Los hospitales dejan atrás la sexta ola de covid
La ocupación en planta y en UCI entra en riesgo bajo, superando con tasas bajas de letalidad la mayor explosión de contagios de toda la pandemia
Cada vez hay menos enfermos de coronavirus en los hospitales españoles. Este miércoles la tasa de pacientes covid en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) entró en el umbral de riesgo bajo (por debajo del 10%), según los parámetros del Ministerio de Sanidad. Este indicador creció hasta el 23,94% el 24 de enero, el récord de presión asistencial durante la sexta ola y en la frontera del riesgo muy alto (25%). Entonces empezó una caída paulatina...
Cada vez hay menos enfermos de coronavirus en los hospitales españoles. Este miércoles la tasa de pacientes covid en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) entró en el umbral de riesgo bajo (por debajo del 10%), según los parámetros del Ministerio de Sanidad. Este indicador creció hasta el 23,94% el 24 de enero, el récord de presión asistencial durante la sexta ola y en la frontera del riesgo muy alto (25%). Entonces empezó una caída paulatina que también se ha registrado en planta (los ingresos que no requieren UCI): también este miércoles la proporción de hospitalizados por coronavirus respecto al total dejó atrás el nivel de riesgo medio y entró en el bajo (por debajo del 5%), después de alcanzar el 15,25% el 19 de enero. Con el semáforo de Sanidad como referencia, entonces llegó al nivel de riesgo muy alto.
La sexta ola “ha sido muy complicada” para los hospitales, opina Ricard Ferrer, jefe de servicio de Medicina Intensiva en el Hospital Vall d’Hebron y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Medicina Intensiva (Semicyuc). “Ha sido la ola más larga, con mucha diferencia. Empezó con la variante delta en noviembre y aceleró en diciembre con ómicron. Fue especialmente complicado el operativo de Navidad, con muchas bajas y personal en aislamiento. Llegó un punto en el que algunos pacientes se contagiaban de covid en el propio hospital”, indica Ferrer. “La sexta ola no ha sido una broma. Ha tensionado muchísimo a los hospitales. Sin tasas tan altas de vacunación —el 91,1% de la población mayor de 12 años tiene al menos dos dosis—, sus efectos habrían sido terribles”, considera María José García, portavoz del sindicato de enfermería Satse.
Esta ola de contagios ha sido la que ha alcanzado más altura. La incidencia acumulada de casos cada 14 días por cada 100.000 habitantes llegó a 3.418 casos el 21 de enero: esto quiere decir que de cada 100 habitantes, tres estaban contagiados en las dos últimas semanas. Entre los más jóvenes, esta tasa escaló hasta casi un contagiado por cada 10 personas en algunos territorios. Los altísimos niveles de vacunación, que millones de personas ya hubieran pasado la infección y, no se sabe hasta qué punto, la menor gravedad de la variante ómicron evitaron el colapso de los hospitales.
“Con estos niveles de contagio, sin las vacunas, en los hospitales lo habríamos tenido mucho más difícil”, añade Ferrer. Esto no quiere decir que no hayan estado bajo presión, pero la ratio de ingresos respecto a contagios ha sido mucho menor en esta ola que en otras anteriores. Por ejemplo, el 1 de febrero de 2021, en el pico de la tercera ola, había 4.894 personas ingresadas en UCI por covid. Ese día, la incidencia acumulada era de 865 casos por cada 100.000 habitantes en las dos semanas anteriores. Sin embargo, en el pico de la sexta ola, con cuatro veces más incidencia (3.418) había la mitad de ingresados en UCI (2.202). El nivel de contagios se disparó en gran parte porque, a diferencia de en olas anteriores, los poderes públicos apenas impusieron restricciones.
Ferrer cree que esta onda de contagios, a diferencia de las previas, ha tenido un impacto más prolongado en planta que en las UCI: “La excepción en esta ola es que la bajada en las UCI ha sido más rápida que en planta”. Eso se debe, en opinión del jefe de servicio de Medicina Intensiva del Hospital Vall d’Hebron, a que ómicron ha sido menos agresivo que variantes anteriores, aunque se haya transmitido más. Esta impresión se sustenta con datos: mientras que los máximos diarios de ingresados en UCI han rondado cifras parecidas a la quinta y la cuarta ola, los ingresos en planta han sido mucho mayores. En la sexta ola, 19.617 personas han llegado a estar ingresadas en planta, frente a las 10.578 que alcanzó la quinta.
La misma lógica (mayor transmisión con menor proporción de enfermos graves) explica por qué el servicio sanitario que más ha sufrido, en opinión de la portavoz de Satse, es la atención primaria. “Ahí se ha concentrado el golpe de esta ola. Que muchos ciudadanos no hayan necesitado ingresar en el hospital ha supuesto más trabajo para los centros de salud, que han acabado muy saturados”, dice García.
Es difícil calcular cuántas personas han muerto a lo largo de la sexta ola, ya que algunos fallecidos en los últimos meses pudieron contagiarse en olas anteriores. Pero un cálculo aproximado, partiendo del número de muertes por covid notificadas a finales de noviembre hasta ahora arroja unos 12.000 decesos. A mediados de febrero, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, cifró la letalidad de la sexta ola en un 0,15%. Es decir, por cada 1.000 personas contagiadas, mueren 1,5. El dato de la letalidad global ha ido cayendo según ha avanzado la pandemia: en verano del año pasado era el 2,1%, al principio de la sexta ola estaba en un 1,7% y ahora se sitúa en el 0,9%.
“Más músculo hospitalario”
Con la sexta ola en caída, García no tiene la percepción de que los sanitarios sientan alivio en su trabajo. “En general, ahora pensamos en el coronavirus para medir cómo están los hospitales. Y no funciona así. Las listas de espera se han incrementado en estos meses de una forma gigantesca. Se han retrasado pruebas diagnósticas de enfermedades que ponen vidas en riesgo. Necesitamos más personal y nos han quitado casi todo el que habíamos ganado como refuerzo por la pandemia (en octubre, las comunidades habían prescindido de al menos 21.000 sanitarios contratados por la crisis sanitaria)”, indica la representante de las enfermeras. Ferrer hace una reflexión parecida: “Durante la pandemia hemos mejorado en equipamientos, en stock, en farmacia... En lo que no mejoramos es en recursos humanos. Todo sale a base de muchas horas extra y sacrificio. En las primeras olas era diferente, parecía algo excepcional. Esta última ola ha sido demoledora”.
“El pensamiento que se ha instalado en la opinión pública”, continúa el jefe de servicio de Medicina Intensiva en el Hospital Vall d’Hebron, “es que no va a haber más restricciones en España. Hay especialistas que insisten en que siguen siendo necesarias, pero los líderes políticos y la línea de pensamiento no va por ahí. Pero el virus sigue circulando”. Ferrer cree que la única manera de hacer compatible la gripalización de la pandemia y la ausencia de restricciones es que “con más músculo en los hospitales; es más rentable que cerrar bares o restringir la interacción social. No hay que esperar a que el hospital colapse para tomar medidas”. Apuesta por que los servicios de UCI de refuerzo se adapten a otras funciones mientras la pandemia no empeore: “Es como los bomberos. No los necesitas continuamente, pero tienen que estar ahí el día que hacen falta. Y hay que tener en cuenta que sigue habiendo personas que no se vacunan y otras que no se ponen las dosis de refuerzo. Si no nos ayudan, cada nueva ola nos tensionará”.
Diferencias por territorios
Cataluña es la comunidad cuyas UCI han sufrido más durante la sexta ola. Han llegado a estar ocupadas por encima de un 40% por enfermos de coronavirus, cuando el riesgo muy alto lo marca el 25%. Los datos en planta también han sido altísimos, llegando hasta el 18%. En este apartado, los peores registros los marca Madrid, que ha llegado a tener casi un 20% de ocupación hospitalaria por covid, con las UCI en un 28%. Es una cifra ligeramente inferior a la de Melilla, Euskadi, Aragón o Navarra, que también han rondado el 30% de enfermos por coronavirus en cuidados intensivos.