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María Paula Ávila humaniza los hospitales con espacios que abrazan

Por medio de la Fundación Prema, esta bogotana ha desarrollado una revolucionaria manera de abordar la epidemia de salud mental. Creó ocho centros en hospitales para enseñar el manejo de las emociones y la educación de valores humanos por medio del juego

La crisis de salud mental avanza como una ola silenciosa. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio es la tercera causa de muerte en los jóvenes entre los 15 y 29 años, de los que uno de cada siete vive con un trastorno emocional; la mayoría de estos síntomas empiezan antes de los 14 años, sin ser atendidos. Las cifras de lo que muchos consideran una epidemia van en aumento, pero lo que más preocupa es lo que no se ve: niños que aprenden a silenciar lo que sienten, adultos que sobreviven sin herramientas emocionales y comunidades enteras que viven sin un lenguaje para nombrar su dolor. Ante ese vacío, María Paula Ávila (Bogotá, 45 años), psicóloga y creadora de la Fundación Prema –que significa amor, en sánscrito–, decidió encender pequeñas luces en los lugares más inesperados.

Viajó a India para formarse en Educación en Valores Humanos y tuvo la idea de convertir ese modelo educativo en un espacio físico. “Solemos creer que los espacios no son relevantes, pero en realidad también nos forman”, explica. En 2013 inauguró el primer centro lúdico de Colombia en el Hospital Infantil Los Ángeles, de Pasto. Allí, entre muros de colores y lugares diseñados para el juego, la lectura y el silencio, los niños comenzaron a aprender sobre el amor a través de la música, sobre la rectitud a través del cuento, sobre la no violencia a través del trabajo en equipo y sobre la paz a través del silencio, la meditación y la concentración. “Los valores de la fundación –verdad, rectitud, paz, amor y no violencia– pueden materializarse en experiencias y atmósferas de diseño. El reto, entonces, no es crear un lugar bonito, sino uno que enseñe a sentir”, explica Ávila. La premisa: recordarles a quienes habitan estos lugares que sentir también es parte de sanar, aprender y trabajar.

Ese mismo año la Fundación Cardioinfantil de Bogotá la contactó para replicar la experiencia. El impacto fue tan poderoso que catapultó el modelo nacionalmente. En el marco de una alianza interinstitucional en la que participaron la agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la estrategia llegó también a centros de salud en lugares golpeados por el conflicto, como Apartadó (Antioquia) y Quibdó (Chocó).

Actualmente, hay ocho centros lúdicos en seis ciudades del país, que han atendido a cerca de 20.000 niños. “Hace doce años resultaba revolucionario quitar espacios para camas con el fin de montar lo que, irónicamente, algunos llamaban ‘un parquecito”, recuerda Ávila. “Hoy podemos decir que los centros lúdicos se han convertido en un pilar de la estrategia de humanización del servicio en los hospitales que los han incorporado”.

Inicialmente, la Fundación Prema se enfocó en apoyar a niños, niñas y jóvenes hospitalizados, y a sus cuidadores. Sin embargo, a partir de 2022 comenzó a ampliar su impacto. Ese año creó el primer Centro de Regulación de Emociones para Adultos en la Fundación Cardioinfantil, con el objetivo de brindar atención emocional al personal de salud. “Cuando te montas en un avión te dicen que te pongas la máscara antes de auxiliar al menor. Es el mismo concepto. ¿Cómo voy a hablarle a un niño de salud emocional y mental, si yo mismo no la tengo?”, dice Ávila.

Para imaginar este nuevo espacio se aliaron con la Universidad de los Andes y el arquitecto español Mauro Gil-Fournier, fundador de la comunidad Arquitecturas Afectivas, que le apuesta a desarrollar los afectos de las personas por medio de esta disciplina. “Invitamos a líderes de distintos sectores –artistas, psicólogos, empresarios médicos, educadores– y les preguntamos, desde su disciplina, ¿qué cree que debe tener un lugar seguro?”, explica. De allí surgió la idea de que fuera “un refugio donde la calma, la confianza y la empatía se sienten desde el cuerpo. Un espacio que abraza sin hablar”.

Pronto, la idea de los Centros de Regulación de Emociones se salió del espacio de los hospitales para llegar a colegios y empresas. “La educación emocional es fundamental para la salud mental. Por eso, esta última no es solamente un asunto clínico de los hospitales. Tiene que ser una preocupación de todos, porque impacta el desarrollo de los seres humanos”, añade Ávila.

Empresas como la constructora Cusezar o el grupo automotriz Alciautos y colegios como la Fundación Hogar Nueva Granada han decidido apostarle a la creación de este tipo de espacios. “Son ámbitos en los que los sentimientos se exacerban y nadie lo ve. Allí está de por medio el éxito, la productividad, la competitividad; valores que justamente nos han llevado a estos niveles de sobreexigencia y deterioro”, explica. Hoy, hay dos Centros de Regulación Emocional construidos y dos más en proceso.

Los más de 18 años de experiencia liderando iniciativas de transformación social y bienestar emocional, que en 2023 le merecieron el Premio Mujer Cafam, la han llevado a pensar la salud, “no como la ausencia de enfermedad, sino como el equilibrio físico, mental y emocional”. Su objetivo es que las personas aprendan a regular sus emociones, a hablar sin vergüenza sobre la rabia, la impotencia, el miedo y el agobio, y a convertirse en su propio ‘lugar seguro’. “Si no logramos gestionar nuestras emociones, no sabremos convivir con nuestra propia humanidad”, dice. Mientras aprendemos a hacerlo, los centros lúdicos y los de regulación de emociones son un espacio clave para ir recuperando nuestro bienestar.

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