Ir al contenido

Aquello de gritar “sidoso”

Cada vez que Eduardo Casanova abre la boca, sube el pan. Y él lo sabe, pero no debe de importarle

Cada vez que Eduardo Casanova abre la boca, sube el pan. Y él lo sabe, pero no debe de importarle. Pocas personas públicas reciben tantos insultos como él. Es imposible ignorar la virulencia con la que el ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cada vez que Eduardo Casanova abre la boca, sube el pan. Y él lo sabe, pero no debe de importarle. Pocas personas públicas reciben tantos insultos como él. Es imposible ignorar la virulencia con la que el comentarista medio se dirige a este actor y director. Con promociones kamikazes como la que hizo con La piedad, Casanova se ha granjeado el odio de un sector de la ciudadanía al que puedo englobar dentro del eufemismo “nostálgicos del Régimen”. El problema que tiene esta gente con Eduardo Casanova es lo visible de su homosexualidad. El tipo de persona que dice que “a nadie le importa con quién te acuestes” es a la que le importa, y mucho, con quién se acuestan los demás. Gente de orden que ahora llama sidoso a Casanova porque él tiene VIH y lo ha dicho públicamente.

La carcundia ha reaccionado de forma parecida a cuando en el programa de Encarna Sánchez se dijo que Miguel Bosé tenía “la enfermedad de moda”. Igual que en el colegio que Montserrat Sierra tuvo que abandonar en los años noventa, con solo seis años. Todo sigue igual que hace 35 años. Se sigue usando el adjetivo “sidoso” para referirse a los portantes del virus de inmunodeficiencia humana que, además de eso, son homosexuales. Hay gente tan ignorante que piensa que hay que ser promiscuo y homosexual para contraer el VIH, cuando es tan enorme la cantidad de hombres heterosexuales que busca relaciones sin preservativo. El sexo es mejor sin preservativo, qué duda cabe, pero es también un riesgo. Nadie está a salvo de una mala decisión durante un encuentro casual, y antes de ser monógamos todos hemos sido solteros.

Las reacciones y comentarios a las declaraciones de Casanova recuerdan a las que tuvo la excelente campaña Pónselo, póntelo, en 1990. Se decía, desde el ala conservadora, que animaría a los niños a mantener relaciones sexuales. Y los niños las tuvimos, sí. Cuando crecimos. También la hubiéramos tenido sin esa campaña, porque la vida es la que es, y el silencio puede tapar las cosas, pero no las elimina. Por eso es tan relevante que una persona como Eduardo Casanova tenga el valor de contar que tiene VIH. Y lo más insano, retrógrado, homófobo y bajo es utilizar el adjetivo “sidoso” como si estuviéramos otra vez en 1990.

Sobre la firma

Más información

Archivado En