Colegialas hermanadas que justifican los insultos machistas: “No nos ofenden. Pobrecillos, es una tradición”

Los estudiantes del Elías Ahuja avisaron a sus vecinas de los gritos, que consideran una tradición

Varias jóvenes, en el Colegio Mayor Santa Mónica de Madrid, este jueves.Claudio Álvarez
Madrid -

Han terminado las clases de la mañana y una veintena de residentes en el colegio mayor Santa Mónica se congregan este jueves a la puerta del centro, indignadas con la prensa. No quieren dar su nombre y no permiten grabar ―lo comprueban ellas mismas― pero quieren dejar clarísimo que no se han sentido “ofendidas” por los cánticos de sus vecinos del colegio mayor Ahuja: “Putas, salid de vuestras madrigueras”, les gritar...

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Han terminado las clases de la mañana y una veintena de residentes en el colegio mayor Santa Mónica se congregan este jueves a la puerta del centro, indignadas con la prensa. No quieren dar su nombre y no permiten grabar ―lo comprueban ellas mismas― pero quieren dejar clarísimo que no se han sentido “ofendidas” por los cánticos de sus vecinos del colegio mayor Ahuja: “Putas, salid de vuestras madrigueras”, les gritaron. Una decena de ellas se explica ante este periódico. “A mí si me llaman puta o ninfómana por la calle, claro que me ofendo, pero ellos son nuestros amigos”, cuenta una de las chicas con gran enfado. “Sabíamos que la Granja [así llaman a esta práctica machista] iba a ser el domingo a la medianoche. A menos diez estábamos ya todas preparadas. ¿Si nos ofendiera íbamos a estar allí?”, razona la misma estudiante, que toma la voz cantante. Ellas contestan con las canciones del colegio. “Estamos todos, los 200 de un colegio y los 200 del otro”.

“Pobrecillos, es una tradición. Esto se hace de siempre. Si acaso, que se castigase a los que empezaron a hacerlo hace 40 años”, continúa otra compañera. El colegio Ahuja se fundó hace medio siglo. “Son nuestros amigos. Les conocemos a todos. Somos una hermandad, todos de la orden de San Agustín”, añade. Muchos padres de las alumnas residieron en los colegios y mandan a sus hijos varones al Ahuja y a las mujeres, al Santa Mónica. “Son nuestros hermanos y primos”, resumen. “La prensa nos quieren demonizar, por el tipo de chicos que somos”, prosigue la más locuaz. ¿Qué tipo de chicos?, le pregunta la periodista. Sonríe y baja la cabeza indicando su vestimenta, muy clásica y cuidada. Algunas universitarias, que pagan 1.200 euros al mes por el alojamiento, llevan una cinta con la bandera de España. “No somos un colegio de Vox como hemos leído”, aseguran.

Julia, una de las colegialas con las que ha hablado este diario, ha colgado en su cuenta de Twitter un comunicado en nombre de las alumnas del Santa Mónica en el que muestran su solidaridad con sus vecinos del Ahuja. “Un vídeo viralizado sin entender el contexto es fácil de malinterpretar”. Creen que se traslada una imagen de “odio y machismo que está muy alejada de la realidad” pues conocen bien “los principios y valores” de los colegiales, en muchos casos familiares.

La sensación general entre las colegialas del Santa Mónica es que el tema se ha “politizado debido a quién gobierna”. Tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el ministro Joan Subirats han condenado los hechos. También el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, que en su cuenta de Twitter ha calificado lo ocurrido de “inadmisible”. Pero las colegialas del Santa Mónica defienden a los del Ahuja: “No han violado a nadie. Pobrecillos”. “Esta mañana han aparecido dos chicas con una pancarta de ‘Stop violación”, relatan asqueadas. Las políticas de igualdad de género les suenan a chino.

En el colegio de enfrente, los residentes del colegio mayor Ahuja rehúyen a la prensa. Devuelven como mucho el saludo con cortesía. Pero hay dos estudiantes, colegiales desde hace tres años, que afirman no haber participado y que han decidido dar la cara para “lamentar” los cánticos sexistas y remarcar la excelente relación con las colegialas del Santa Mónica, con las que comparten “miles de actividades”. “Antes se hacían ruidos de animales para captar su interés y luego se cantaban canciones de fútbol cambiando la letra”, explica Juan Melo. “Por ejemplo, en vez de Real Madrid se decía Ahuja. Y aun así, si había alguna clase de insultos se tomaban medidas”, prosigue Melo sin detallar el castigo.

Un joven accede al colegio mayor Elías Ahuja, este jueves.Claudio Álvarez

Melo y su compañero Pascual Antillach no creen que sea una tradición: “No pasa todos los años”. Las colegialas dicen, sin embargo, lo contrario con júbilo. Ellos describen el ambiente ahora en el colegio de “culpa y arrepentimiento”. Ambos piden en nombre de la institución perdón al Santa Mónica, pero creen ―como ellas― que la reacción de los medios ha sido desmedida. “Hombre, tampoco creo que les haya sentado bien”, reconoce Antillach. Al pasar grupos de colegiales, les dan a ambos palmadas en la espalda en señal de apoyo, pero sin mediar palabra con la prensa.

La dirección del colegio Santa Mónica no ha reunido a las residentes y, según ellas, les han dado libertad para hablar con los medios. En el colegio masculino, sin embargo, tendrán que asistir a un curso de igualdad de género y participar en actividades solidarias.

Por la acera que lleva al Santa Mónica pasan “con alivio” Paula, Carmen y Marta. Están en primero de carrera y en su colegio mayor, Mendel, contiguo al Ahuja y mixto desde hace seis años, no hay ni rastro de este tipo de prácticas. “Son muy estrictos con eso. Al revés, los mayores nos han acogido genial”, cuentan. Durante dos semanas han hecho planes conjuntos ―visitas a museos, al parque de atracciones, cañas…― que les han permitido conocerse. Además, a los nuevos colegiales, unos noventa, la dirección les ha insistido mucho en las normas de convivencia y el abuso de las novatadas. El Mendel cuenta también con su propio protocolo de acoso.

Cánticos de los alumnos del colegio mayor Ahuja. Foto: Instagram | Vídeo: EPV

Las tres amigas del Mendel dejan claro que ni han participado ni han visto novatadas en otros centros, pues ser testigo se considera también una falta que sería castigada por el colegio. Otros compañeros de clase las han sufrido, pero describen estas prácticas como “un tabú”.

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