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CONTRADICCIONES
Columna
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Petro y Rodolfo

Sea lo que fuere, con Petro o con Rodolfo, Colombia necesita un grito vagabundo por la justicia

Los candidatos a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández
Los candidatos a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández.REUTERS / AFP

Ambos ganadores. Ambos populistas. Ambos representan “el cambio”. Ambos provincianos. Ambos seguros de sí mismos.

Petro porque tiene una carrera política exitosa, ya fue candidato presidencial y Alcalde de Bogotá; encabezó la preferencia para ganar la presidencia en las encuestas hasta la segunda vuelta en la que está empatada la contienda.

Rodolfo, el ingeniero, así lo conoce la gente, porque es un profesional victorioso. Hizo fortuna con base en el esfuerzo personal arrancando de cero. Ha sido concejal y Alcalde de Bucaramanga, original y controvertido. Usa un lenguaje popular con grosería incluida y llegó a la segunda vuelta desde atrás como en las carreras de caballos en que la sorpresa paga más fuerte que el favorito. En poco tiempo ascendió en las encuestas por su rechazo a la clase política, señalándolos de responsables del estado de corrupción que afecta a la administración pública. El 28% de la opinión se sintió identificada con el ingeniero en una elección en la que la participación ciudadana fue la más alta de los últimos 20 años. Al pasar a la segunda vuelta, los posibles electores se dividieron por mitades. Ambos son ganadores aunque uno de los dos tenga que perder el próximo domingo.

Petro, solo los cercanos lo llaman Gustavo, parecía tener asegurada la presidencia, sí se perfeccionaba la carrera electoral con el segundo en la encuesta, Fico Gutiérrez. Al aparecer Rodolfo, (outsider) su resultado opacó el triunfo de Petro, quien había sacado el 40% de la votación. Los analistas sugirieron al barajar el resultado que los votos por Fico emigrarían a Rodolfo y la encuesta se empató.

La propuesta petrista tiene programas de fondo, bien elaborados, se trata de un cambio del modelo político y económico; más difícil de explicar.

El programa rodolfista es más sencillo. Todo contra la corrupción de la clase política “que se roba todo” y su sistemática repetición. Sus iniciativas conducen siempre a la persecución de los corruptos.

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Petro asegura que su interés es armar un pacto por la vida, por la paz, un pacto histórico que incluye la lucha contra la corrupción. Hubo un momento en el que se quejó con sus asesores de haber permitido que uno de sus competidores, Rodolfo, se estuviera apropiando de la guerra contra la corrupción.

El problema de Petro es que algunos, el famoso caricaturista y escritor Lorenzo Madrigal, para citar al más insistente, lo ven de “corte comunista” y de ánimo perpetuador en el poder.

El problema de Rodolfo es su “tonito”, “falta de modales y desfachatez”. Inexperiencia; La alcaldía de Bucaramanga no le alcanza y una sobredosis de denuncias judiciales. Para continuar con Lorenzo: “si el triunfador (77 años) es el viejito, ay, las miradas estarán suspendidas como cuando alguien está a punto de precipitarse desde un balcón o desde una cornisa en altura, con el credo en la boca”.

El Estado colombiano está lleno de normas para luchar contra la corrupción. Recientemente, un exfiscal de renombre, Alfonso Gómez Méndez, demostró que el dolor de la corrupción no estaba en la ley. Hay material suficiente para ganar la batalla. Se necesita aplicarlas. El problema es la justicia, “estúpido”.

Sea lo que fuere, con Petro o con Rodolfo, Colombia necesita un grito vagabundo por la justicia. El castigo de los delincuentes. Sistemas de investigación que eliminen el subterfugio de la falta de pruebas que conduce al fenómeno desmoralizante de la pérdida de la fe en la justicia. Eliminar la impunidad debería ser la prioridad del nuevo gobierno. Solo los jueces tienen la capacidad de establecer la verdad. Los medios de comunicación y las redes sociales tienen que someterse a la verdad judicial.

Colombia tiene otro obstáculo angustioso; acumulación de hechos de corrupción en el Congreso tienen al poder legislativo contra las cuerdas. Uno de sus miembros está recientemente acusado de manipular contratos por un monto de 43.000 millones. Es el último, pero no el único episodio que compromete el prestigio del parlamento colombiano. Sin justicia y sin Congreso, ni Rodolfo ni Petro podrán gobernar.


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