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ELECCIONES EN COLOMBIA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Quién va ganando en la pelea por ser el antiPetro?

Con el candidato de izquierda con un puesto asegurado en segunda vuelta, la cuestión que se dilucida en el debate y el resto de la campaña es quién le acompañará

Jorge Galindo
Debate entre candidatos presidenciales de Colombia
Gustavo Petro, Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo confrontaron sus propuestas en el debate moderado por el periodista Roberto Pombo.Gladys Serrano

Hace cuatro años que Gustavo Petro espera su oportunidad para ser presidente de Colombia. Casi nadie duda de su liderazgo en la carrera actual. Pero su victoria está lejos de ser segura. En cualquier competición por una mayoría absoluta (de la mitad más uno) como la que marca la Constitución del país para alcanzar la presidencia, la concentración del voto en torno a dos candidaturas es inevitable. El sistema de dos vueltas termina de concretar la batalla: ¿quién pasa a la final contra el candidato de la izquierda? Esa cuestión se dilucida en dos dimensiones: por un lado está la viabilidad, es decir, quién dispone del poder de atracción de votos para llegar. Por otro está el contenido, esto es, quién mantiene posiciones y promesas más cercanas a los deseos de una mayoría de los votantes.

Con las encuestas fuera de foco por la prohibición que mantiene la ley electoral, los debates, como el que hoy ha tenido lugar en esta casa entre los cuatro cabezas de carrera, se vuelven un instrumento central para que los ciudadanos reciban información que les permita equilibrar su deseo de voto útil con el de voto cercano a sus principios. Y, cuando la carrera tiene un líder destacado, eso quiere decir una pelea entre los demás por ser quien le compita en la recta final.

Para dilucidar quién va ganando la carrera sin caer en actos de adivinación (pero moviéndonos siempre, e inevitablemente, en el terreno de la hipótesis) podemos hacer un ejercicio de comparación: entre las posiciones expresadas durante el debate y las demarcadas por los propios votantes en el reciente estudio de termómetro social practicado por EL PAÍS.

Estas son las múltiples distribuciones de la ciudadanía en una serie de asuntos que marcan el debate general del país, y marcaron el particular de hoy entre los candidatos. ¿Cómo encajan con los tres que andan en competencia por ese segundo puesto que permite pasar a la final?

Fico Gutiérrez lleva desde el inicio de 2022 repitiendo un discurso articulado en torno a valores conservadores: familia, empresa, seguridad y tradición como pilares para sostener un progreso basado en el crecimiento económico desde el sector privado y la protección de esos valores. Viene, además, de aceptar el apoyo de uno de los sectores más establecidos de la élite política colombiana: el que se reúne en torno al expresidente Uribe. De esto último no alardea necesariamente, pero la conexión de sus posiciones expresadas hoy (idénticas a las del resto de la campaña) con lo que siempre se defendió desde esas instancias es obvia. El problema para él es que no parece estar donde se encuentra una mayoría de colombianos, que le pasan muy por la izquierda en materia económica, algo por la izquierda en valores y libertades, y se encuentran en una situación de insatisfacción con las instituciones y no alineamiento ideológico que no casa bien con un discurso que es, en esencia, lo que representa la derecha colombiana de toda la vida.

El país parece estar en un punto distinto al que tiene ahora Fico. Eso no quiere decir que no sea competitivo electoralmente: lo es; en primera vuelta, porque entre un 20% y un 30% de votantes compartiría sus posiciones a la luz de los datos de la radiografía ideológica. En segunda, de pasar, también lo sería gracias a que Petro está a su vez escorado a la izquierda. Pero desde luego su posición no parece la mejor ahora mismo. Consciente de ello, uno podría leer varias de sus intervenciones en el debate de hoy (especialmente en materia de justicia, pero también su interés en subrayar su propuesta de “renta básica para cinco millones de colombianos”) como un intento de moderarse, de buscar el nuevo centro de gravedad de la ciudadanía colombiana. Sin embargo, la mochila que carga, que es la que ha construido la imagen que tiene entre los votantes, parece demasiado pesada.

Si el país está por una mayor redistribución económica, relativamente abierto a libertades individuales (con matices), a favor de la protección del medio ambiente... ¿no es eso lo que representa Sergio Fajardo? ¿No han sido esas sus banderas en el debate de hoy, o al menos algunas de ellas? La paradoja que se da con Fajardo es que, efectivamente, no está lejos de las mayorías en ciertos asuntos clave. Pero el trabajo de Fajardo no era tanto estar cerca del centro colombiano como cerca del centro de quienes demandaban cambio. Por así decirlo: si excluimos a ese 20% aproximado que siempre va a escoger al candidato que esté a su derecha, resulta que Fajardo debería mantener posiciones algo más decididas en redistribución y cambio institucional/corrupción para ser competitivo en primera vuelta. Su adagio del cambio tranquilo, repetido hoy una vez más en todas sus variantes, le autoanula en esa batalla.

Queda, pues, Rodolfo Hernández. A diferencia de Fajardo, él sí tiene acceso al voto conservador por la naturaleza de su discurso que a muchos les parece descuidado, trufado de salidas de tono, pero que en realidad está diseñado para maximizar su conexión con sectores sociales. Es además especialmente competitivo en el eje de la insatisfacción con la democracia, por su pretensión de outsider del sistema. Consciente de su activo, decide no acudir a debates para subrayarlo: no es (o no es sólo) por miedo a errores no forzados; es también para reforzar su posición como único que le puede competir a Petro por ese 85% de colombianos que están bastante o muy insatisfechos con la democracia. Por último, mantiene una combinación de posiciones conservadoras en lo social (pero no militantes ni banderas de su movimiento, como sí le sucede a Fico) e intervencionistas en lo económico (pero sin dañar las ideas de productividad ni de propiedad privada, como sí se percibe a Petro). Y desde ahí puede llegar a muchos rincones, a muchas bolsas de votación. Le resulta más fácil, eso sí, cuando no somete estas posiciones a examen directo. Una razón más para evitar el debate de este jueves.

Podemos, y de hecho debemos, criticar estas posiciones de Hernández por su contenido. También su ausencia. Y sus referentes: ha mencionado en alguna ocasión a Nayib Bukele, cuyo Gobierno está transitando velozmente hacia el autoritarismo en El Salvador. Pero lo que parece difícil de negar es que resulta competitivo electoralmente. Es más, para criticar de manera más afinada y fundamentada el fondo de su discurso, es necesario conocer cómo la forma encaja con la competición política colombiana. Sin ese ejercicio previo, las críticas solo alimentarán el discurso antiestablishment que empuja a Rodolfo hasta la primera línea de esta pelea electoral por plantarle cara a Gustavo Petro.

Mientras, Fajardo y Fico usaron este jueves sus palabras con el mismo cuidado con el que probablemente andan contando sus votos en las encuestas internas que las campañas pueden seguir haciendo, aunque no se publican. Y a Petro, líder pero no ganador, solo le queda esperar los siguientes golpes sin tener claro de dónde van a venir, pero siempre desde la trabajada trinchera de su retórica que lleva una década construyendo argumento a argumento: proteccionismo, redistribución, paz, y asalto al “establecimiento corrupto” (el sintagma cambia, la idea permanece). Esa trinchera es la que le permite ser competitivo en debates, y también en votos cuando se trata de lograr una base fuerte. Pero es al mismo tiempo su barrera principal para llegar a esa mitad más uno sin la que no logrará ser presidente. Por eso en los debates siempre se le observa cómodo (se le notó desde su tardía bienvenida), controlando su espacio retórico bien defendido, pero los argumentos y las ideas que lanza durante su duración no alcanzan a proyectarse más allá de su esquina del cuadrilátero. Allá hay muchos votantes, como también lo corroboran los datos de posicionamiento ideológico, hoy más que hace cuatro años. El país se ha movido a la izquierda. Pero, por ahora, no hay una mayoría absoluta.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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