Ticino, el pueblo argentino que se ilumina con cáscara de maní y donde nunca se corta la luz
La utilización de ese recurso biomásico, que autoabastece a los 3.000 habitantes con energía limpia, permitió dar respuesta a un largo problema ambiental y social
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
El domingo 16 de junio de 2019, un apagón sin precedentes dejó sin luz a toda la Argentina. Una falla masiva causada por un error operativo que aún es investigado provocó la desconexión de todo el Sistema Argentino de Interconexión por más de 13 horas y arrastró a varias ciudades de Uruguay y Paraguay. En total, más de 50 millones de usuarios quedaron completamente a oscuras. Mientras, en Ticino, un pequeño pueblo ubicado en la provincia de Córdoba, los 3.000 habitantes continuaron con su vida sin alteraciones: allí, gracias a la generación eléctrica a base de cáscara de maní, el servicio de energía no se vio afectado. Hoy la utilización de ese recurso biomásico autoabastece al pueblo con energía limpia y permitió dar respuesta a un problema ambiental y social que se arrastró durante años.
La historia comienza hace más de 15 años en la provincia de Córdoba, donde se encuentra el “cordón manisero”, que abarca a varias ciudades y pueblos, entre ellos Ticino. Detrás de China y Estados Unidos, la Argentina es el tercer mayor productor de maní del planeta y por las condiciones climáticas, el producto que se exporta desde este país es muy requerido en mercados europeos y latinoamericanos. Al ritmo de una gran producción, crecimiento de ventas y récords de exportación surgió un problema ambiental: qué hacer con toda la cáscara de maní que era descartada, quedaba acopiada en los campos, se desparramaba y por sus propias condiciones de humedad generaba incendios que afectaban la vida cotidiana de las personas.
El plan, que hasta entonces era una iniciativa privada de la empresa manisera Lorenzatti Ruech, comenzó a tomar ritmo con una inversión de inicial de ocho millones de dólares y consistió en la creación de la firma Generación Ticino Biomasa y la gran planta de generación eléctrica. En 2018, a los capitales privados se le sumó la asistencia del Estado a través de “RenovAR”, un programa orientado a asistir a industrias de distintos puntos del país en proyectos para la generación eléctrica a partir de fuentes renovables. El acuerdo detalla que el propio Estado sea el comprador a un precio estable de la energía que una vez que ingresa a la red general está disponible para abastecer al pueblo.
Dos problemas, una solución
Al problema ambiental por la quema de la cáscara de maní y el humo que provocaba gran malestar en el pueblo se sumaba otra gran dificultad: Ticino nunca tuvo una buena red de energía eléctrica. “El pueblo tiene una red deteriorada, el problema es que siempre tuvimos muchos cortes, algunos eran microcortes que duraban unos segundos o minutos. Incluso, una milésima de segundo. Pero eso para una industria es suficiente para paralizar por dos horas la producción”, relata a América Futura Pablo Margiaria, secretario de Gestión y Comunicación de Ticino.
En un contexto de aumento de la producción, ampliación de las industrias y el desembarco de nuevos actores en la industria del maní, era clave resolver el problema energético. En el “cordón manisero”, explica Margiaria, se produce alrededor del 80% del maní argentino. En total, se estima que por año se desechan 45.000 toneladas de cáscara de maní que hoy son utilizadas para la generación eléctrica.
Cómo hacer energía a base de cáscara de maní
“Uno de los pilares del proyecto era la cantidad de cáscara de maní que íbamos a tener”, recuerda Diego Menta (44), electricista y jefe de Planta de Generación Ticino Biomasa, quien trabaja desde hace 23 años en la industria manisera y que cuando se enteró del proyecto de energías renovables quiso sumarse de inmediato. “La planta está ligada a la empresa que procesa el maní, y que en promedio nos abastece con un 80% u 85% de la cáscara necesaria para el proceso. El resto hay que comprarla”, relata a América Futura.
El procedimiento es complejo desde sus inicios. En primer lugar, la cáscara llega a la planta de generación eléctrica de dos formas: en camiones y mediante transporte neumático (se sopla de un edificio a otro). Luego, cuenta Menta, se descarga en celdas y galpones de acopio para mantener la calidad y la humedad. Más tarde, se traslada a la caldera, donde se quema por etapas hasta que quedan cenizas.
“Con ese calor, se calienta agua y se obtiene vapor saturado. Se vuelve a pasar otra vez por la caldera y se transforma en vapor de altísima temperatura que parece aire comprimido y se transporta hacia la turbina, que gira a 6.500 revoluciones por minuto y luego reduce su velocidad a 1.500″, detalla con paciencia. “Toda esa velocidad se transforma en fuerza y se acopla al generador. Ese es el proceso simple: pasar de una energía térmica a una energía mecánica. Ese vapor una vez que entregó toda su energía, se absorbe, se enfría, se transforma en agua y vuelve a la caldera para iniciar nuevamente el ciclo”, precisa Menta.
El ciclo se repite de forma constante las 24 horas del día y los 365 días del año. Para eso, Menta cuenta con un equipo de 32 personas, entre operadores de caldera y operarios del movimiento de la biomasa. La energía es incorporada al sistema a través de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico Sociedad Anónima (Cammesa), a la que la planta le vende a un precio estable la energía.
El pueblo donde nunca se corta la luz
Si bien Ticino forma parte del Sistema Interconectado Nacional de Energía, cuando hay alguna falla o corte que afecta a las distribuidoras energéticas de la zona, se activa un protocolo y todo el pueblo queda conectado, mediante un circuito cerrado, a la planta de Generación Biomasa.
Lo que ocurrió el 16 de junio de 2019, cuando todo el país se quedó a oscuras menos Ticino, no fue una excepción. El 1 de marzo pasado, cerca de 20 millones de usuarios de la Argentina se quedaron a oscuras en medio de una ola de calor por un incendio ocurrido en una red de alta tensión ubicada en inmediaciones de la central nuclear Atucha II, en la provincia de Buenos Aires. En aquella ocasión, Ticino también mantuvo el suministro de electricidad.
“Acá hay muchos cortes de energía en el día, nosotros observamos el problema, pero en el pueblo nadie se entera porque la planta lo soporta”, explica Menta, aunque aclara que en ocasiones se puede demorar unos segundos o minutos hasta restablecer el servicio. “El apagón de 2019 fue histórico, pero ese día no tomamos magnitud de lo que pasaba. El pueblo vivió una revolución, para nosotros en la planta fue una maniobra más, pero este pueblo fue el único que tuvo energía, generó un impacto social muy grande”, relata.
Margiaria pone el foco en que la generación eléctrica renovable llegó para resolver dos problemas: la falta de energía de calidad y la dificultad ambiental que producía la cáscara de maní. “Esto permitió que Ticino entre en el mapa, empezamos a recibir turismo industrial”, cuenta. Menta aclara que no es fácil impulsar un sistema de energía renovable de estas características por los costos y se esperanza en que los gobiernos apoyen más proyectos similares. “Lo que hoy parece una pequeña solución energética, a futuro puede ser más grande”, dice.