‘Vírgenes’ de covid: “Debo de ser de los pocos que no la han pasado, me preguntan si estoy hecho de otro material”
Un estudio internacional trata de averiguar si existen variantes genéticas que hacen que algunas personas sean naturalmente inmunes al coronavirus
Después de siete olas y sin rastro de la covid en su cuerpo, Álvaro Lodares tiene la sensación de ser “de los pocos que no la han pasado” en España. “Soy el único de mis amigos; todo el mundo me pregunta si estoy hecho de otro material”, bromea este madrileño de 40 años. En estos dos años y medio de pandemia ha seguido las recomendaciones sanitarias de cada momento y, como muchos españoles, fue volviendo en los últimos meses a una vida prácticamente normal. Hace tiempo que va a la oficina, frecuenta bares y restaurantes, presc...
Después de siete olas y sin rastro de la covid en su cuerpo, Álvaro Lodares tiene la sensación de ser “de los pocos que no la han pasado” en España. “Soy el único de mis amigos; todo el mundo me pregunta si estoy hecho de otro material”, bromea este madrileño de 40 años. En estos dos años y medio de pandemia ha seguido las recomendaciones sanitarias de cada momento y, como muchos españoles, fue volviendo en los últimos meses a una vida prácticamente normal. Hace tiempo que va a la oficina, frecuenta bares y restaurantes, prescinde de mascarilla cuando no es obligatoria, ha estado en contacto con personas que poco después enfermaron. Ha perdido la cuenta de los test que se ha hecho: todos negativos.
Pertenece al grupo menguante de españoles que no se han infectado con el coronavirus. O al menos, que no son conscientes de ello. Existen estudios en marcha para tratar de averiguar si, más allá del puro azar, hay factores genéticos detrás de estas personas vírgenes de covid. No se sabe cuántas son: no hay cifra oficial y ni siquiera es fácil calcular cuántas quedan sin contagiarse: ya en Navidad, cuando todavía se contaban oficialmente todos los positivos, había muchísimos que quedaban fuera del radar, ya sea por hacerse la prueba en casa y no reportarla o por ser asintomáticos y no darse cuenta de la infección. Desde marzo, los menores de 60 años ni siquiera cuentan en las estadísticas porque no se les hace prueba diagnóstica.
La mejor aproximación se extrae de dos estudios serológicos que son capaces de distinguir la inmunidad inducida por las vacunas y la natural. El primero, en la Comunidad Valenciana, del pasado abril, daba como resultado que el 52% de los analizados (una muestra representativa de la ciudadanía) había estado infectado. El segundo es algo más reciente y se ha hecho en Navarra. Se dio a conocer el viernes con muestras extraídas hasta principios de junio: el 62% se ha contagiado.
Ninguno de estos dos estudios, que todavía no han sido publicados con revisión por pares, tienen en cuenta la última ola, que está al nivel de la sexta desde el punto de vista infectivo —la de las pasadas Navidades (no hay datos oficiales) y que ha causado millones de infecciones— o incluso por encima de todas las anteriores. Salvador Peiró, uno de los autores del informe valenciano, cuenta que en su investigación la mitad de los infectados habían contraído el virus en la sexta ola y la otra mitad en todas las demás. Con estos indicios, cree que es posible que a estas alturas tres cuartas partes de los españoles ya hayan estado contagiados una o más veces, pero es una simple estimación que tratará de refrendar con un estudio similar en unos meses.
Ambos trabajos muestran una gran variación generacional que sugiere que, a mayor edad, las personas se protegen más frente al virus. En Navarra, el porcentaje de jóvenes que habían pasado la covid antes de la última ola era muy superior al de mayores: el 85% entre los de cinco a 17 años y el 26% de los que tienen más de 80, con un descenso lineal por tramos de edad.
Pero entre personas de la misma edad hay positivos y negativos con características muy diversas. Una pregunta en Twitter sobre cuánta gente no había pasado la enfermedad generó casi 900 respuestas. Había desde familias enteras que nunca han dado positivo en un test usando estrictas medidas de protección hasta personas que eran las únicas de su casa vírgenes de covid a pesar de hacer vida completamente normal y no ser especialmente cuidadosas.
Sergio Pomares, un biólogo de 35 años de Elche, lleva tiempo haciendo vida normal: “He ido a festivales de música, con aglomeración de gente; las fiestas locales que tuvimos en febrero, igual; voy a restaurantes, a interiores. Soy de los pocos en mi entorno que no han dado positivo. Todos mis amigos lo han cogido. También mi marido. Entonces dormimos en habitaciones separadas, pero compartíamos zonas comunes con la mascarilla”.
Andrea Garriga, una matrona de 30 años que ha atendido a numerosas embarazadas con covid, es de las pocas de su hospital (el del Mar, en Barcelona) que no lo han pasado. Y ella está bastante segura de que no lo ha tenido porque por su trabajo se ha sometido a constantes pruebas diagnósticas. Eso sí, reconoce que su vida social se ha reducido muchísimo durante la pandemia. Francisco Javier Ramos, un profesor jubilado de 63 años, ve cómo “el círculo se está cerrando”, pero ni él ni su familia han pasado la covid —que sepan—, pese a ir a restaurantes o de vacaciones.
Las personas que tienen esta “resistencia” a la covid soportan a menudo bromas en su entorno: que si poseen superpoderes, que si las tiene que estudiar la ciencia... Especialmente después de la séptima ola, que ha sido como el coche escoba que ha ido infectando a muchos de los que habían aguantado hasta ahora. Pedro Soriano, abogado de 45 años que tampoco ha dado positivo, cree que su terraza le ha podido ayudar, porque allí hacía la mayoría de reuniones sociales. Aunque asume que se trata de “suerte pura y dura”. Pero lo cierto es que los científicos sí piensan que puede haber una explicación detrás de estos casos: ciertas predisposiciones genéticas que hacen a algunas personas invulnerables ante el coronavirus.
Explicaciones científicas
Una colaboración internacional ha reclutado a más de 10.000 personas que han convivido en la misma habitación al menos cinco días en contacto directo con pacientes positivos y no han sido infectadas. Se trata de secuenciar su genoma en busca de patrones comunes y que los diferencien del resto que sí es susceptible de contagiarse. Una de las científicas que trabajan en este estudio es Aurora Pujol, médico genetista y profesora ICREA en el Institut d’Investigació Biomèdica de Bellvitge (IDIBELL) y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER). En España han reclutado a 200 personas con este perfil para analizar su ADN, algo que tardará todavía entre cuatro y seis meses.
“Debe de haber componentes genéticos que no permiten la entrada del virus”, asegura Pujol. “La idea es entender mejor el mecanismo para poder desarrollar nuevos fármacos personalizados o usar algunos que ya existen. Es un proyecto de medicina genómica para mejorar nuestra respuesta a las pandemias. Más allá de contestar a por qué algunos no se contagian, queremos dar respuesta a una pregunta mayor: por qué la respuesta humana a este virus es tan diferente. La hay desde la mayoría que no tienen síntomas o muy leves a los pacientes que se mueren en la UCI, y no siempre porque sean mayores o porque tuvieran patologías previas”, añade.
Ya hay algunas pistas. En otros estudios se ha comprobado cómo las mutaciones en la vía de interferón (un conjunto de más de 20 genes que son la primera barrera de la respuesta inmune para frenar el virus) pueden afectar a la gravedad con la que los pacientes sufrían la enfermedad. Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología, cree que “como todo en biología”, no habrá una sola causa que explique por qué algunas personas no se infectan, sino que serán múltiples.
Alteraciones en la enzima ACE2 (el receptor del virus) y en una proteína llamada TMPRSS2, que influye en la puerta de entrada del patógeno al organismo, podrían estar detrás de una mayor o menor susceptibilidad de contagiarse. El grupo sanguíneo también se ha relacionado en diversos estudios: el 0 con menor posibilidad de contagio y el A, con mayor. Y hay toda una serie de alteraciones genéticas que se están estudiando sobre la predisposición a enfermar gravemente o morir. “Seguramente hay muchos factores de la respuesta inmunitaria inmediata que influyen y todavía no conocemos”, señala López Hoyos.
Las mutaciones protectoras frente a patógenos ya se conocen para otras enfermedades. Frente al VIH, por ejemplo. Se empezó a investigar a prostitutas que tenían numerosos encuentros sexuales con personas infectadas sin ningún tipo de protección y no se contagiaban. Luego se descubrió que es algo que sucede aproximadamente a una de cada 200 personas gracias a un gen que impulsa la producción de más glóbulos blancos necesarios para defender al organismo.
También hay una mutación que protege frente a la malaria. Es la conocida como anemia de las células falciformes, que es relativamente frecuente en África. La mayoría de los que la desarrollan lo hace de forma leve, así que sin un gran perjuicio para su salud, son prácticamente inmunes al Plasmodium, el parásito de la malaria. Pero en otros casos se convierte en una dolencia realmente grave y, lejos de ser una ventaja, condiciona por completo sus vidas.
El reto de la ciencia es investigar todas estas peculiaridades para entender mejor cómo funciona la interacción entre los patógenos y el organismo humano para poder plantarles cara de forma más eficaz. En el caso de la covid, conocer qué produce inmunidad natural al virus podría servir para desarrollar fármacos que estarían seguramente indicados para las personas más vulnerables o las inmunodeprimidas.