Y ahí están Gervais y Houellebecq
El escritor francés me fascina, provocador genético o racional, blasfemo con estilo, cronista brillante y desesperado de la realidad de su país y de la existencia en general
Me convence mi amigo Mantilla para que me acerque a un festival al aire libre que se titula Ideas, enunciado mosqueante para mí y con el que siempre me resuenan aquellas palabras de Brassens: “¿Morir por las ideas? De acuerdo, la idea es excelente. Pero de muerte lenta". La razón es que van a entrevistar a ...
Me convence mi amigo Mantilla para que me acerque a un festival al aire libre que se titula Ideas, enunciado mosqueante para mí y con el que siempre me resuenan aquellas palabras de Brassens: “¿Morir por las ideas? De acuerdo, la idea es excelente. Pero de muerte lenta". La razón es que van a entrevistar a Michel Houellebecq, escritor que me fascina, provocador genético o racional, blasfemo con estilo, cronista brillante y desesperado de la realidad de su país y de la existencia en general, pornógrafo eficaz (qué calentón pillé leyendo Plataforma), individuo en posesión de una temática tan nihilista como lúcida, pero que todavía no se ha suicidado a pesar de los pesares.
Y nos presentan. Y estamos juntos un rato, en silencio. Él, acompañado todo el rato de una bolsa misteriosa. Y nos ignoramos cortésmente. Aunque mi francés fuera perfecto no se me ocurriría entablar conversación social con alguien con el que me reconozco tanto. Nos hacen una foto pintoresca. Los dos estamos en silencio, en posesión continua en nuestras manos de una botella de agua mineral. Y fumando indesmayablemente, aunque esté medio prohibido. Como casi todo.
Y después un catedrático francés entrevista a Houellebecq. Es el espectáculo más grotesco que he visto en los últimos años. Tiene en frente al gran provocador, al más ácido, al destroyer implacable. Y le pregunta por cosas absurdas en un interrogatorio surrealista. Por Epicuro, por Kant, por Nietzsche. Y el público abre la boca. Houellebecq pasa de todo. Es un diálogo de besugos, hablando sobre la nada teniendo a ese fulano explosivo.
Me recupero de semejante esperpento viendo en Netflix el último y maravilloso monólogo de Ricky Gervais. Y me digo: “Te van a matar, no solo el universo woke, sino también cualquier poder establecido al que agredas con tu genial corrosión". Dice el muy cínico que lo hace en nombre del sagrado humor, pero su transgresión es salvaje. Y en algún momento desafía todos los limites y me digo: “Córtate”. Pero cómo me río. Es un espíritu libre y en posesión de infinita gracia. Qué suerte poseer su osadía y su enorme talento. Otros acabaremos en centros de beneficencia. Bueno, Lenny Bruce la palmó de sobredosis de caballo, acosado por la policía y los dueños de la moral establecida. Pero ahí está con inmejorable salud el blasfemo Gervais.