaña Apadriná a un futuro bandoneonista. En esa iniciativa, particulares y empresas pueden comprar bandólicas o simplemente donar desde una tecla (sale un dólar). “Cuando juntamos la cantidad de teclas necesarias para cubrir el costo del dispositivo, entregamos la bandólica que fue donada colectivamente”, explica Barbui.
Valeria Torres es música y docente en la Escuela Provincial de Música y Danzas Tradicionales Argentinas de Cafayate, una ciudad de 15.000 habitantes en el medio de los Valles Calchaquíes de Salta. Allí tiene 40 alumnos y la institución sólo cuenta con bandoneones. En un encuentro de bandoneonistas, conoció a Godoy, que le regaló una Bandólica. Luego, la escuela decidió comprar dos ejemplares más para facilitar el estudio de sus alumnos.
Del tango a la zamba
“Así como el instrumento fue adoptado en Buenos Aires por el tango, Salta hizo lo mismo con nuestro folclore. Está muy arraigado en la música de la provincia, principalmente en un género llamado zamba carpera. Me apasiona enseñar a tocarlo y me da pena que no podamos conseguir más instrumentos porque los chicos se entusiasman”, cuenta Torres, que aprendió a tocarlo con su abuelo Agustín “Acucho” Torres, un reconocido formador de músicos en Cafayate.
El dispositivo creado por Mariano Godoy y Sebastián Barbui fue adaptado por la escuela e incluso algunos alumnos se compraron su propio instrumento. “Es útil a la hora de estudiar las posiciones y la digitación del bandoneón. También tiene una pequeña palanca para cambiarlo en modalidad ‘abriendo’ y ‘cerrando’ porque el sonido es diferente. Con Bandólica conocen el teclado del bandoneón y luego con un instrumento tradicional aprenden cómo emplear el flujo de aire”, explicó.
El proyecto Bandólica no es el único que busca democratizar el acceso del bandoneón para facilitar su aprendizaje. La Universidad de Lanús, una institución pública de la provincia de Buenos Aires, avanza en la fabricación de un bandoneón a partir de maderas recicladas de los muebles de los viejos talleres ferroviarios de la zona. Y busca sustituir los componentes importados del instrumento símbolo no sólo del tango sino también del folclore del norte y del chamamé. Otro caso es el de Oscar Fischer, un luthier de bandoneones y creador del taller-escuela La casa del bandoneón.
El tango está vivo en Argentina con nuevas formaciones, sonoridades y creatividad de quienes interpretan sus obras y recrean las viejas composiciones. Para continuar ese camino, resulta fundamental el “semillero” de nuevos talentos. “Un joven curioso tiene la chance de acercarse al bandoneón gracias a proyectos como Bandólica. Es un paso grande que ayuda a la difusión y al surgimiento de nuevos bandoneonistas en Argentina. Y lo hace accesible a institutos educativos e instituciones, a partir del sistema de crear padrinos que donen instrumentos”, opina Francisco Torné, miembro titular de la Academia Nacional del Tango y nieto de Zita Troilo, la viuda de Aníbal.
“Todos los bandoneones son viejos. Desgraciadamente, están destinados a desaparecer”, decía Troilo en los 70, con algo de resignación. Casi medio siglo después de esa entrevista, quizá la creatividad y el amor por el tango sean un buen antídoto para ese presagio.