Julio Díaz: “Tenemos que adaptarnos a las altas temperaturas para evitar miles de muertes al año”
El experto del Instituto de Salud Carlos III no prevé un incremento de mortalidad en los próximos días, pero considera que este escenario en abril muestra la necesidad de más planes de prevención
España vivirá en los próximos días un inusual episodio de calor propio de julio cuando aún está en abril, en la primera mitad de la primavera. Las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apuntan a que las temperaturas escalarán el próximo jueves hasta los 39 grados en Sevilla capital, 36 e...
España vivirá en los próximos días un inusual episodio de calor propio de julio cuando aún está en abril, en la primera mitad de la primavera. Las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apuntan a que las temperaturas escalarán el próximo jueves hasta los 39 grados en Sevilla capital, 36 en Badajoz y 34 en Zaragoza. En Madrid y otras ciudades de la mitad norte peninsular los termómetros llegarán a los 31 grados. Un “aviso”. Así define lo que está por acontecer el profesor de investigación en el Instituto de Salud Carlos III y doctor en física Julio Díaz (Madrid, 62 años), que ha dedicado buena parte de su trayectoria científica a investigar la relación entre temperatura y mortalidad.
Pregunta. ¿Es previsible que este episodio de calor provoque un incremento de mortalidad ya a estas alturas del año?
Respuesta. No. Son temperaturas muy elevadas para esta época del año. Pero no llegan a los niveles a partir de los cuales aumenta la mortalidad, que afortunadamente cada vez son más elevados.
P. ¿Por qué?
R. Estamos aprendiendo a vivir con temperaturas más altas. Hace más calor, pero muere menos gente. En agosto de 2003 fallecieron en España más de 6.600 personas en solo dos semanas, con unas temperaturas que ahora provocarían una pequeña parte de esa cifra. Desde entonces, hemos puesto en marcha planes de prevención que han salvado muchas vidas. Estamos logrando que crezca más rápido nuestra capacidad de adaptación al calor que lo que suben las temperaturas.
P. ¿Cómo debemos interpretar este episodio?
R. Como un aviso. Las temperaturas cada vez suben antes. Ser inmovilistas en estas condiciones no es una opción, volveríamos a pasar de 1.400 muertes al año por calor a 10.000 o 12.000. Tenemos que seguir adaptándonos y desarrollando planes de prevención para evitar miles de muertes cada año.
P. ¿Cómo se traduce esto en la práctica?
R. Influye a todos los niveles, es algo global. Un ejemplo. Los planes de prevención frente a olas de calor hasta ahora solo se activaban a partir del 1 de junio. Pero se ha visto que no tiene mucho sentido hacerlo en función del calendario y no de las temperaturas.
P. Las previsiones dicen que Sevilla llegará la próxima semana los 39 grados y Madrid los 31. ¿No se alcanzan los umbrales a partir de los que hay que avisar a la población para prevenir un aumento de la mortalidad?
R. No. Este umbral en Sevilla es algo más elevado, a partir de 40 grados. Y en Madrid, de los 36,5. Esto es algo que también era necesario revisar y ahora el Ministerio de Sanidad lo ha hecho, aunque los nuevos umbrales están pendientes de publicar. Los anteriores tenían en cuenta las temperaturas registradas entre los años 2001 y 2009, estaban anticuados. Los nuevos se han definido en base al calor registrado entre 2009 y 2019. Además, son más precisos. Antes había un solo umbral por provincia y ahora se han dividido por zonas isoclimáticas. La de Madrid, por ejemplo, tendrá tres: zona norte, zona centro y vegas del sur. Los nuevos umbrales son en casi todos los casos más elevados que los anteriores por nuestra mejor adaptación al calor.
P. ¿Por qué hay que establecer umbrales distintos en cada sitio?
R. Porque la evidencia y los datos nos muestran que la mortalidad por calor empieza a incrementarse a temperaturas distintas. En zonas del sur es, en general, a partir de los 40, mientras en el norte puede ser con 28 grados.
P. ¿Y esto por qué ocurre?
R. Porque una de las cosas que más influye para evitar un aumento de la mortalidad es precisamente estar acostumbrado al calor. Un ejemplo está en las propias casas. En el sur son blancas, reflejan mejor el calor, y suelen tener aire acondicionado. En el norte son frecuentes las cubiertas de pizarra, que tienen el efecto contrario, y casi nunca tienen equipos de refrigeración. Adaptar las casas, hacerlas más resistentes a las altas temperaturas, es fundamental.
P. Pero eso no lo podrá pagar todo el mundo...
R. No, por eso son necesarios planes de prevención que tengan en cuenta variables socioeconómicas. Hemos hecho un estudio que muestra que lo que más incrementa el riesgo de morir por calor en Madrid es la pobreza. También la pobreza energética. Hay gente que tiene el aparato de aire acondicionado en casa, pero no lo enciende por miedo a no poder pagar la factura.
P. El año pasado murió un empleado de limpieza de 60 años en Madrid que barría una calle a las cinco y media de la tarde en plena ola de calor.
R. Eso no debe volver a ocurrir nunca más. Sabemos lo que hay que hacer, pero muchas veces aún no se hace. Hay que activar la prevención de riesgos laborales en las empresas con protocolos muy claros. A partir de determinadas temperaturas, hay cosas al aire libre que deben estar prohibidas. Los datos muestran que el impacto del calor ha subido en el grupo de entre 18 y 45 años mientras ha bajado en el resto de edades. Esto es porque en este grupo está la gran mayoría de personas que trabajan al aire libre. El Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo está trabajando para establecer las temperaturas a partir de las cuales es un riesgo trabajar al aire libre.
P. ¿Qué más puede hacerse en las ciudades?
R. Sabemos que los refugios climáticos están funcionando. Hay que seguir apostando por ellos. Son espacios públicos con condiciones de confort térmico a las que acudir cuando las temperaturas son extremas. También hay que trabajar por extender las zonas azules, con fuentes y agua disponible para refrescarse. La vegetación ayuda a contener las temperaturas en todos los espacios...
P. ¿Y el sistema sanitario?
R. Debe contar con protocolos precisos de actuación. Los médicos de familia deben saber cómo actuar cuando les llega un paciente de riesgo, como personas con enfermedades neurológicas, en plena ola de calor. Otro grupo susceptible son las mujeres embarazadas: las olas de calor aumentan los partos prematuros. Lo bueno es que sabemos dónde hay que incidir, pero hay que hacerlo. También sabemos que cuando aumenta el calor, hay más incendios forestales y estos causan más mortalidad por causas cardiovasculares. Por eso hay que activar mecanismos para que la gente no quede expuesta al humo: que se encierre en casa, sea evacuada...
P. Cuando hay una ola de calor también suben los niveles de ozono.
R. Sí. Necesitamos planes que integren todos los factores. Cuando hay una ola de calor, no solo sube la temperatura. También suben los incendios, el ozono, la contaminación, las enfermedades causadas por vectores... Si tú tienes un plan de alerta solo para las altas temperaturas, tu respuesta será mucho menos eficaz si no tienes en cuenta todas estas variables. Hemos hecho un estudio que concluye que el ozono tiene en Madrid un mayor impacto sobre la mortalidad que las propias temperaturas.
P. El MoMo [monitorización de la mortalidad diaria] registró el verano pasado un exceso de mortalidad que no se ha sabido explicar. ¿Pudieron influir cuestiones como esta?
R. Sí. Unas previsiones que solo tienen en cuenta las altas temperaturas son incompletas. Esto puede explicar una parte, pero en el verano pasado fue excepcional por la pandemia. Había más gente con una salud más precaria y eso seguro que también influyó.
P. ¿Todas las olas de calor son iguales?
R. No. La primera del año provoca una mayor mortalidad. Es lo que llamamos efecto siega, ya que en ella muere la mayor parte de población susceptible por enfermedades de base. Otra razón es que existen olas con características distintas. En la zona centro de España, por ejemplo, hay dos tipos de circunstancias que las producen: el bloqueo anticiclónico y la entrada de polvo del Sáhara.
P. ¿En qué difieren?
R. Las causadas por el bloqueo anticiclónico tienen un mayor impacto en la salud y son más intensas. En ellas se dispara el ozono y el dióxido de nitrógeno, no hay viento y suelen durar hasta 15 o 20 días. Las de polvo se prolongan solo tres o cuatro... Esto es lo que hemos observado en la zona centro de España y ahora hay que verlo en el resto del país.
P. ¿En qué mensajes clave cree que es necesario insistir?
R. En la adaptación, que será el resultado de la suma todas las medidas adoptadas para que cada vez seamos menos vulnerables al calor. No adaptarnos, dispararía las muertes.