Un hombre mata a su hija de tres años y se suicida en Madrid
La hipótesis principal de la policía es que se trata de un caso de violencia vicaria contra la madre, de la que el presunto asesino, un francés de 47 años, estaba en trámites de separación
La policía encontró la noche del jueves los cadáveres de un hombre, de 47 años, y de su única hija, de tres, en su domicilio del barrio de Embajadores, en el distrito Centro de Madrid. Ambos habían muerto de forma violenta y la principal hipótesis de los investigadores es que se trata de un caso de violencia vicaria, un tipo de violencia machista en el que el maltratador utiliza a los niños para hacer el mayor daño posible a las madres....
La policía encontró la noche del jueves los cadáveres de un hombre, de 47 años, y de su única hija, de tres, en su domicilio del barrio de Embajadores, en el distrito Centro de Madrid. Ambos habían muerto de forma violenta y la principal hipótesis de los investigadores es que se trata de un caso de violencia vicaria, un tipo de violencia machista en el que el maltratador utiliza a los niños para hacer el mayor daño posible a las madres. Según indica un portavoz policial, el hombre, que se estaba separando de la madre de la menor, mató a su hija para después quitarse la vida. De confirmarse el caso de esta niña, el número de menores asesinados este año por violencia machista ascendería a siete ―46 desde 2013, cuando se empezaron a recopilar datos―. Según la policía, no había ninguna orden de alejamiento contra el padre ni denuncias de malos tratos en la pareja.
Los progenitores estaban en trámites de divorcio y el jueves el padre debía devolver a la niña a la madre, pero no daba señales de vida. Ni cogía el teléfono ni abría la puerta, a pesar de que había luz dentro, como podía ver la mujer nada más asomarse a su balcón. La pareja vivía separada por apenas unos metros, uno justo en frente del otro, él en el número 91 y ella en el 84 de la calle Amparo, ambos en el cuarto piso de una vía de único sentido plagada de bloques de finales del XIX, tabernas con solera y negocios de alimentación, cachivaches, cosmética y telefonía multiculturales, como todo Lavapies.
Preocupada e impaciente, la madre de la menor, de nacionalidad española, llamó a última hora de la tarde a la policía porque no había manera de localizar al padre, al que se refirió en su llamada como su exmarido, de nacionalidad francesa. Se llamaba Julien Charlon y era fotógrafo. Ningún vecino de la calle, conmocionada hoy por el suceso, podía recordar su nombre, para todos era “el francés”, un tipo moreno y muy alto. Los de la madre y la niña, sí.
Sobre las nueve y cuarto de la noche, los agentes entraron en la vivienda y se encontraron con los dos cadáveres, cada uno en una habitación de la casa. Según un portavoz policial, todo apunta a que el hombre mató a la niña y después se suicidó. La policía no detalla como murieron ni ningún otro detalle del suceso, al tratarse de una investigación en curso y al ser la víctima menor de edad.
Los agentes llamaron al Summa 112 y un equipo de facultativos confirmó los fallecimientos sobre las diez de la noche. El Summa tampoco precisa la causa de las muertes, pero sí que fueron violentas. Psicólogos de Emergencias atendieron en la calle a la madre de la menor y a la abuela, que sufrían una crisis de ansiedad. Al domicilio acudieron también agentes del Grupo de Delitos Violentos de Policía Científica y de homicidios para hacerse cargo de la investigación, así como dos furgonetas de la funeraria, que anoche se llevaron ya los cuerpos.
“¿Pero qué ha pasado?”, pregunta esta mañana alarmada la dueña del bar Al Margen al levantar la persiana de su local. Una vecina que vuelve de la compra, Carmen Parejo, cruza la acera y se lo cuenta muy alterada, mientras a ella se le saltan las lágrimas y se señala el brazo arremangado, los pelos de punta. “Claro que los conocíamos, en esta calle nos conocemos todos”, cuenta Carmen, que lleva 30 años en el número 95. “Él era muy muy antipático, no me gustaba nada, y la niñita, una monada, una auténtica preciosidad. Tenían una labradora marrón y la niña siempre jugaba con mi perro cuando me la encontraba. En las últimas semanas estaba más serio y más borde de lo normal, si le venía el aire bien te saludaba, si no, pues no”, asegura. La pareja llevaba “unos ocho o diez años aquí, llegó como un año antes ella y luego él”. “Hace 15 días lo vi salir a él de casa de ella, con la niña en brazos llorando y la madre diciendo ‘cariño, que te tienes que ir con papá' y ya se fue con la niña sin parar de llorar y la madre, corriendo a su trabajo”, recuerda Carmen.
Anoche, esta vecina volvía también de la compra cuando vio “en la puerta del francés” un montón de coches de policía y ambulancias y sintió un mal pálpito. “Cuando me dijeron que fue en el cuarto, me lo imaginé. Vi sacar un cuerpo muy largo y ya supe que era él. Pero luego vi un cuerpo chiquito y me puse a rezar, Dios mío, que no sea la niña, que sea la perra”, explica la vecina, para añadir que “cómo debía de ser lo que hubiera allí de horrible que hasta bajó una enfermera del Summa con un ataque de ansiedad”. Las noticias de la mañana, que ella nunca ve pero hoy sí, le han confirmado lo peor.
“Qué fatalidad”, comentan los clientes de la bodega Alfaro, atestada de parroquianos echando la última caña del año y puerta con puerta con la vivienda de la mujer. El dueño, con cara de muy pocos amigos, advierte: “No voy a hacer declaraciones”. La camarera, con los ojos llorosos, implora compresión con la mirada. “Los conocía de vista, los veía cruzar de un portal a otro y también de que solían venir aquí a tomar algo. Esto es una atrocidad”, comenta en una vecina joven que vive “un poco más arriba” y que prefiere no dar su nombre. Su padre, José Luis, con quien se está tomando una cerveza, afirma que eran una familia “normal”. “Nos hemos enterado al bajar esta mañana y ver la calle llena de cámaras. Qué le pasará por la cabeza a una persona para hacer esto, esta mierda de la pandemia nos está volviendo a todos locos, entre eso y las necesidades que hay en este barrio...”, lamenta.
Como ellos, muchos vecinos y comerciantes se han enterado de lo ocurrido por la prensa, a pesar de que muchos vieron u oyeron policía y ambulancias. “¿Pero lo del tío ese que ha matado a su hija ha sido aquí? ¿El francés? Qué hijo de puta, otro caso de violencia vicaria”, comenta un hombre al pasar por la bodega y conocer la noticia por otra vecina, Begoña, que asegura saber “de terceros” que la mujer “fue a pedir ayuda a los juzgados, pero no le hicieron caso”. Begoña, del mismo bloque que la madre, no se puede creer que el francés haya sido capaz de algo así. “Se le veía muy amoroso, al menos públicamente, con la niña”. “¿Cómo, ahí enfrente? ¿No me había enterado de nada!”, confiesa Diana Armijos al abrir la puerta. “Madre mía qué tragedia, qué disgusto más grande, yo vivo debajo de la madre y sentía a la niña cuando estaba. Ya está aquí la patitas, me reía”, dice sin poder creer aún lo ocurrido. Del bloque del presunto homicida no entra nadie ni sale durante horas, ni abren a Correos Express. Por fin, baja Álvaro, del 1ºC, muy apurado con su maleta porque tiene que coger un AVE. “¿En serio, aquí? Pues no sabía nada”, se sorprende. Sí, en la calle del Amparo murió anoche una niña desamparada.
Un tipo de de violencia “de género, contra la mujer”
Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y experta que acuñó el término violencia vicaria, afirma rotunda que hay que ser consciente de que este tipo de violencia “es de género, contra la mujer”. “No se pueden disociar, porque un individuo violento que es capaz de asesinar a una mujer puede cometer este tipo de aberraciones al tener acceso a sus hijos”, concreta. El problema, matiza, es que en la actualidad se considera que, aunque la persona sea violenta y haya orden de alejamiento, puede seguir en contacto y al cuidado de los hijos.
De esta forma, añade Vaccaro, se está minimizando la peligrosidad que tiene un hombre violento, que “mata a los hijos exclusivamente para dañar a la madre y considera a los niños un mero objeto”. Y esto ocurre tanto a las mujeres que denuncian como al 80% que no lo hace. “Todas creen salir de la violencia a través del divorcio, pero si hay hijos o hijas eso te obliga a tener contacto con él y eso es otra forma de violencia”, sostiene. Considera, además, que en estos casos no se debería hablar de suicidio, “estos individuos se matan, el suicidio es un cuadro clínico que implica mucho sufrimiento para la persona”.
El número de menores asesinados por violencia machista este año asciende, de confirmarse la niña de este jueves, a siete (46 desde 2013, cuando se empezaron a recopilar datos). Otros 28 menores han quedado huérfanos por crímenes machistas durante 2021 (334 desde 2013). Las mujeres asesinadas en España durante 2021 son 43, según la contabilidad oficial del Ministerio de Igualdad, 1.125 desde 2013. Las tres últimas asesinadas son una mujer de 25 años en Elche y otra de 40 años y su hija de 11 meses en Liaño de Villaescusa (Cantabria).
El 016 atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes, al igual que el correo 016-online@igualdad.gob.es. También se presta atención mediante WhatsApp a través del número 600000016, y los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10.