Oficios que ha cambiado (o creado) el volcán de La Palma
Hay especialistas en retirar la ceniza de los tejados o guías turísticos centrados en la montaña de fuego, mientras las tiendas de tecnología venden más prismáticos que nunca a personas preocupadas por sus casas
Violeta Canabal (52 años) nunca había contratado una limpieza de su tejado. Federico Brito (28) nunca había limpiado tejados para ganarse la vida. El volcán de La Palma ha cambiado las necesidades de la primera y, en consecuencia, los servicios del segundo.
La casa de Canabal en El Paso está abrigada con una capa de arena volcánica, ...
Violeta Canabal (52 años) nunca había contratado una limpieza de su tejado. Federico Brito (28) nunca había limpiado tejados para ganarse la vida. El volcán de La Palma ha cambiado las necesidades de la primera y, en consecuencia, los servicios del segundo.
La casa de Canabal en El Paso está abrigada con una capa de arena volcánica, como el resto del valle de Aridane. “He subido un par de veces a retirar la ceniza del tejado, pero acabo baldada. Tengo la espalda machacadísima. No podía escalar ahí otra vez”, relata esta madrileña. Ahí entra Brito. Normalmente se dedica al mantenimiento de jardines, pintar viviendas y pequeñas reformas, pero la erupción ha cambiado su día a día: “Cuando el volcán empezó a echar lava vimos que teníamos que parar un poco los otros trabajos. Ahora todo el mundo te llama para esto, algo que antes no se hacía. Normalmente, nadie se preocupaba de que le limpiasen su tejado”, dice. “Lo hacemos en unas 10 casas al día”, añade, con la cara y los brazos tiznados. Un vistazo en páginas web de anuncios en la isla muestra varios resultados de empresas que se ofrecen específicamente para limpiar la ceniza de los azoteas. Algunas indican que prestan sus servicios en las zonas de exclusión, donde los vecinos solo pueden entrar para recoger enseres o limpiar cada cierto tiempo.
La empresa de Brito, Fede BG, empezó con esta tarea casi sin pretenderlo: “Clientes con los que tengo confianza me pidieron que les retirase la ceniza de la casa y, sobre todo, del tejado. Uno de ellos se lo cuenta a su amigo, que te llama. Y ese a su abuela, que también se pone en contacto. Y en esto estamos”. La obsesión de quienes le contactan es anticiparse a un derrumbe por el peso de la arena gris sobre las tejas. “Si en el móvil ven que puede llover [cuando la ceniza se moja pesa mucho más], te llaman llorando”.
El volcán ha cambiado la rutina de Brito y de otros muchos trabajadores. Esto no solo aplica a profesiones, a priori, más relacionadas con una catástrofe natural: trabajadores de emergencias, atentos a cualquier contratiempo; fuerzas de seguridad, pendientes de los accesos a las zonas prohibidas y la seguridad de las carreteras; sanitarios, volcados en los efectos en la salud de esta crisis; voluntarios en centros de ayuda, pendientes de repartir las donaciones; trabajadores sociales, concentrados en las necesidades de los damnificados... Hay otras profesiones en las que el cambio no es tan obvio desde fuera, pero al entrar en detalles se descubre un giro sustancial.
Julio Marante (39 años), guía turístico en la isla desde hace años, siempre ha informado sobre volcanes en sus rutas por La Palma, pero nunca como ahora. “Cómo no, en una isla volcánica”, dice. “Pero”, continúa, “mi día a día ha cambiado radicalmente. Antes realizaba recorridos por varias zonas de la isla. Ahora los turistas vienen pensando solo en el volcán”, dice Marante. Lamenta esta circunstancia, ya que la isla bonita esconde bosques de laurisilvas, dragos y pinos; playas grises y calas recónditas; una historia de erupciones más allá de la actual... “El turista quiere ir andando hasta la lava, quiere estar lo más cerca posible. Y acudir al mirador de la iglesia de Tajuya, que se ha convertido en un protagonista más del interés por el volcán [es el espacio más concurrido desde el que observar la erupción]”.
Este cambio en los hábitos del turista en La Palma incide en las rutinas de Marante. “Por ejemplo, yo antes solía trabajar más por las mañana. Es lo normal con los grupos grandes que solían venir a la isla. Ahora lo que toca es todo de noche, que es cuando mejor se ve el volcán, y con grupos de dos o tres personas. La gente no esconde a lo que viene a La Palma”. Asegura que cada vez más guías independientes y agencias se están especializando en recorridos muy específicos para presenciar el volcán desde distintos lugares.
Necesidades de los damnificados
La lava del volcán se ha tragado las viviendas de más de 2.000 palmeros y mantiene a 7.000 evacuados. Esto es casi un 10% de la población de la isla que ahora mismo no recoge las cartas en su buzón. “Imagínate lo atareados que hemos estado”, dice la directora de la oficina de Correos en Los Llanos de Aridane, Sonia Peñalva (59 años). “Llevamos 40 días hasta aquí”, recalca marcado con su mano la coronilla. “Es una locura, pero estamos haciendo todo lo posible para ayudar”, comenta.
Las personas cuyas viviendas han sido destruidas pueden pedir cajetines en la oficina en los que reciben su correspondencia y, además, pueden solicitar que les reenvíen las cartas a la dirección de la que dispongan actualmente. Estos servicios, normalmente, no son gratuitos, pero en Los Llanos se prestan sin costes a los damnificados. “Cuando vienen a tramitar alguna de estas opciones se derrumban. La gente está fatal”, añade Peñalva apenada. “El servicio es muy lento porque nos paramos a escucharles y atenderles. Todo esto ha multiplicado muchísimo nuestra carga de trabajo”. Termina la conversación recordando el terremoto de magnitud 4,9 de este miércoles a las 7.27: “Me ha pillado aquí, trabajando. Ha temblado todo. Y es que yo soy de Burgos. Ni se me pasaba por la cabeza que mi vida iba a ser así”.
Otra de las necesidades de los evacuados es conocer el avance de la lava con precisión. “Nunca, jamás, había vendido tantos prismáticos como ahora”, dice Antonio González, de 45 años, en su tienda de tecnología en Los Llanos. “Los turistas los traen de casa. Todos los compradores son personas de la zona preocupadas por si la colada ha llegado a sus viviendas”, añade. Entre ellos hay personas mayores, “gente que nunca te imaginarías comprando binoculares, pero es que están hechos polvo”. “Es más”, prosigue González, “incluso hay personas que vienen explicándote desde qué punto observan y a qué distancia concreta para llevarse el aparato más preciso posible. Algunos eligen incluso miras telescópicas”.
El otro producto que más vende últimamente y que estaba casi de adorno en su tienda hasta la erupción es la secadora. “Antes no salía ninguna, no son necesarias en una isla con tanto sol”, añade González, que en otra tienda vende muebles. Ahora, con la lluvia de ceniza, no se puede tender la ropa. Cuando la gente ha visto que esto se alarga han empezado a comprarlas. En las primeras semanas salieron muchísimos colchones. Hay tantas personas desplazadas durmiendo en el salón de amigos y familiares...”.
Los cambios en los hábitos de estos trabajadores no esconden una mejora en su posición económica. El volcán ha modificado parte de su día a día, pero les golpea como al resto de la isla. Brito pinta menos casas, Marante desarrolla menos giras que antes y menos concurridas y la lava se tragó un almacén de González con mercancía por valor de unos 300.000 euros. “Quiero pensar que no hemos perdido nuestro pilar, aunque esto nos mueva los pies”, termina el vendedor de, ahora, tantos prismáticos.