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La ciencia es clara: el síndrome posaborto no existe, es un término inventado por movimientos provida

Los problemas mentales de las mujeres que interrumpen voluntariamente un embarazo no deseado no son mayores que los de las que dan a luz

La literatura científica es clara: el síndrome posaborto no existe. No es solo que no tenga cabida en ningún manual de práctica psiquiátrica ni esté reconocido por las autoridades sanitarias internacionales; es que los estudios serios muestran que los problemas mentales de las mujeres que abortan tras un embarazo no deseado no son mayores que los de las que dan a luz.

El término es un invento de los movimientos antiabortistas (autodenominados “provida”) que el Ayuntamiento de Madrid ha adoptado esta semana como propio al aprobar una propuesta de Vox para informar a las mujeres que quieran interrumpir su embarazo sobre este supuesto síndrome. Incluye, según sus defensores, depresión, alcoholismo o anorexia.

Al bucear entre las publicaciones que hablan de este síndrome, las hay de dos tipos: algunas que lo respaldan, que son endebles científicamente y generalmente patrocinadas por movimientos antiabortistas o/y católicos; y las que lo descartan, estudios serios, con miles de participantes y metodologías avaladas.

Las conclusiones de un extenso informe de la Academia de Reales Colegios de Medicina del Reino Unido son un buen resumen de esta literatura rigurosa:

Las tasas de problemas de salud mental en mujeres con un embarazo no deseado fueron las mismas tanto si abortaban como si daban a luz.

Un embarazo no deseado se asoció con un mayor riesgo de problemas de salud mental.

El predictor más fiable de problemas de salud mental tras un aborto era haber tenido antecedentes de problemas de salud mental antes del aborto.

Los factores asociados a un aumento de los problemas de salud mental en mujeres de la población general, tanto después del parto como después del aborto, fueron similares.

Hubo algunos factores adicionales asociados a un mayor riesgo de problemas de salud mental específicamente relacionados con el aborto, como la presión de la pareja para abortar o actitudes negativas hacia el aborto en general y hacia la experiencia personal de la mujer en particular.

Los autores de este informe, que revisa decenas de estudios, consideran que “las investigaciones futuras deberían centrarse en las necesidades de salud mental asociadas a un embarazo no deseado, más que en la resolución del embarazo”.

La revista de la Sociedad Americana de Psicología publicó en 2022 un artículo de la psicóloga Zara Abrams que también es contundente: “Más de 50 años de investigación internacional muestran que interrumpir voluntariamente el embarazo no está relacionado con problemas de salud mental, pero restringir el acceso seguro y legal al aborto sí causa daño”.

Cita varios estudios, entre los cuales está uno de los referentes: siguió a 1.000 mujeres estadounidenses de 21 Estados para examinar las diferencias y similitudes entre las que se sometieron a un aborto y aquellas a quienes se lo denegaron. Las primeras no eran más propensas a reportar emociones negativas o pensamientos suicidas y más del 95% de las que interrumpieron su embarazo dijeron que había sido la decisión acertada un lustro después.

Juan Carlos Pascual, portavoz de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), explica a EL PAÍS que este síndrome no está aceptado como tal, pero que sí es frecuente ver síntomas de salud mental en mujeres que han tenido un aborto involuntario. “Puede ser un trastorno adaptativo, un duelo por la pérdida, porque la mujer quería tener un hijo y lo pierde. Incluso puede haber estrés postraumático, con sensación de culpa, pesadillas, evitación de situaciones...”, explica.

El especialista matiza que esto no se suele dar en mujeres que han abortado voluntariamente. Sin embargo, sí son frecuentes síntomas tras el propio parto, por lo que existen unidades de psiquiatría perinatal, que atienden tanto a las mujeres que sufren depresión posparto o eventos similares, como a aquellas que pierden a su bebé por complicaciones en el alumbramiento.

Laura Berja, psicóloga que ha trabajado con mujeres que se han sometido a abortos, asegura que lo que sí se sabe es que el embarazo no deseado es un estresor. “Después del aborto se produce un alivio, porque desaparece la situación estresante y mejora la condición emocional”, señala.

En su experiencia clínica, el problema es la estigmatización que supone el embarazo no deseado: “Por una supuesta irresponsabilidad sexual, por el mandato social de ser madres. Que haya políticas públicas como la que se propone ahora, o la que pretendía aprobar Castilla y León de enseñar el feto a las mujeres, lo que hace es añadir estigma y presión”.

Acciones legales

La ministra de Sanidad, Mónica García, anunció el miércoles que su departamento estudiará acciones legales en caso de que los funcionarios del Ayuntamiento de Madrid “desinformen” a las mujeres que acudan a informarse sobre el aborto al hablarles de este inexistente síndrome.

“No existe como diagnóstico clínico. Lo que hay es una violencia camuflada por parte del Partido Popular y de Vox, que son indistinguibles”, dijo la ministra, que equiparó la medida al “hostigamiento y el acoso que se hace a las mujeres a las puertas de las clínicas cuando van a abortar”.

El propio alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha reculado y ha reconocido este jueves que el supuesto síndrome posaborto “no es una categoría científica reconocida”. En todo caso, la información que se facilitará a las mujeres que así lo deseen “no se va a determinar por Vox”, ha dicho.

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