“Muchos hombres llegan directos al hospital porque el patriarcado les ha dicho: no te quejes”
Carme Valls sostiene que hay una brecha de género en la medicina: la que se crea cuando la investigación hace invisible el cuerpo de las mujeres y la sociedad impide a los hombres quejarse
El padre de Carme Valls (Barcelona, 1945) era cirujano cardiovascular y desde muy pequeña, ella le acompañaba a urgencias. Una vez, él le dijo sobre un paciente: “¿Ves? Si le hubiésemos diagnosticado antes no habríamos tenido que cortarle una pierna”. Eso le dejó clarísimo a la joven Valls dos cosas: que quería dedicarse a la medicina y que nunca hay que ignorar a un enfermo que se queja. Más tarde, haciendo la especialidad en endocrinología, comprendió que el de la menstruación era un dolor constantemente ignorado y ninguneado, y así fue como ...
El padre de Carme Valls (Barcelona, 1945) era cirujano cardiovascular y desde muy pequeña, ella le acompañaba a urgencias. Una vez, él le dijo sobre un paciente: “¿Ves? Si le hubiésemos diagnosticado antes no habríamos tenido que cortarle una pierna”. Eso le dejó clarísimo a la joven Valls dos cosas: que quería dedicarse a la medicina y que nunca hay que ignorar a un enfermo que se queja. Más tarde, haciendo la especialidad en endocrinología, comprendió que el de la menstruación era un dolor constantemente ignorado y ninguneado, y así fue como consagró su vida a estudiar la medicina con perspectiva de género. Tras 40 años en primera línea de guerra en la ONG científica CAPS, su libro Mujeres invisibles para la medicina (2006), reeditado por Capitán Swing el año pasado, ha traído de nuevo a la arena pública un problema que afecta a la mitad de la población.
Pregunta. Su libro se ha reeditado ahora porque hay un renacido interés por lo que nos pasa a las mujeres en general. ¿Es usted optimista o pesimista con respecto a la medicina con perspectiva de género?
Respuesta. Moderadamente optimista. Las mujeres no han estado presentes en los grupos de investigación, pero es que además tampoco han sido investigadas y eso ha dado lugar a sesgos increíbles. Hay mil aspectos de la vida cotidiana que nos diferencian y que no se han tenido en cuenta en la medicina. Por ejemplo, nosotras metabolizamos los fármacos de forma diferente a los hombres y eso hay que tenerlo en cuenta: no necesitamos las mismas dosis que ellos. Se tendría que hacer una revisión general de la ciencia en este sentido. En 1993, la cardióloga Bernadine Healy, cuando dirigía el Centro Nacional de Salud, descubrió que la principal causa de muerte entre las mujeres de Estados Unidos eran las enfermedades cardiovasculares. Hasta entonces se pensaba que no sufríamos ese tipo de dolencias, ¡simplemente porque nadie nos había incluido en las muestras de estudio!
P. ¿Cuál es la principal diferencia en cómo afrontan los problemas médicos las mujeres y los hombres?
R. La mujer tiene más problemas crónicos y el hombre, agudos. La mujer busca ayuda, pero a veces encuentra que el sistema le dice: “Eso que tú tienes son nervios”. Ella ve que no es así y le genera frustración porque piensa: claro que estoy cansada. Pero al hombre el patriarcado tampoco le ha ayudado. Le ha dicho: no te quejes. Y por esa razón precisamente muchos llegan al hospital directos con úlcera sangrante, neumonía o infarto: porque no se han quejado ni se han mirado.
P. ¿Es por eso que se les recetan muchos menos psicofármacos a los hombres?
R. Seguro que sí. Un trabajo psicológico adecuado en el momento preciso hubiese evitado un infarto a muchos. Es decir: la reflexión de género en la medicina incluye también valorar qué es lo que estamos haciendo mal con los hombres.
P. En sus años universitarios participó en la Capuchinada, que dio lugar a la creación del primer sindicato estudiantil democrático de España. Es usted contestataria, ¿sigue discutiendo mucho?
R. Soy contestataria, pero también soy muy demócrata. He ido buscando caminos que me permitieran crecer sin tener que estar discutiendo permanente con los que me decían que no. Donde más contestación he tenido quizá ha sido en el hospital de San Pablo porque había médicos que al investigar me decían: “No hace falta que nos metamos en tantos detalles, si una de cada cuatro mujeres tiene un problema de tiroides, pues no es un problema”. Y yo decía: “Perdona, sí es un problema. Eso genera cansancio, limitaciones mentales a muchas. Claro que tenemos que intentar diagnosticar bien a todos. ¿Si fuera un problema de hombres no lo tratarías? Hay que buscar”.
P. ¿Cómo se hace para no perder los nervios cuando después de tanto tiempo no consigue que algunos compañeros comprendan su perspectiva?
R. Hay un problema en la medicina y en otras ciencias que es que el que investiga no ve pacientes. Yo nunca he dejado de tener contacto con pacientes varias veces por semana y escucharlas hablar sobre sus dolores, sus cansancios; ver que podía aplicar en ellas lo que estudiaba me ha ayudado a mantener la esperanza.
P. ¿Sabemos por qué son las mujeres las que padecen con más frecuencia la covid persistente?
R. Fíjate, tanto se habla de que somos el sexo débil y aunque somos menos fuertes muscularmente nuestro sistema inmunológico es mucho más fuerte que el de los hombres; sin embargo, esta inmunidad es un arma de doble filo porque tanta defensa del sistema ataca a algunas partes cuerpo.
P. ¿Cómo es posible que no nos hayamos dado cuenta hasta después de aplicar la vacuna que podía traer problemas para la menstruación?
R. Pues porque se considera la menstruación como una excrecencia del cuerpo, o sea, como si no existiera en el cuerpo de la mujer. En los trabajos de investigación que se publicaron sobre los casos curados había muestras de 50.000 personas, mitad hombres y mitad mujeres, pero en las preguntas que se les hacían sobre cómo habían respondido al tratamiento no se incluía ninguna pregunta específica sobre eso. Se estudiaba a los pacientes como si fuesen hombres o no-hombres, pero nada más. Nunca se tiene en cuenta a la mujer con todo su cuerpo y su manera de ser diferente.
P. Tras las muertes en residencias de ancianos y los protocolos de la Comunidad de Madrid durante el inicio de la pandemia, ¿cree que la responsabilidad ética de los médicos se toma muy a la ligera?
R. Yo he estado muy preocupada por lo que apuntas. Nadie puede decir que por edad no atiendes a una persona o que la envías a un sociosanitario a morir porque no tienes otra opción… Para mí, eso ha sido un retroceso bioético y un mal ejemplo para nuestros futuros profesionales que exige una reflexión por parte de la profesión y de las administraciones.
P. ¿Qué le pareció que Isabel Díaz Ayuso dijese que algunas mujeres van a abortar como quien va a una fiesta?
R. Es una afirmación muy grave que muestra una ignorancia total sobre las circunstancias de las mujeres que han tenido que abortar. La sociedad no nos ayuda en absoluto en la experiencia de la maternidad, así que para muchas el aborto siempre ha sido un sufrimiento total. Una afirmación de este tipo solo puede indicar que no conoce a nadie a fondo que haya tenido que abortar. Sería mucho mejor que estas afirmaciones no se hicieran por parte de una persona pública con esa ligereza y superficialidad.
P. ¿A qué mujer víctima de la medicina patriarcal admira especialmente?
R. Hay muchas mujeres que fueron ingresadas en manicomios para que un hombre pudiera divorciarse de una manera fácil. Pero si hablamos de científicas, Rosalind Franklin, cuyos colegas se atribuyeron sus descubrimientos sobre la estructura del ADN y jamás la mencionaron. Ese robo le afectó mucho emocionalmente y ellos ganaron un Nobel.
P. ¿Y a usted la han copiado alguna vez?
R. Tengo que decir que no, y me habría gustado. Eso significaría que hay más gente investigando las diferencias entre hombres y mujeres y cuanta más gente investigue, más razón tengo [risas].
P. ¿Cree que ahora que hay tantas mujeres en las facultades de medicina cambiará el enfoque de género?
R. Depende de la voluntad que tengan de buscar motivos alternativos a lo que tienen delante. Yo no me tragué que si una mujer me decía que estaba cansada y dolorida solo tenía nervios. Seguro que tiene nervios, porque vivir en una sociedad androcéntrica nos pone de los nervios. Pero eso no quiere decir que todos nuestros problemas vengan de ahí. Tienen otra solución y hay que buscarla.