Test y confinamientos para la desangelada Nochevieja de ómicron
El aumento de los contagios estropea por segundo año los planes de fiesta de los jóvenes, que confiaban en un fin de año más parecido a la antigua normalidad
Juan Foraster tiene 18 años, vive en Barcelona donde este año ha comenzado a estudiar Dirección de Empresas Tecnológicas. Como muchos jóvenes de su edad, esperaba pasar una Nochevieja libre de las restricciones de la pandemia, pero el aumento exponencial de contagios por la variante ómicron y las medidas que han tomado en su comunidad autónoma han dado al traste c...
Juan Foraster tiene 18 años, vive en Barcelona donde este año ha comenzado a estudiar Dirección de Empresas Tecnológicas. Como muchos jóvenes de su edad, esperaba pasar una Nochevieja libre de las restricciones de la pandemia, pero el aumento exponencial de contagios por la variante ómicron y las medidas que han tomado en su comunidad autónoma han dado al traste con sus planes. “Íbamos a alquilar una masía entre mis antiguos compañeros de colegio y pasar la noche juntos”, explica. Del fiestón que juntaría a 30 o 40 de sus colegas ha pasado al confinamiento en su habitación. “Fuimos a Bilbao a celebrar las Navidades, pero al día siguiente dimos positivo mi padre, yo y una de mis hermanas. La mayor, que se ha librado, es la que saca a mi perro y va a hacer las compras. Tenía muchas ganas de estar con mis amigos, pero ahora, como mucho, nos podremos juntar los positivos de mi familia, tomar una cena buena y ¡a dormir!”. Juan, como tantos jóvenes y mayores que acusan el cansancio de una pandemia que ya se siente demasiado larga, reflexiona: “Las subidas y bajadas van cambiando las normas todo el rato. Estamos cansados”.
Patricia Trejo, publicista madrileña de 25 años, reconoce que este año se han chafado sus planes “porque todo el mundo está malo”. Su Nochevieja precovid comenzaba a las doce de la mañana con un aperitivo que podía acabar a la hora de la cena: “Nos parece más divertido, vas rondando por los bares, aprovechas el día, ves a todo el mundo, no estás agobiado como en una discoteca… El año pasado ya tuvimos que ir a un único sitio, mucho más tranquilos y repartidos en dos o tres mesas porque solo se podía estar en grupos de seis. Este año íbamos a recuperar la tradición, pero de 12 amigos, seis han dado positivo y están en cuarentena. Un desastre, porque además tengo previsto un viaje y no sé si podré ir: estoy esperando mis resultados de covid. A mí me preocupa el posible contagio a mi familia, tengo mucho cuidado, pero también estamos saturados”.
La psicóloga Mercedes Bermejo, de la clínica Psicólogos Pozuelo, en Madrid, donde atienden a casi 9.000 pacientes, explica que esta sexta ola ha sido muy inesperada. “A esto se suma el agotamiento de casi dos años de pandemia y los graves problemas de salud mental que está provocando en adolescentes y jóvenes”. Bermejo añade: “Hemos juzgado a los jóvenes y no les hemos acompañado. Está aumentando la sintomatología depresiva, la sensación de que se están perdiendo cosas de sus vidas, símbolos de haber superado etapas que no van a poder volver a tener: su graduación, el viaje de fin de curso, su primera fiesta de Nochevieja…”.
Gonzalo, que prefiere no dar su apellido, tiene 24 años y un proyecto en el mundo de la automoción que ha emprendido ante la precariedad de las ofertas laborales. En 2019 montó junto a otro amigo una fiesta de Nochevieja que reunió a unas 150 personas: “Era una forma de que nuestros conocidos no se tuvieran que gastar un riñón por salir esa noche y al mismo tiempo sacábamos un dinerillo modesto por organizarla”. En 2020 no hubo juerga de ningún tipo y en 2021, un día antes de la noche del cambio de año, aún no saben si juntarse los 40 o 50 más cercanos que habían decidido celebrar lo que parecía el fin de las restricciones. “La condición es hacerse un test de antígenos y demostrar con una foto que se ha realizado unas horas antes de acudir a la fiesta. Pero aun así tenemos muchas dudas, porque entre los grupos que iban a venir aumentan los casos positivos”, explica.
Mucha gente de su edad confiesa que en este tiempo, además de tener que cambiar sus costumbres, han perdido contacto con los amigos y han tenido conflictos entre los que querían mantener la prudencia y los que pasaban todo por alto. Gonzalo les entiende a todos: “Yo he tenido cuidado durante toda la pandemia, no he estado saliendo y entrando pensando en mi familia y en el bien común, y aun así he dado positivo dos veces: la primera hace 10 meses después de ir al funeral de mi abuela en el que nos contagiamos siete familiares, y otra vez hace 15 días, tras jugar un partido de pádel al aire libre que parecía un plan de lo más sano. Es muy frustrante”.
Álvaro Bartual, 25 años, está preparando oposiciones para agente forestal. Le gusta el aire libre y la gente: “En 2019 pude celebrar una Nochevieja normal, en Sierra Nevada, con la plaza abarrotada y muchos abrazos, besos y baile. Pero llegó la pandemia y reconozco que la he llevado fatal. Hay gente que quiere estar en casa, yo he terminado teniendo que tomar pastillas para tratar mi ansiedad. Me gusta mucho viajar, ir a Asturias a hacer surf, lo he echado de menos y acabé explotando”. Durante este encierro, en el que juntarse con amigos ha estado limitado, Álvaro volvió a jugar mucho con la consola que hacía años que no tocaba, se refugió en la música, en hacer comidas especiales para romper la monotonía y en salir a tomar el sol cuando el tiempo lo permitía. “Este año quería juntarme en casa con algunos amigos, ir a un bar después de cenar o estar juntos al aire libre que supone menos riesgo, pero… Solo sé que me gustaría que fuera mejor que el año pasado. Estoy como loco por salir, pero al mismo tiempo pienso que si me contagio se puede estropear el viaje que tengo previsto para ir a esquiar el día 2. Te entran dudas de todo: me meto mis dos dosis de vacunas, me quedo tan contento porque voy a poder ser libre y te encuentras este panorama”.
Amaya Prado, psicóloga educativa y vocal de la junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, habla de “fatiga pandémica”. Y dice: “Si lo miramos con los ojos de los jóvenes, se aprecian muchas contradicciones. No ven el fin, llevan dos años de restricciones, de mascarillas, de tener cuidado, de noticias que después no se producen, de reinfecciones… Y ante la duda se buscan la vida por su lado. En cada etapa de la vida hay necesidades que están por encima de otras y para los adolescentes y jóvenes, estar en contacto con la gente de su edad está por encima de muchas”.
Lourdes Gallego, estudiante de Derecho y Economía, tiene 21 años y recuerda que desde que empezó a salir de fiesta en Nochevieja, ha ido a la que se organizaba en el Poble Espanyol de Barcelona, su ciudad natal. “Allí siempre hay mucha gente, pero no sientes el agobio de una discoteca. Es una fiesta que ahora, con todo lo que está pasando, parecería surrealista. Este año ya teníamos entrada para ir, pero se ha cancelado. Como mucho nos juntaremos un grupo pequeño en casa de una amiga, después de tomar las uvas con nuestras familias”.
Blanca Quiles, de 23 años, es valenciana pero vive en Bruselas donde trabaja en comercio electrónico con un contrato de prácticas en la empresa Levi’s. Temió incluso no poder viajar para ver a su familia en Navidad, algo que ya ocurrió la pasada Semana Santa, cuando dio positivo poco antes de la fecha de su vuelo de vuelta a casa. Esta vez fueron dos compañeros de piso, ella tuvo suerte y una PCR negativa. “Antes hacer una fiesta, comprar una entrada o un vuelo de avión era normal, ahora comprometernos a algo es más complicado”, reflexiona. Muchos de sus amigos, comenta, tienen ahora más miedo a la cuarentena que a ponerse enfermos.
Luis Maicas, 32 años, profesor de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la Universidad Alfonso X El Sabio, pasará la Nochevieja de este año en su habitación de juventud de Zaragoza, adonde viajó en Nochebuena para pasar las fiestas con la familia y los amigos. “Di positivo el día 25″. Adiós a su Día Viejo, que es como llaman él y sus amigos a su planazo del año: jugar al pádel temprano, largo día de tapeo, correr en la San Silvestre de Zaragoza y seguir la despedida del año todos juntos, ya con sus parejas, en casa de alguno de ellos. “Estamos cansados. Yo he sido responsable, las últimas semanas he dado clase con doble mascarilla y es frustrante tener que encerrarme 10 días. Pero es curioso porque muchos no estamos tan centrados en la salud como en los planes pendientes. Solo pienso que el día 14 vuelo a Roma y me tengo que cuidar para poder viajar”.
La fiesta de Nochevieja, dice la psicóloga Mercedes Bermejo, “siempre ha sido un ritual propio de la etapa juvenil. La inseguridad y la incertidumbre generan cansancio y hastío entre los adolescentes, que pierden el impulso que necesitan para empezar un nuevo año con ilusión”.