Valeria Bonilla, candidata trans al Concejo de Bogotá: “Mi activismo en el barrio Santa Fe me enseñó la importancia del trabajo colectivo”
La lideresa es la única aspirante de esa identidad de género entre 507 candidaturas
En medio de la multitud que camina afanosa por la carrera Séptima, en el centro de Bogotá, se va colando una pequeña carreta amarilla y rosa —antes usada para vender aguacates— con varias calcomanías. La más grande dice: ‘Ley Integral Trans Ya’. El vehículo se distingue no solo por su color intenso, sino porque en la esquina tiene amarrada una grande pero desgastada bandera tricolor: azul celeste, rosa, y blanco, los colores del orgullo trans. Lo cond...
En medio de la multitud que camina afanosa por la carrera Séptima, en el centro de Bogotá, se va colando una pequeña carreta amarilla y rosa —antes usada para vender aguacates— con varias calcomanías. La más grande dice: ‘Ley Integral Trans Ya’. El vehículo se distingue no solo por su color intenso, sino porque en la esquina tiene amarrada una grande pero desgastada bandera tricolor: azul celeste, rosa, y blanco, los colores del orgullo trans. Lo conduce con propiedad Valeria Bonilla, una carismática mujer que le sonríe a quienes la miran a ella y a su carreta con intriga. “Esta es mi sede de campaña porque los arriendos son muy caros”, cuenta la candidata al Concejo de Bogotá, y se echa a reír. Mientras pasea su ‘sede’, aprovecha para hablar con algunos transeúntes y contarles sus propuestas para mejorar la ciudad.
La bandera que ondea la acompaña desde hace muchos años (de ahí su desgaste) y se ha vuelto una forma de reconocerla en marchas, conciertos y eventos ligados a los movimientos sociales. Al tricolor le sumó hace unos meses el naranja, el color insignia del partido Fuerza Ciudadana, por el que ahora aspira al Concejo de Bogotá. Esto, luego de que en una decisión —a su juicio arbitraria y asociada al nepotismo—, el Polo Democrático Alternativo le negara su aval.
Un desplante que, aunque doloroso, no le sorprendió, pues siempre ha desconfiado de la política tradicional, así sea de izquierda. A lo largo de su vida ha preferido hacer política en la calle, con ‘las suyas’. Así lo hizo por años en el barrio Santa Fe, con trabajadoras sexuales trans. Para ella esa fue la mejor escuela y con quienes busca abrirse camino. Quiere demostrar que las personas trans merecen un espacio en la política, no solo por su identidad de género sino por sus capacidades.
Tiene el viento a favor. Los comicios de octubre en Colombia muestran un avance de las candidaturas LGBTIQ+; la oenegé Caribe Afirmativo registra un aumento del 150% frente a las elecciones locales anteriores. Además, cuantifica 40 aspiraciones abiertamente trans en todo el país. Una de ellas es la de Valeria.
Ella tiene un pálpito: va a lograr ser la primera concejala ‘travesti’ en Bogotá.
Pregunta. ¿Cómo ha sido para una mujer trans hacer campaña política en Bogotá?
Respuesta. Ha sido una campaña gratificante y al mismo tiempo luchada. Cuando después de todo el lío con el Polo finalmente llegó el aval, lloré mientras lo firmaba. Pensaba en lo que me había costado obtenerlo después de tantos desaires; yo solo quería que me dejaran participar en igualdad de condiciones. Ver mi nombre con un número en un tarjetón. No quería un trato preferencial.
P. Este escenario de contienda electoral es nuevo para usted ¿Qué ha sido lo más difícil?
R. El mayor reto ha sido la visibilidad. A menos de dos semanas de las elecciones poca gente sabe que hay una mujer trans que quiere ser concejala y que tiene trayectoria de 15 años. Esa invisibilización se ha extendido a otros espacios. Por ejemplo, he buscado que Gustavo Bolívar, el candidato a la alcaldía más afín a mis posturas políticas, se reúna conmigo y ha sido imposible. No ha querido atenderme.
Otro tema duro ha sido la financiación. He podido hacer campaña gracias a mis amigos, a mi papá y a mi pareja. No tengo grandes vallas o una sede de campaña. La campaña ha sido con las uñas. Mi equipo no tiene más de 20 personas y todas trabajan conmigo de manera voluntaria, recorriendo la ciudad de norte a sur. Eso me hace sentir orgullosa. Al final, a las personas trans nuestras propias experiencias de vida nos han forjado para resistir. Si pudimos hacer un tránsito, nada nos queda grande.
P. Antes de su candidatura usted ya era una líder trans visible. ¿Cómo inició ese camino?
R. Comenzó paralelo a mi transición. A los 18 años dejé mi casa para encerrarme a transicionar y vivir ese momento a solas. Fue difícil. Hasta aguanté hambre. Un día, por casualidad, llegué a un centro comunitario LGBTIQ+ donde conocí a la que luego se convertiría en mi madre trans, Laura Weinstein —una apreciada lideresa trans en Bogotá—. Entonces, dado el momento precario por el que atravesaba al principio, iba a las reuniones de formación política a comer y observar, como una forma de subsistencia, pero poco a poco me fui empapando y me quedé.
Luego, hice parte de la Fundación GAAT [Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans] y después de unos años aterricé en la Red Comunitaria Trans que tiene un trabajo comunitario de más de una década con las trabajadoras sexuales trans. Allí estuve cinco años encargada de las comunicaciones de la Red, poniendo en práctica algunos semestres de Comunicación Social que estudié.
P. ¿Qué lecciones le dejó ese activismo comunitario en el barrio Santa Fe?
R. El barrio Santa Fe es mi segundo hogar. Mi activismo en el barrio me enseñó el poder del trabajo colectivo. Durante la pandemia muchas pasaron hambre, así que hacíamos colectas para preparar sancochos donde todas comíamos. Esa hermandad fue poderosa. También vi cómo mis hermanas trans, la mayoría trabajadoras sexuales, eran constantes víctimas del abuso policial. Aún así, juntas resisten ante esa violencia. Con orgullo resisten desde su mera existencia, desde sus cuerpos, porque nuestros cuerpos son políticos.
P. ¿En qué momento decidió dejar esa militancia barrial y aspirar a un cargo de elección popular dentro de un partido político?
R. No he creído mucho en la política tradicional partidista. Tampoco soñaba con ser política. Soñaba con ser cantante, actriz, otras cosas. Sin embargo, llegué a la reflexión de que es necesario transformar la política tradicional y eso se hace llegando allá, que escuchen lo que tenemos que decir las travestis. Abrir el camino para otras, incomodar a los mismos de siempre que son los que históricamente han tenido el poder.
P. ¿En qué ha enfocado sus propuestas? ¿Cuáles son los ejes de su candidatura?
R. Como mi número en el tarjetón es el siete, decidí que mi propuesta tendría siete ejes principales, que a la par han sido apuestas en mi vida: el feminismo, la seguridad para las diversidades sexuales, la cultura, el deporte, más que todo enfocado en los biciusuarios, lucha contra el abuso policial y contra el estigma frente al uso de sustancias psicoactivas, y finalmente algo que me atraviesa por mi experiencia de vida: impulsar una política de hambre cero en Bogotá.
P. De ser elegida, ¿qué es lo primero que piensa hacer al llegar al Concejo?
R. Tengo muchos planes. El primero es tener un equipo enteramente de profesionales con experiencia de vida trans. Pero, además, convertir el Concejo en un espacio al servicio de la gente, una oficina de puertas abiertas, que la clase política tenga que convivir con el pueblo.
Hay mucho que hacer. Estoy dispuesta a quemarme las pestañas, a ser una concejala que hace veeduría, que está activa todo el tiempo. ¿Para qué ese poder, ese privilegio, si no es para utilizarlo en favor de otros?
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