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Flipo en colores al enterarme de que a partir de ahora ya no existirá el sexismo en el Festival de Cine de San Sebastián a la hora de conceder sus ancestrales premios a las mejores interpretaciones masculina y femenina

José Luis Rebordinos, durante la presentación del cartel del 69º Festival de Cine de San Sebastián.EFE

Pongo a prueba todos los días mi capacidad para quedar estupefacto ante noticias que veo, escucho o leo. Creía que el bochorno que me asaltó con la revolucionaria definición de una ministra entre cursi y jacobina sobre el sexo de la infancia, exigiendo que se hable de niños, niñas y niñes era insuperable, pero descubro cotidianamente que la estupidez no tiene límites. Y que está arrasando que la policía del pensamiento puede enmarcar en sus listas negras cualquier disidencia hacia su dadaísta imperio.

Mantengo antigua e indestructible amistad con ...

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Pongo a prueba todos los días mi capacidad para quedar estupefacto ante noticias que veo, escucho o leo. Creía que el bochorno que me asaltó con la revolucionaria definición de una ministra entre cursi y jacobina sobre el sexo de la infancia, exigiendo que se hable de niños, niñas y niñes era insuperable, pero descubro cotidianamente que la estupidez no tiene límites. Y que está arrasando que la policía del pensamiento puede enmarcar en sus listas negras cualquier disidencia hacia su dadaísta imperio.

Mantengo antigua e indestructible amistad con José Luis Rebordinos, director del Festival de Cine de San Sebastián. Y con alguna otra persona de su equipo. Pero flipo en colores al enterarme de que a partir de ahora ya no existirá el sexismo a la hora de conceder sus ancestrales premios a las mejores interpretaciones masculina y femenina. Imagino que con el noble propósito de no discriminar a los intérpretes transexuales o de otras condiciones genéticas, que el concepto masculino y femenino ya es algo retrógrado y medieval. Pues vale. También me cuentan que una de las principales ofertas en la próxima edición del festival será un ciclo titulado Flores en el infierno. La edad de oro del cine coreano. Y percibo que estoy muy viejo, que ya no me queda energía para seguir hablando de la nada.

También me asalta un escalofrío duradero al observar la programación del inmediato Festival de Cannes, que algunos consideran poderosa y selecta. Desconozco a algunos directores nuevos, pero la obra de la mayoría de aquellos que lamentablemente he tenido que sufrir durante décadas en los festivales (gran parte de ese cine era inestrenable en las pantallas comerciales) me provoca tanto tedio como miedo. Ojalá que me equivoque. Entretengo la espera de tanto cine profundo y vanguardista leyendo en la sección cultural de los periódicos cosas como esta danza contemporánea andaluza contra los corsés de la masculinidad. Y así todo el rato. Qué pesadilla.

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