¿Y Colombia de qué va?
En estos durísimos tres años, pese al miedo y la inseguridad, el pueblo colombiano ha demostrado de qué está hecho. La pregunta es si resistirá otros cuatro años a un gobierno de la misma matrícula ideológica
Ya está transcurriendo el último año del Gobierno de Gustavo Petro en Colombia, luego de más de 38 meses de una Administración errática, caracterizada por la improvisación, los escándalos de todo tipo y la inseguridad en todos los niveles. Al igual que en muchos países del mundo,...
Ya está transcurriendo el último año del Gobierno de Gustavo Petro en Colombia, luego de más de 38 meses de una Administración errática, caracterizada por la improvisación, los escándalos de todo tipo y la inseguridad en todos los niveles. Al igual que en muchos países del mundo, en Colombia la polarización es evidente, los valores se han invertido por los extremismos y se avecina una campaña electoral como el gran desafío de la democracia. Muchas inquietudes surgen derivadas del propio cuestionamiento que ha hecho el propio presidente a la máxima autoridad electoral. Pero Colombia se prepara para superar esa prueba.
La condena en primera instancia contra el expresidente Álvaro Uribe ha sido producto de un controversial proceso que para algunos evidencia la politización de la justicia, mientras los excomandantes de las FARC se pavonean en el Congreso colombiano habiendo cometido delitos de lesa humanidad, siendo beneficiarios de unas condenas muy leves y casi simbólicas en la justicia para La Paz -JEP-. Se trata de una dolorosa ironía, insostenible para Colombia. Sin embargo, la detención domiciliaria del exmandatario fue anulada por un fallo del Tribunal Superior de Bogotá y ello ha dejado el tema casi que en tablas.
Ahora bien. ¿De qué va Colombia? ¿Cuáles deben ser las prioridades en los próximos meses y de cara al siguiente cuatrienio y a las próximas décadas? ¿Será la polarización la pauta que marque los resultados electorales de 2026? ¿Habrá forma de evitarlo? En el corto plazo, la protección y la garantía de la democracia hoy más que nunca está amenazada desde las alturas mismas del poder. El asesinato de Miguel Uribe Turbay, hace dos meses, un senador opositor y precandidato presidencial, es prueba de ello. En Colombia no ocurría un hecho de esa gravedad hace más de 30 años, hoy exacerbado por la violencia verbal que muchas veces termina en la violencia física. Y la letanía permanente de una constituyente aparece como arma del autoritarismo populista lista a esgrimirse como herramienta electoral.
¿Y el nuevo Presidente? ¿En qué debe concentrar sus esfuerzos? Si las instituciones operan y las elecciones se realizan respetando el calendario electoral, el nuevo mandatario se debe concentrar sin duda en recuperar como prioridad la seguridad territorial. Porque en Colombia se siente que se ha retrocedido 30 años en esa materia. Los más jóvenes no lo vivieron, pero en los años ochenta el M-19, la misma guerrilla donde militó el hoy presidente de Colombia, se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia. Una bofetada a la democracia y las instituciones cuyo aniversario número 40 se va a conmemorar en las próximas semanas, en la mitad de una gran controversia sobre si el poder ejecutivo ya ha traspasado las líneas rojas del respeto a la independencia de los poderes.
La violencia pasa de una generación a otra. En la campaña para el periodo 90 – 94 asesinaron a tres candidatos presidenciales, entre ellos a Luis Carlos Galán, padre de quien hoy es el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, y del actual candidato del partido Nuevo Liberalismo. Y de hecho, Diana Turbay, la madre de Miguel Uribe Turbay, fue asesinada cuando él solo tenía cuatro años, historia que hoy repite su propio hijo, de la misma edad cuando ella fue asesinada.
Algunos olvidan que el día de la posesión del expresidente Uribe Vélez, las FARC dispararon unos rockets con destino al Palacio de Nariño, sede presidencial y de la posesión del nuevo mandatario. Fallaron por algunos metros, pero de haber logrado su objetivo, habrían generado una tragedia de implicaciones nacionales e internacionales incalculables. Esa fue la Colombia que encontró Uribe cuando llegó al poder hace 24 años. Y la Colombia de hoy no dista mucho de aquella, sobre todo por el fracaso estruendoso de la estrategia de paz total del actual presidente.
De vuelta al presente, en estos durísimos tres años, pese al miedo y la inseguridad, el pueblo colombiano ha demostrado de qué está hecho. La pregunta es si resistirá otros cuatro años o quién sabe cuánto más tiempo a un gobierno de la misma matrícula ideológica. El riesgo de que Colombia se transforme en una nueva Venezuela lo perciben hoy muchos colombianos como algo que es real. La reacción del presidente Petro frente a la decisión del Comité del Premio Nobel la semana pasada así lo corrobora y deja muchas dudas sobre su respeto a los valores democráticos.
Pero la comunidad internacional ya está al tanto. La Administración del presidente Trump dobló la recompensa por Nicolás Maduro, tiene hoy una flota vigorosa próxima a aguas venezolanas y ha iniciado acciones de guerra contra el narcotráfico en el Caribe recientemente. Ante todo ello, Petro ha reaccionado más como socio de Maduro que como critico frente a la dictadura del sátrapa venezolano, gran capo del Cartel de los Soles, hoy lastrado por lo que representa a nivel global la figura galardonada de María Corina Machado.
En las relaciones comerciales, nadie se puede dar el lujo de mirar hacia otro lado o hacia atrás. En Colombia hay alrededor de 800 empresas españolas operando a todo vapor. España es el primer inversionista europeo en el país y el segundo a nivel mundial, siendo superado únicamente por Estados Unidos. Esa relación debe fortalecerse aun más en el marco de los próximos años.
El llamado es que Estados Unidos, España y, en general, toda la comunidad internacional, se unan para salvaguardar la democracia en Colombia. No se nos puede disolver entre las manos por falta de una defensa férrea de instituciones democráticas puestas a prueba por tentaciones dictatoriales. Porque además Colombia es un país de oportunidades.
En las próximas semanas tendrá lugar la Cumbre Europa-America Latina en la ciudad caribeña de Santa Marta. Un gran momento para reiterar la invitación a que sumemos esfuerzos para que juntos podamos aprovechar dichas oportunidades para afianzar las relaciones políticas, económicas y comerciales que tendrán siempre como premisa mayor el respeto a una tradición democrática que nos tiene que seguir enorgulleciendo.