Frances Haugen: “En vez de invertir en seguridad, Facebook invierte en ingenieros de videojuegos”
La exempleada de Marck Zuckerberg abre la Web Summit de Lisboa, que espera recibir 40.000 visitantes, con críticas a las prácticas de la compañía
Frances Haugen, la antigua ingeniera de Facebook que ha causado la mayor crisis de reputación de la empresa (ahora llamada Meta) al desvelar prácticas de la compañía que afectan a la estabilidad de países y personas, abrió en la noche de este lunes la Web Summit, la gran cita tecnológica que se celebra en Lisboa hasta el jueves 4. Algo debe indicar el hecho de que por vez primera el botón inaugural fuese apretado por una mujer que se ha atrevido a d...
Frances Haugen, la antigua ingeniera de Facebook que ha causado la mayor crisis de reputación de la empresa (ahora llamada Meta) al desvelar prácticas de la compañía que afectan a la estabilidad de países y personas, abrió en la noche de este lunes la Web Summit, la gran cita tecnológica que se celebra en Lisboa hasta el jueves 4. Algo debe indicar el hecho de que por vez primera el botón inaugural fuese apretado por una mujer que se ha atrevido a denunciar a uno de los gigantes de Silicon Valley y que volvió a plantear ante el auditorio del Altice Arena las denuncias que ha formulado ante congresistas estadounidenses y británicos en las últimas semanas sobre los mecanismos internos de la empresa que favorecen discursos de odio y relaciones de dependencia digital.
“Hay un patrón de comportamientos que afecta a nuestra seguridad”, señaló durante su intervención. “Constantemente Facebook elige expandirse hacia nuevas áreas en vez de limitarse a lo que ya hace. En lugar de invertir en hacer la plataforma más segura, invierte en contratar ingenieros de videojuegos”, reprochó en alusión al nuevo mundo virtual, el metaverso, lanzado por Mark Zuckerberg para que los usuarios trasladen a él buena parte de sus actividades reales como estudiar, trabajar, comprar o comunicarse.
El problema, puntualizó, “no son las personas o las malas ideas. El problema es a quién le da Facebook el megáfono. El contenido extremista es el que tiene mayor audiencia”. La solución radica, en su opinión, en impedir que los algoritmos decidan qué deben ver las personas en la red social. Haugen acusó a la compañía de falsear el problema real al tratar de limitar el debate sobre la reforma de la red a una elección “falsa” entre censura y libertad de expresión.
Acompañada en el escenario por Libby Liu, la responsable de Whistleblower Aid, una organización benéfica que presta apoyo legal a las personas que denuncian irregularidades, Haugen explicó que no le atemorizaba el paso que había dado contra Facebook y que se había guiado por una frase de su madre: “Cada ser humano merece la dignidad de la verdad”. No fue dura con Zuckerberg: “No es una mala persona por cometer errores, pero es inaceptable si continúa cometiéndolos después de saber”. Pero tampoco ocultó que ella es partidaria de que abandone su cargo en Facebook: “El consejo de administración puede cambiar al presidente ejecutivo”. “Es difícil que la compañía cambie mientras él permanezca como CEO. Espero que se dé cuenta de que puede hacer otras cosas en el mundo... Creo que Facebook sería más fuerte con alguien preocupado por la seguridad”, añadió.
En sus respuestas a la periodista Laurie Segall, fundadora de Dot Dot Dot Media, Haugen explicó que le desagrada ser el centro de atención y que no había planeado desvelar su identidad. En un primer momento se revelaron sus documentos en The Wall Street Journal sin identificar su procedencia, pero finalmente se alegra de haber expuesto todo lo que observó y descubrió durante su trabajo en la compañía. “Tenía mucho miedo antes de salir de Facebook, pero después de salir dejé de tenerlo. Creo que hay millares de vidas en juego y nada es tan grave como eso”, dijo.
La ingeniera se llevó consigo miles de documentos internos de Facebook que demuestran que los algoritmos trabajan de forma que favorecen la discordia y que la red está diseñada para estimular el consumo y la dependencia. En EE UU impactó especialmente la noticia de que sus responsables eran conscientes de que Instagram, su red social de fotos, resultaba tóxica para la salud mental de muchas adolescentes.
Antes que Haugen pasó por el mismo escenario Ayo Tommeti, una de las cofundadoras del Black Lives Matter, considerado ya uno de los movimientos más relevantes en la historia de EE UU, que reivindicó cómo la innovación ha servido para expandir sus ideas de justicia y democracia. “Tenemos la oportunidad de usar la tecnología para acelerar la consecución de nuestros objetivos”.
Con esta edición la Web Summit ha recuperado su formato presencial, suspendido durante la edición anterior debido a la pandemia. El evento virtual organizado en 2020 no dejó a la organización ni buen sabor de boca ni buenas cifras. Una de las grandes cumbres sobre el mundo digital ha comprobado en carne propia que el éxito, y el beneficio económico, de esta cita necesita una interacción real. “Perdimos una gran cantidad de dinero, fue catastrófico sin duda”, señaló en una entrevista al semanario Expresso el líder y cofundador de la Web Summit, el irlandés Paddy Cosgrave.
En esta cita se esperan unos 40.000 visitantes y la participación de 1.250 empresas emergentes y 700 inversores de la industria tecnológica. Entre los oradores están previstos directivos de Facebook, Amazon, Apple y Microsoft y, entre otros temas, se dedicarán varias sesiones al desarrollo sostenible y a las criptomonedas.
La Web Summit comenzó a celebrarse en Lisboa en 2016, tras abandonar Dublín, donde nació. A la mudanza, aparte de otras razones, ayudó que el Gobierno portugués de entonces diera 3,9 millones para que se celebrara en la capital portuguesa, frente a los 700.000 que le había dado el ejecutivo irlandés. En 2018 se abrió una especie de puja internacional para atraer la cita tecnológica a otras ciudades como Madrid, Valencia o Londres, pero la suma de esfuerzos entre varias instituciones portuguesas (Gobierno, Ayuntamiento de Lisboa y Secretaría de Estado de Turismo) logró retenerla en Lisboa a cambio de 110 millones de euros hasta 2028 (11 millones al año). Cosgrave, sin embargo, está negociando para celebrar eventos en próximos años en otros países como Brasil, aunque en su opinión no vulneran el acuerdo con las instituciones portuguesas.
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