Escuelas de tecnología para padres: cuando el adulto necesita entender el mundo de sus hijos para guiarles
Los expertos que ayudan a las familias a gestionar el desarrollo digital de los niños advierten de la dificultad de educar sobre una realidad cambiante e instan a los progenitores a predicar con el ejemplo
Melchor Gómez, Profesor de Tecnología educativa en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), resume así un problema con el que se topan muchos padres y madres en la actualidad: “Nuestros padres ya nos decían que consumir tanta tele nos iba a dejar tontos, pero al menos ellos entendían qué era la tele. Ahora un adolescente dice que ha hecho un directo para Twitch y los padres no saben de qué les está hablando”. Una nueva realidad que ha hecho proliferar las escuelas de padres digitales con una misión no exenta de dificultades: al escollo de educ...
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Melchor Gómez, Profesor de Tecnología educativa en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), resume así un problema con el que se topan muchos padres y madres en la actualidad: “Nuestros padres ya nos decían que consumir tanta tele nos iba a dejar tontos, pero al menos ellos entendían qué era la tele. Ahora un adolescente dice que ha hecho un directo para Twitch y los padres no saben de qué les está hablando”. Una nueva realidad que ha hecho proliferar las escuelas de padres digitales con una misión no exenta de dificultades: al escollo de educar en un mundo cambiante, se añade la paradoja de que, a menudo, los hijos manejan más tecnología que sus progenitores. O bien hacen un uso de ella que deriva en conflictos.
La demanda por parte de las familias de formación tecnológica y pedagógica comenzó hace algo más de dos décadas. En el caso del propio Melchor Gómez, todo empezó con las charlas informales a la salida del colegio de sus hijos, cuando habitualmente algunos padres le preguntaban ―debido a su profesión como profesor especializado en tecnología educativa― cómo afrontar algunos comportamientos de sus hijos como la adicción a las pantallas, el mal humor cuando les cortaban los videojuegos, el desinterés por los estudios… A partir de ahí, se organizaron y desde la asociación de padres le pidieron que diera algunas charlas en el colegio. Después, el boca a boca hizo el resto y empezaron a llegar llamadas desde otros centros.
En aquellas primeras charlas se abordaban fundamentalmente aquellos aspectos que más preocupaban a los padres, como el tiempo que dedicaban sus hijos frente a las pantallas en comparación con el que empleaban en estudiar. “Cuando se les preguntaba qué hacían sus hijos, respondían que no sabían, que se encerraban con el móvil y las pantallas en su habitación. Por ello, ya no se trata de tener o no formación en las herramientas digitales, sino de la pedagogía de querer saber y enterarse de qué tipo de cosas hacen, qué ven, sus redes sociales, qué youtubers siguen…”, explicaba Gómez.
Guillermo Cánovas, director de Educalike, un observatorio para la promoción del uso saludable de la tecnología, empezó con esa labor pedagógica de un modo parecido. ”Surgió por demanda, fueron los propios padres los que se dirigieron a mí en un momento dado para que les ayudara”. Ya en torno a 1998 o 1999, empezaron a identificarse problemas y una brecha digital importante entre lo que sabían ellos y los hijos, pero como explica Cánovas, no había tanta variedad. “Y sobre todo, las herramientas se utilizaban en casa, el acceso a la tecnología sucedía fundamentalmente en presencia de sus progenitores. En esa época ya se hablaba de la importancia de no tener el ordenador en la habitación del niño. Todo eso ya no se menciona, porque lo llevan en el bolsillo”.
Cánovas, que también dirigió durante doce años el Centro de Seguridad en Internet para los menores en España, integrado en el Safer Internet Programme de la Comisión Europea (2002-2014), imparte cursos por nuestro país y el extranjero tanto a niños y adolescentes como a padres y madres. En estos talleres se trabajan multitud de contenidos: la salud digital, la infoxicación (exceso de información), las noticias falsas, desórdenes de adicción… Pero también se preocupan mucho de tratar aquellos aspectos que trascienden a la vida detrás de las pantallas: cómo se desarrolla la identidad digital de un niño o adolescente en una red social, su reputación digital, las consecuencias a lo largo de su vida, qué información proporcionan, y en general todos los temas relativos a la privacidad.
En muchas ocasiones, es tal la avalancha de preguntas que no pueden profundizar en ciertas materias. “Tienen tantísimas dudas que a veces pasamos una hora entera dedicada solo a contestar preguntas”, comenta el director de Educalike, quien opina que el único y mejor instrumento es la educación y no se pueden poner herramientas tan potentes en manos de los niños sin una formación previa. “Si es necesario, habrá que formar primero a los adultos, pero no mirar hacia otro lado, y dejar que ellos solos se internen en un mundo digital tan rico y variado sin la menor tutorización”.
¿Dónde encontrar esa formación que los padres necesitan? Buceando un poco por internet podemos toparnos con diversas opciones, como los cursos que ofrecen en la Universidad de Padres, en la Escuela digital para padres y madres, o la propia Educalike. No obstante, estos cursos pueden ser canalizados desde los propios centros educativos, que bajo demanda se ponen en contacto con los profesionales que se dedican a ello.
Este es el caso del Colegio Arturo Soria en Madrid, que lleva varios años gestionando este tipo de talleres. Las temáticas de las formaciones se han ido adaptando a las preocupaciones que van surgiendo en este centro, administrado por una cooperativa de padres y madres implicados en la educación. Organizan los cursos de Aula abierta que cuentan con expertos de diferentes áreas, como psicólogos, profesores o profesionales de la tecnología. Rubén Durán, jefe del departamento de orientación, nos habla del ejemplo más reciente, el taller dedicado a redes sociales. “A veces es un campo espinoso para los padres porque no comprenden la continua migración de redes de los chicos a determinadas edades. Cuando nosotros estamos en Facebook, ellos han pasado de Instagram a TikTok”.
En estos encuentros, intentan introducir a las familias preguntas o pasos de reflexión. “No se trata de prohibirlas, sino de generar una cultura digital. Y eso pasa por hacer una reflexión con el niño sobre para qué quiere esa red social, qué contenidos quiere subir, por qué, quiénes serán sus contactos…” La intención es guiarles para que después, en su propia dinámica familiar, puedan ir introduciendo este tipo de cuestiones y no simplemente estrategias categóricas de “te dejo” o “no te dejo”, o “lo hago a tus espaldas”.
La oferta de escuelas en internet es una opción cada vez más recurrente. Un ejemplo es la Universidad de Padres, donde tratan aspectos de este tipo como en su curso Vivir y sobrevivir a las pantallas en familia, en el que reflexionan sobre cómo acompañar a los hijos en el acceso a la tecnología, y los asuntos relacionados con las herramientas digitales: redes sociales, videojuegos, el ejemplo que damos los adultos, etc.
También hay iniciativas que abordan temas más específicos, como es el caso de la Escuela digital para padres y madres, gestionado por Talía Rodríguez e Isaac Maroto, fundadores de Social Open Lab. Vinculados a las Universidades de Vigo y Santiago de Compostela, respectivamente, llevaban tiempo identificando que la gente joven no era capaz de diferenciar o distinguir lo que era publicidad en redes sociales, dónde estaba el contenido pagado… “Vimos que ahí algo pasaba”, comenta Rodríguez. Con los adultos observaron la preocupación que existía con los niños y el uso del móvil. A partir de ahí hicieron un diseño específico de formación desde el área de la comunicación y la publicidad, campo del que ambos provienen profesionalmente y conocen bien. En su asociación, dedicada a trabajar las herramientas audiovisuales como fórmula de aprendizaje colectivo, realizan cursos tanto para adultos como para jóvenes.
Gestión de las adicciones y modelos en casa
Las preocupaciones familiares en torno al uso de la tecnología van cambiando con el tiempo, y si hasta hace poco se centraban principalmente en temas de seguridad, como el contacto con desconocidos, ahora la tendencia está derivando hacia el uso abusivo y los trastornos adictivos. La razón es que padres y madres detectan que esto empieza a restar calidad de vida y a interferir en sus estudios, en las relaciones de casa, en la salud, en el sueño y a veces incluso en las comidas.
Los expertos consideran que los padres deben examinar qué ejemplo dan y qué consecuencias tiene. “En ciertos modelos parentales se puede estar fomentando, sin saberlo, ciertas conductas no saludables de la tecnología. Por ejemplo, si se pone un límite de horario al uso de WhatsApp, pero nosotros nos llevamos el móvil a la cama, estamos estableciendo un modelo. Y el modelo no es solo para el hijo, sino para toda la familia”, explicaba Durán. Además, los adolescentes les cuentan habitualmente que sus padres les dicen que deben dejar el móvil para hablar en familia, pero ellos cogen las tres o cuatro llamadas que les entran mientras están comiendo. “Eso es algo que en los talleres tratamos de hacer, reflexionar cómo nosotros queremos transmitir ciertos valores o ciertas maneras de comportarnos que ni siquiera estamos respetando”.
Cristina Carbonell, responsable del área de formación de la Fundación Edelvives, es de la misma opinión. “A la mayoría de los adultos nos preocupa la cantidad de tiempo que pasan los jóvenes frente a las pantallas; sin embargo, no siempre somos conscientes del tiempo que nosotros mismos llegamos a invertir a diario: cuando les recogemos en el colegio, durante las comidas familiares, mientras paseamos... en cuanto tenemos un momento libre lo consultamos, muchas veces incluso por inercia, de manera inconsciente. No debemos olvidar que los niños aprenden por imitación y por lo tanto nuestro ejemplo es fundamental a la hora de educarles. Si nos ven todo el día enganchados a las pantallas, darán por sentado que esto es lo normal”.
Cánovas explica que a veces es difícil identificar las adicciones, ya que un trastorno adictivo no se mide solo por el tiempo que pasa un niño delante de una pantalla. “Hay niños que pasan dos horas diarias y no tienen ningún problema, y otros que pasan una hora diaria y son adictos. Tenemos en cuenta unos diez criterios distintos de valoración para determinar si alguien está desarrollando un trastorno adictivo”.
Todos coinciden en que para que este tipo de formación funcione debe implicarse todo el clan familiar. “En cualquier asunto de familia, si no incluye a toda la tribu al final va a ser una solución temporal”, asegura Durán. También esperan que la siguiente generación sea mucho más consciente y en unos años se haya interiorizado la necesidad de formación constante. “A todos los niveles, la gente va a tener que interiorizar la necesidad de formación continua, como en las empresas”, razona Cánovas.
Gómez lamenta, por otro lado, que solo se hable de los aspectos negativos. “La tecnología tiene un lado muy positivo, bien usada facilita la sociabilización, ayuda a compartir, a aprender a resolver problemas… Pero, lamentablemente, la parte que hace que los padres se introduzcan en ella es justo la contraria”. Cánovas también ve los beneficios, como por ejemplo, en el acercamiento emocional que están identificando entre nietos y abuelos gracias a los dispositivos digitales.
“¿Cómo educamos a los jóvenes? No, la pregunta es cómo educamos a la sociedad. Necesitamos alfabetización mediática a nivel social. Y eso frenaría asuntos como las fake news, depresiones de adultos a causa de las redes sociales, etc. La tecnología y los medios de comunicación van mucho más rápidos que la sociedad, pero para jugar a este juego necesitamos conocer las reglas, hasta ahora las hemos ido aprendiendo a golpes”, concluye Maroto.
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