“Me levantaba las faldas y otro hermano me decía: eres una pecadora”. Los abusos en los maristas, la orden con más casos en España
El informe de EL PAÍS sobre pederastia en la Iglesia entregado al Papa y a los obispos españoles suma nuevas acusaciones contra 24 hermanos. Señalan ya a un total de 31 colegios de la congregación desde los años cuarenta
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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Los maristas de España se...
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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Los maristas de España se enfrentan a la investigación más grande de casos de abusos en su historia. Es, de hecho, la orden religiosa con más acusaciones conocidas en los últimos años, contra un total de 107 religiosos y algunos seglares en 31 colegios. Es la cifra que arroja la contabilidad de este periódico. Más de la mitad han surgido desde el pasado verano, cuando EL PAÍS destapó 23 casos, y otros 24 forman parte del dosier que este diario entregó en diciembre al papa Francisco y al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella. En total, en el informe aparecen 40 nuevas denuncias de abusos en 19 colegios maristas desde los años cuarenta hasta 2010. Más de dos tercios de los casos tuvieron lugar tras la llegada de la democracia.
Los patrones de testimonios anteriores se repiten. Entrenadores de deporte, profesores que tocan a toda la clase y eligen a los más frágiles, comportamientos que son un secreto a voces, religiosos que un día desaparecen de un colegio y simplemente son trasladados a otro. Son episodios que marcaron toda la vida a quienes los relatan y en muchos casos todavía hoy sufren las secuelas. Algunos centros concentran varias denuncias, como colegios de Madrid, Valladolid, León y Galicia.
La lista de 251 denuncias de abusos que EL PAÍS ha entregado al Vaticano y la Iglesia española
Al conocer los nuevos casos del informe, los maristas condenaron “estos terribles hechos” y su actitud fue muy distinta a la de la Conferencia Episcopal, que puso en duda el rigor del estudio: “Pedimos perdón a las víctimas por no haber sido capaces de protegerlas, de cuidarlas y por no haber gestionado de manera adecuada esas situaciones. (...) Las víctimas son nuestra prioridad, creemos en su palabra y nos ponemos a su disposición para todo lo que necesiten”. Son palabras de un comunicado de su provincia Ibérica (la orden está dividida en España en cuatro provincias) que resume la actitud de la congregación ante el escándalo.
Los maristas están investigando todos los casos, aunque apenas dan información del proceso, ni detalles que permitan saber más de cada acusado. Tampoco aclaran si darán a conocer los resultados de este trabajo. La Iglesia española se niega a crear una comisión de investigación independiente sobre la pederastia y hasta 70 entidades distintas, entre diócesis y órdenes, están investigando, cada una por su lado y con distinta voluntad, las acusaciones del informe. Dentro de esta dispersión y confusión del proceso, cada una de las cuatro provincias maristas investiga sus casos con criterios propios, y también rechazan unificar los trámites.
Entre los acusados está el hermano A. A., que ha ocupado altos cargos en los maristas. Es acusado por una antigua alumna de tocamientos constantes en el colegio San José del Parque, en Madrid, entre los años ochenta y noventa. “El hermano A., conocido como Sobosio, porque sobaba a todos, tanto a niños como niñas, era el profesor de religión en EGB, y también fue responsable del grupo pastoral y de los grupos de GVC, grupos de vida cristiana, una especie de scouts. Nos quedábamos los viernes una hora más, para hacer juegos, catequesis, y también hacíamos convivencias. Estábamos en sexto, séptimo y octavo de EGB (equivalentes a sexto de Primaria y primero y segundo de la ESO). Llamaba a los alumnos a sentarse sobre sus rodillas y aprovechaba para meterte mano y tocarte por encima de la camiseta y también por debajo. Las piernas, la espalda, muy cerca de los pechos. Le daba igual que fueran niños o niñas. Era vox populi. Nadie hacía nada. Ya cuando éramos más mayores lo evitábamos. Creo que lo apartaron para evitar habladurías”. Este diario ha intentado recabar una réplica del hermano A. pero la provincia Ibérica ha declinado el ofrecimiento. Solo explica que mientras se investiga el caso, al igual que los otros, “se toman medidas cautelares y no se permite a las personas acusadas realizar ninguna actividad con menores”.
Otro marista que ha ocupado numerosos cargos, como director de varios colegios, es Jesús Corral. Lo acusa Javier Mayordomo, que denuncia abusos de este marista y también del hermano Santiago Hebrero, ambos en el colegio María la Inmaculada de la Huerta del Rey, en Valladolid. Los sitúa en el curso 1985-1986. Él tenía nueve años: “A Santiago le llamábamos Simca porque era, a la vez, simpático y cabrón. Con la excusa de que yo era bueno con los ordenadores, me llevaba al aula de informática. Pero nunca encendimos un ordenador. Tiraba un bolígrafo al suelo y me pedía que me agachase a recogerlo. Entonces me agarraba y comenzaba a restregar su pene sobre mi cuerpo. Luego se iba al baño, creo que se masturbaba allí, y cuando volvía se ponía de mala leche y gritaba: ‘Nos tenemos que ir’. Años después lo trasladaron”. Escenas similares se repitieron, asegura, en varias ocasiones. Mayordomo cuenta que Hebrero luego se portaba bien con él e intentaba comprar su silencio con relojes que le regalaba.
Este antiguo alumno también acusa a Jesús Corral de abusar de un compañero suyo muy cercano, por entonces con 11 años: “Era el director del colegio y abusó de él durante todo un año. Le ayudaba con clases de refuerzo todas las tardes y le agredía sexualmente. No hubo penetración, pero los tocamientos eran constantes. Me contó que sabía de otros niños de los que también abusó. Es casi imposible pensar que solo fuimos dos”. Mayordomo denunció a ambos maristas a la orden en 2021. Tuvo una reunión con la congregación, que le mostró su apoyo. La provincia marista de Compostela explica que ambos religiosos están jubilados. Este periódico ha pedido hablar con ellos para escuchar su versión, pero la orden tampoco ha accedido.
Corral comenzó dando clases en el centro de la orden en Zaragoza desde 1971 hasta 1973, según aparecía en su perfil de Linkedin, ahora eliminado. En ese currículum figuraba que luego pasó por otros colegios maristas y, en concreto, estuvo en Logroño de 1982 a 1984; en Salamanca, entre 1984 y 1985; en Valladolid, ya de director, de 1985 a 1991. Después hizo un paréntesis en la docencia, porque fue a Burgos de 1992 a 1999 como terapeuta de Proyecto Hombre. Regresó a Valladolid como director del Centro Cultural Vallisoletano de la orden, hasta 2004. Los años siguientes desempeñó el cargo de director en el colegio de Burgos, hasta 2010, y en el de Salamanca, de 2012 a 2017. Por último, llegó como profesor a Valladolid en 2017. Por su parte, Santiago Hebrero también pasó por el colegio San José en León, donde se retiró en 2020, según datos del centro en Facebook.
En el mismo colegio de Valladolid, Huerta del Rey, también está acusado el marista Emilio Álvarez Estrada, ya fallecido. Paula Alonso recuerda cómo, a sus ocho años, se le abrieron “las puertas del infierno”. Ha necesitado años de terapia. Ocurrió en 1973 y 1974. Ella no era alumna, sino que iba al centro los martes a catequesis. “El padre que atendía la portería forjó lo que parecía un lazo de amistad conmigo, que utilizó para realizar constantes tocamientos que llegaron bastante lejos y entablar conversaciones acerca de las relaciones sexuales. Estos abusos, que en su momento no supe interpretar ni hablar de ellos con nadie, han supuesto un grave trauma para mí y me han marcado profundamente. Es difícil explicar a alguien que no lo haya sufrido los sentimientos de vergüenza y culpabilidad que he sentido durante años, el silencio y la soledad, la frágil autoestima y la desconfianza hacia las personas cuya función se suponía que era protegerte”.
Algo que tortura a Alonso es su convicción de que el colegio sabía lo que ocurría. “No creo que yo fuera su primera y última víctima. Es evidente, por ejemplo, que otro hermano lo sabía, era su cómplice. Un día el portero me cogió de los hombros y me apoyó en sus piernas. Me levantaba las faldas, aunque yo me las volvía a bajar. Este otro hermano estaba enfrente y me dijo, a una niña de ocho años, no se me olvidará nunca: ‘Eres una pecadora’. ¿Por qué?, contesté yo. ‘Como me digas que no eres una pecadora te mato. ¿Acaso no te sabes el Yo, pecador?”.
Este es uno de esos casos que la Conferencia Episcopal desdeña por una supuesta falta de rigor, aquellos en los que la víctima no sabe o no recuerda el nombre del acusado, aunque solo son 35 de los 251 del informe de EL PAÍS. Era el caso de Alonso, pero tras denunciarlo a la orden los detalles que ha contado han bastado para identificarlo: “Me dijeron que Emilio Álvarez Estrada estaba en la portería por las tardes desde 1972 a 1975″. Falleció en Segovia en noviembre de 1975. Antes de Valladolid estuvo también de portero en un centro de formación de hermanos universitarios en Salamanca.
“Lo llevaron a otro colegio y lo nombraron director”
Otro colegio donde se han concentrado varios casos es el de Chamberí, en Madrid. EL PAÍS ha revelado que por allí pasaron en los años setenta y ochenta Marino González, acusado en varios colegios maristas, y Cesáreo Gabaráin, el cura que es el más famoso compositor de música de misa en España. Contra él hay ya un total de 14 víctimas y ocho testigos, según datos facilitados esta semana por la orden. Pero han surgido más casos. El exalumno G. G. M. aún recuerda cuando el hermano Damián llegó nuevo como tutor a 1º de la ESO. Comenzaba el curso 1996-1997. “Era supercolega y muy amigable. En el patio se encargaba de cuidar del recreo y con cinco alumnos, que éramos como amigos suyos, iba siempre abrazado”, comenta. Pero su imagen cambió en una convivencia en Los Molinos, una finca de la orden en la sierra de Madrid donde también Gabaráin llevó a cabo sus abusos. “El hermano Damián me llamó y dimos una vuelta. Me empezó a preguntar si me gustaban las chicas, si me tocaba. Me pareció extraño y me alejé de él. Esa misma noche, a las cuatro o cinco de la mañana, me despierto y me encuentro que está metido en mi cama abrazándome. Desde entonces no conseguí pegar ojo”, explica.
A la mañana siguiente contó lo sucedido a sus amigos: “Nos dimos cuenta de que era algo habitual. Los compañeros decían: ‘Pues a mí me llevó a una sala para darme clases particulares y me desnudó’. Otro compañero nos dijo que le había hecho algo, pero no nos quiso contar qué. Damián desapareció el curso siguiente. Lo llevaron a un colegio de Extremadura y lo nombraron director”, asegura.
Otro colegio marista donde han surgido numerosos casos es el San José, en León. Allí ya eran investigados cinco hermanos, y ahora se suman tres más. Un exalumno, Miguel Guerrero Alonso, ratifica las acusaciones, ya publicadas, contra el hermano Juan José, apodado El Tomate. Afirma que abusó de él en 1992. “Se ponía rojo de ira con los alumnos que no hacían sus tareas. De ahí su mote”, recuerda. Ese año Guerrero fue de visita a Disneyland París y compró una cinta VHS de La Cenicienta. Aunque era en color, se veía en blanco y negro. “El hermano Juan José, que presumía de saber muy bien francés, me dijo que me ayudaría a escribir una carta para enviarla a la tienda donde la compré. Fue en aquel momento cuando abusó de mí”, explica. Lo denunció a la orden en 2021: “Cuando el marista que me atendió escuchó mi relato se echó a llorar”.
Pero además, en este colegio de León emergen ahora denuncias contra tres maristas más. Hasta cuatro alumnos acusan de acoso sexual al hermano T. H. entre 1970 y 1992. “Nos pedía que nos metiéramos con él en las duchas, que lo íbamos a pasar muy bien. También te preguntaba cosas muy raras: ‘¿Has visto a tu madre desnuda? Dime cómo es’. Quitó las puertas de las duchas porque, según decía, quería ver cómo nos duchábamos para evitar que nos masturbáramos. Estaba obsesionado con el sexo y la masturbación”, cuenta un antiguo alumno, víctima también de abusos de otros maristas del centro. “Doy fe de que era de los más comentados sobre sus visitas a los internos en las habitaciones”, añade un segundo testimonio.
Otro exalumno de este colegio leonés afirma: “El hermano Leoncio se hacía pajas en clase, delante de nosotros, mientras nos miraba”. Relata que un día “después de una eyaculación, el semen cayó al suelo”. “Cuando recuperó la compostura, pidió cola a quien tuviera y se impregnó con ella la suela del zapato. Después comenzó a pisar el suelo”, afirma. Los maristas han detallado que el hermano Leoncio luego dejó la congregación. Un hermano del exalumno anterior acusa a otro marista, llamado Balbino, de haber abusado de él, con ocho años, y de su hermana, que entonces tenía 10: “Fue un día que fuimos a visitar el laboratorio. El hermano Balbino nos subió en una especie de taburetes para que pudiéramos ver los animales disecados. Yo recuerdo que iba con pantalón corto y mi hermana con una falda, y nos metió las manos por debajo de la ropa”, relata. Aquellos dos niños, que hoy tienen 59 y 61 años, todavía hoy lo recuerdan vivamente.
“Aunque lo hubiera contado, nadie me hubiera creído”
Galicia es otro de los focos de denuncias en los maristas. Este periódico ha publicado acusaciones contra nueve religiosos en cuatro colegios. Pero siguen apareciendo nuevos nombres. David, un exalumno que cursó bachillerato en el colegio Cristo Rey de A Coruña entre 1990 y 1994, relata su experiencia con Pepe, un seglar que era profesor de educación física en el centro y, según recuerda, también en el colegio Hijas de Jesús, de las jesuitinas. No recuerda su apellido. “Pepe era un colega. Nos acompañaba a los vestuarios, nos dejaba usar su ducha y hacía comentarios de este tipo: ‘Joder, menuda salchicha te está saliendo entre las piernas’. Comentarios que como nunca nos habían dicho si estaban bien o mal, interpretábamos como camaradería. La sorpresa llegó un día que llegué con retraso al gimnasio y medio en broma empezó a perseguirme intentando agarrarme los genitales. La ocasión se repitió al poco tiempo y esta vez me alcanzó, me metió la mano dentro de los pantalones de deporte y empezó a manosearme. Cuando conseguí zafarme me miró con ojos lascivos y le di semejante sopapo que sus gafas salieron volando. Salí corriendo. Suspendí educación física ese trimestre. No le conté nada a nadie porque tenía miedo de las represalias, había golpeado a un profesor, y aunque lo hubiera contado, nadie me hubiera creído. Dudo mucho de que solo lo intentara conmigo”.
En el colegio marista de Vigo, Xosé Viana, que estudió allí en los ochenta hasta 1991, señala al hermano Ángel, Gelo. ”Puedo hablar en primera persona de insinuaciones, caricias, entrar en los vestuarios cuando entrenábamos los del equipo de fútbol. Baboseaba con alumnos. En el colegio consentían estas prácticas”. Viana relata que este docente desapareció a finales de los noventa “sin que dieran ninguna explicación a los padres”. Los maristas han señalado que luego dejó de pertenecer a la orden.
Otro exalumno, esta vez de los maristas de Bilbao, recuerda el acoso de otro seglar, un empleado llamado Aurelio, cuando tenía ocho años, hacia 1990: “Se encargaba del patio y aprovechaba cuando ibas al baño, situado en el patio de arriba exterior, para meterte en un cuarto donde se guardaban los bártulos de limpieza, y cogerte y arrimarte contra sus genitales”. En Bilbao ya habían surgido numerosas acusaciones contra el hermano Esteban Villalba Astarriaga, profesor y entrenador de baloncesto y balonmano.
Un antiguo alumno del colegio marista de Málaga, que no desea identificarse, relata que en los primeros años ochenta el hermano Leoncio R. G., ya fallecido, tenía una conducta “escandalosa”. “Era un anciano de aliento fétido al que aún hoy no puedo olvidar. A los niños que se sentaban a su lado nos solía sobar. Daba clase en sexto de EGB, niños de 11 años. Algo notabas que no era normal, pero pensabas que era solo alguien muy cariñoso. Pero en junio de 1983 me llevó a un aula vacía y me dijo: ‘Bájate la cremallera’. No accedí y él insistió. Yo sabía que eso no estaba bien y me fui. Cuando salí del aula fui a ver a mis amigos y empezaron a mofarse de mí. Era vox populi. No me creo que los profesores no lo supieran. Durante años me he preguntado la de criaturas de las que pudo abusar ese hombre”.
Las denuncias llegan al colegio que los maristas tenían en Larache, en Marruecos, cuando la ciudad formaba parte del protectorado español. Allí estudió Juan Benjumea, que afirma cómo en el curso de 1956 el hermano Valentín abusaba de él y de sus compañeros en clase. “Este hermano se masturbaba en la clase. Sentado en su tarima, detrás de su escritorio, lo veíamos agitar violentamente la mano derecha y con su mirada fija hacia el final de la clase”, cuenta Benjumea, que afirma que el hermano eyaculaba en una pequeña lata que guardaba en su escritorio. También relata que restregaba su sexo en las espaldas de los alumnos en la clase de caligrafía. “Un día se puso detrás de un compañero, este se levantó y le dijo agitadamente en voz alta que no le iba a meter el rabo. El hermano respondió con un fulminante tortazo. Humillado, el alumno escapó de la clase mientras amenazaba al hermano con que sus padres irían a la escuela”, dice Benjumea. Según su relato, el director del centro, el hermano Matías, expulsó luego al acusado: “Nos dijo que se había ido de descanso a su pueblo para cuidar a su familia”. “Gracias al valor de un compañero y a que sus padres salieron en su defensa, nos pudimos deshacer de este hermano pederasta”, recuerda Benjumea, aún con agradecimiento, más de 60 años después.