“Si no quieres ver tuits nazis, finge que estás en Alemania”

Twitter combate el discurso del odio mientras lidia con las leyes de cada país y el riesgo de censura

Miembros del Ku Klux Klan en una concentración en Carolina del Sur, EE UU.Chris Keane (EFE)

El presidente de EE UU desayuna, entra en internet y difunde para todo el planeta propaganda neonazi. Este episodio, digno de ficciones distópicas como Black Mirror, sucedió tal cual el pasado 29 de noviembre, cuando Donald Trump entró en el perfil de la periodista ultraderechista Ann Coulter y desde allí retuiteó para sus 44 millones de seguidores (y en realidad para todo el planeta) tres vídeos racistas compartidos por Jayda Fransen, la número dos de Britain First, una organiz...

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Twitter tocó suelo al convertirse en plataforma de difusión masiva del discurso del odio neonazi

El presidente de EE UU desayuna, entra en internet y difunde para todo el planeta propaganda neonazi. Este episodio, digno de ficciones distópicas como Black Mirror, sucedió tal cual el pasado 29 de noviembre, cuando Donald Trump entró en el perfil de la periodista ultraderechista Ann Coulter y desde allí retuiteó para sus 44 millones de seguidores (y en realidad para todo el planeta) tres vídeos racistas compartidos por Jayda Fransen, la número dos de Britain First, una organización fascista del Reino Unido. Twitter tocaba suelo, tras pasar de ser la red de la libertad de expresión a convertirse así en la plataforma de difusión masiva, a escala global, del discurso del odio más aterrador.

Apenas doce días antes, Twitter había anunciado, vapuleada por las críticas, que el 18 de diciembre se acababa la impunidad de los grupos violentos como el de Fransen. En una actualización de sus reglas avisa de que el contexto importa: aunque en la red se mantenga un comportamiento impoluto, si en la calle se pertenece a un grupo que asalta mezquitas la cuenta será suspendida. Es lo que pasó ayer con la propia Fransen y otros líderes de extrema derecha, cuyas cuentas se han borrado de manera fulminante.

Junto con ella, comenzaron a desaparecer numerosas cuentas vinculadas a grupos de odio. Un gesto que muchos usuarios venían demandando desde hace tiempo, hasta el punto de buscar trucos para evitar a los ultras en Twitter. A comienzos de diciembre, la periodista Virginia Heffernan tuiteó una sugerencia que ha recibido mucho apoyo: mudarse a Alemania. Al menos, virtualmente. Porque al cambiar la configuración de usuario y ubicarse en este país, aplicaría la legislación alemana, mucho más restrictiva contra los delitos de odio. La periodista aseguró que los nazis habían desaparecido y animaba a otros a mudarse con ella.

Después de que Heffernan lo difundiera, el portal de comprobación de bulos Snopes confirmó que es cierto. Por ejemplo, al cambiar la ubicación, el usuario deja de ver algunas cuentas nazis. Todo en virtud de la controvertida ley Netzwerkdurchsetzungsgesetz (NetzDG) que entró en vigor el pasado octubre y que obliga a las plataformas a borrar todo mensaje considera ilegal en Alemania —como esvásticas o negación del Holocausto— en menos de 24 horas después de haberse denunciado. Si no lo hace, las multas para compañías como Facebook, Google o Twitter pueden ser de cinco y hasta 50 millones de euros. Cualquiera lo puede comprobar mudándose virtualmente a Alemania: nada más hacerlo ya permite reportar tuits invocando la NetzDG.

En una actualización de sus reglas avisa de que el contexto importa: también se tendrá en cuenta lo que el usuario haga fuera de la red

Consultado por EL PAÍS, un portavoz de Twitter confirma que deben lidiar con lo que se considera "ilegal" en cada país, y remite a sus reglas sobre países en las que se apunta: "Si recibimos una solicitud válida y con un alcance adecuado de una entidad autorizada, puede ser necesario negar de manera reactiva el acceso a cierto contenido en un país en particular de vez en cuando". Es decir, que en ocasiones, en función de la legislación vigente (desde Twitter recuerdan que España también tiene normativa específica), están obligados a ocultar contenidos. Esvásticas en el caso alemán. Dado que en Alemania van a tener mucho trabajo, preguntamos a Twitter si allí se ha contratado más personal para limpiar de nazis la red: responderán a partir del 1 de enero, cuando entre en vigor esta parte de la NetzDG.

A nadie le puede parecer mal la retirada de apología nazi —salvo quizá el presidente de EE UU—, pero el enfoque es muy delicado porque el mismo marco legal extrapolado a otro contexto puede ser muy peligroso para la libertad de expresión. Y no es una reflexión abstracta. Rusia acaba de copiar palabra por palabra la legislación alemana, como denuncia Reporteros Sin Fronteras, que había criticado duramente la norma: "El proyecto de ley ruso muestra que cuando las principales democracias diseñan una legislación draconiana, proporcionan ideas a regímenes represivos. Nuestros peores temores se han cumplido". Desde Naciones Unidas también se había advertido de que una norma tan estricta, con un plazo tan apurado de 24 horas, va a invitar a que las plataformas se limiten a borrar todo lo denunciado sin dudar, limitando gravemente la libertad de expresión y favoreciendo la censura masiva.

"El proyecto de ley ruso muestra que cuando las principales democracias diseñan una legislación draconiana, proporcionan ideas a regímenes represivos", dice Reporteros Sin Fronteras

Al margen de la legislación germana, Twitter se ha visto obligada a acometer cambios en su abordaje del problema de los mensajes de odio en la red. Apoyados en un consejo de expertos independientes, la compañía ha desarrollado estas estrictas medidas que pusieron en marcha el lunes. Sinead McSweeney, vicepresidente de políticas públicas de Twitter para Europa, Medio Oriente y África, dijo recientemente que han descubierto que "ya no es posible defender todas las voces". Ya nadie se acuerda de aquellos lejanos tiempos de la Primavera Árabe en que se veía a Twitter como un oasis de libertad para los activistas y sus ansias de democracia.

En la compañía que dirige Jack Dorsey reconocen que se les puede ir la mano: "En nuestro esfuerzo por ser más agresivos en esto, podemos cometer algunos errores y estamos trabajando en un sólido proceso de apelación", advertían en un post.

Twitter añade un matiz importante: expulsará a aquellos usuarios que fomenten la violencia, salvo "entidades militares o gubernamentales"

Mientras los grupos de extrema derecha se quejaban el lunes de la "purga", en el ámbito de las cuentas independentistas catalanas crecía un nuevo bulo: que se estaban eliminando deliberadamente usuarios soberanistas. Alguno, levantando una nueva teoría de la conspiración, apelaba a que la nueva directora de la compañía en España, Nathalie Picquot, se casó en 2005 con el primo del rey Felipe VI. Desde Twitter, se limitan a señalar que no han recibido denuncias específicas en ese entorno y a recordar, por ejemplo, que está prohibido el spam en todas sus manifestaciones. La investigadora Mariluz Congosto, de la Universidad Carlos III, mostró ejemplos de usuarios que se suspendían momentáneamente por actividad sospechosa como retuitear de forma automática innumerables cuentas, pero que recuperaban el control al dar prueba de ser un usuario legítimo.

¿Y qué pasa con Trump? Muchos se preguntaban si sus amenazas en Twitter de lanzar una guerra nuclear o su difusión de vídeos neonazis no debería llevar a borrar su cuenta (definitivamente). Hasta ahora, la compañía se había excusado en el carácter noticioso de sus tuits. Pero con la revisión de su normativa, Twitter añade un matiz importante: expulsará a aquellos usuarios que fomenten la violencia, salvo "entidades militares o gubernamentales". Un siglo después, el monopolio de la violencia teorizada por Max Weber también afecta a los tuits.

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