‘Los que van a morir’: Nadie se ha tomado en serio esta película

La recién estrenada serie del director Roland Emmerich es un pestiño sin interés, aquejado por la desidia en la planificación

Anthony Hopkins, en la serie 'Those About to Die'.

Roland Emmerich es un director especializado en películas sobre divorciados que salvan el mundo. La amenaza puede ser extraterrestre (Independence Day), mutante (Godzilla), climática (El día de mañana), un cuerpo astral (Moonfall) o una profecía maya (2012). De acuerdo, quizás no todos sus protagonistas estén divorciados; a algunos les ha dejado la novia. Como Emmerich suele escribir sus guiones, sabemos qué clase de material le hace vibrar como para activar artillería y fanfarria de g...

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Roland Emmerich es un director especializado en películas sobre divorciados que salvan el mundo. La amenaza puede ser extraterrestre (Independence Day), mutante (Godzilla), climática (El día de mañana), un cuerpo astral (Moonfall) o una profecía maya (2012). De acuerdo, quizás no todos sus protagonistas estén divorciados; a algunos les ha dejado la novia. Como Emmerich suele escribir sus guiones, sabemos qué clase de material le hace vibrar como para activar artillería y fanfarria de gran superproducción. Incluso en una película en apariencia tan ajena a él como Anonymous (sobre la identidad de William Shakespeare) supo desenvolverse como si cada línea del guion fuera trascendencia pura. Nada en él es verista. Todo es artificio, incluso en sus primeros filmes (El secreto de Joey y El secreto de los fantasmas) se ve el afán de replicar los grandes éxitos de Hollywood. No diré que es un gran director, pero desde luego sí es uno muy solvente, con una notable capacidad para hacer cine entretenido.

Por esto es difícil entender por qué su recién estrenada serie (Those About to Die) sea un pestiño sin interés, aquejado por la desidia en la planificación y por un guion que sortea cualquier oportunidad de resultar interesante. Todo está correcto en esta serie. El vestuario, el casting, los efectos especiales, la música, los personajes… pero todo nos da exactamente igual. El argumento es lo bastante sugerente como para hacer una buena serie con la excusa de los gladiadores y las apuestas, pero atufa a guion escrito siguiendo al pie de la letra todas esas normas de escritura cinematográfica que hay que saber saltarse para hacer algo que enganche.

Los proyectos empiezan en el guion, y si este no tiene algo de magia, el desinterés se apodera de todos los implicados, empezando por los productores, que miran el dinero, y las plataformas, que miran el engagement. La molicie se contagia de unos a otros y llega al momento en el que todos piensan que, bueno, el proyecto no es para tanto y no pasa nada si todos lo dejamos morir entre todos. Cuando se pregunten por qué nadie dio la voz de alarma en tal o cual película, tengan claro que es uno de esos casos en los que el dinero estaba ahí y, ya puestos, había que gastárselo como fuera. No había que salvar el mundo esta vez, solo hacer una serie entretenida. Lástima que la vagancia haya sido más potente que cualquier cataclismo.

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