Mezclar niños de distintas edades en el aula, de solución de urgencia a éxito
La pandemia llevó a colegios de seis autonomías a juntar en la misma clase a niños de distintos cursos para reducir el número de alumnos. Pese a las fuertes reticencias del inicio, la experiencia ha resultado muy positiva para familias y docentes
El último día de curso en el colegio Filósofo Séneca, al norte de Madrid, estaba envuelto en una especie de resaca emocional. Sonia Pérez y Elena Marcilla, dos de las tutoras, recordaban la sensación de haber culminado la subida a una montaña llena de trampas. Una vez en la cima, disfrutaban del premio: el vínculo que se había creado dentro de las aulas multinivel, formadas por alumnos de diferentes cursos, había sido excepcion...
El último día de curso en el colegio Filósofo Séneca, al norte de Madrid, estaba envuelto en una especie de resaca emocional. Sonia Pérez y Elena Marcilla, dos de las tutoras, recordaban la sensación de haber culminado la subida a una montaña llena de trampas. Una vez en la cima, disfrutaban del premio: el vínculo que se había creado dentro de las aulas multinivel, formadas por alumnos de diferentes cursos, había sido excepcional. Algunos llegaron con reticencias. Casi 10 meses después, recibieron la nota final también para eso: un éxito rotundo. Se notaba el miércoles cuando solo quedaban en los pasillos y en algunas aulas los restos de un año raro y los alumnos mayores, los de quinto y sexto de primaria. El día anterior se habían graduado entre lágrimas, abrazos y palabras de agradecimiento. También entre los propios alumnos, algo bastante inusual. Se había cumplido el objetivo, aunque el desgaste de las profesoras ha sido brutal. “Llego al límite”, reconoce Pérez.
Además de Madrid, colegios públicos de cinco comunidades han puesto en marcha este curso grupos con alumnos de distintas edades para adaptar las ratios a la normativa sanitaria. Son la Comunidad Valenciana, Galicia, Baleares, Asturias y Extremadura. Una fórmula que tiene una larga tradición en toda España en numerosas escuelas rurales, donde se aplica por necesidad: no se pueden mantener todos los niveles si solo hay tres o cuatro alumnos por clase. Pese a que la experiencia en los centros urbanos ha superado en muchos casos las expectativas, la gran mayoría no la mantendrán en septiembre, cuando las clases podrán volver a tener el mismo número de alumnos que siempre.
El Filósofo Séneca, situado en una zona de bajos ingresos de la capital, cuenta con 280 alumnos matriculados de entre 3 y 12 años. A principio de curso, cuenta la directora, María Jesús Illescas, reinaba “el miedo y la incertidumbre”. A la amenaza del virus se sumaba la dificultad de ajustar el número de alumnos por clase a un máximo de 20, y para ello no quedaba más remedio que juntar alumnos de diferentes edades. Illescas asegura que estudiaron la situación de cada niño, hablaron con los padres y trataron de crear grupos compensados en los que todos los alumnos mantuvieran algún amigo. “Venían de un confinamiento duro, algunos con fallecimientos de familiares”, dice Illescas. “Sabíamos que teníamos que empezar a trabajar los aspectos emocionales porque era un año muy especial. A nivel organizativo es muy difícil, pero ha funcionado muy bien”.
Formaron siete aulas multinivel. Sonia Pérez, tutora de una de quinto y sexto, dice que lo más difícil ha sido la asignatura de Inglés. “Lengua y Matemáticas te ibas organizando, algunas cosas son comunes y otras las adaptabas”, añade. Óscar Centeno, portavoz de la asociación de directores de Infantil y Primaria de Madrid, cree que la mezcla de edades ha salido bien “gracias a la bajada de ratios”. Y Carmen Morillas, portavoz de Ceapa, la gran federación estatal de asociaciones de familias de la escuela pública, añade: “Hubo enfado por muchas cosas, pero a partir del primer trimestre todo se relajó”.
Jutta Gernhardt recuerda el inicio de curso como una locura. Sus hijos Paula y Lucas, de cinco y siete años, están matriculados en el colegio Vázquez de Mella, en el centro de la capital, donde ha funcionado muy bien la mezcla de edades. Pero al principio hubo una fuerte desconfianza por parte de muchos padres. Ella se animó a formar parte de un grupo de voluntarios del proyecto. La experiencia, asegura ahora, no puede haber sido más positiva. “Volvería a repetirlo; aunque con menos prisas, mejor”.
María José Hipólito, madre de Mikel, compañero de Lucas, lamenta que a principio de curso “hubo mucho desconcierto, poca claridad y poca previsión”. Ella dice que sabía que funcionaría porque su madre fue profesora en los años setenta y la había visto enseñar a la vez a niños de seis edades diferentes. Hipólito pone el foco en la labor de la tutora: “Ha sido brutal. Nos mandaba hasta un correo personalizado contándonos los progresos de nuestros hijos”. Aunque reconoce que al principio sí se preocupó, el miedo se fue disipando con el tiempo. “Repetiría de cabeza. Pero con estas ratios”
La clase de Mikel y Lucas estaba formada por 13 niños, que en septiembre tenían seis y siete años. “Con menos niños”, afirma la maestra, María García, “te da tiempo a conocer de verdad a cada uno y saber qué necesitan”. La docente interina se inventó fichas, juegos y proyectos, incluido un folleto turístico de Madrid. “Ha sido alucinante. Se han ayudado mucho entre ellos y eso que ha sido difícil porque empecé el curso con niños que no sabían ni leer”, cuenta. Pese a las reticencias iniciales, todos los padres acabaron dándole las gracias. “Gran parte del éxito ha sido gracias a trabajar con menos de la mitad de los niños que hay en una clase normal”, dice García. “Es la prueba de que las ratios importan, y mucho. Ha sido agotador, pero maravilloso”.
Continuar el curso que viene
Algunas experiencias han sido tan buenas que se mantendrán en septiembre. Es el caso del CEIP Port de Xàbia (en el pueblo del mismo nombre de Alicante), que ya tiene permiso para ello. Esta escuela, que solo cuenta con un grupo por nivel, había ensayado la mezcla de edades en infantil y este curso lo ha extendido a todo el centro. Isabel Moreno, la directora, habla de ello con entusiasmo: “A los mayores les ha servido mucho enseñar a los pequeños. Una operación matemática básica, por ejemplo, la comprendes bien cuando eres capaz de explicarle a otra persona cómo y en qué casos se utiliza. Y a los pequeños que van más avanzados les ha sido muy útil poder hacer actividades más complejas, sin el freno de otros años. Tenemos la ventaja de que trabajamos por proyectos. Preparando tus materiales es más fácil que tener que compaginar dos libros de texto”.
La mayoría de alumnos y familias del Port de Xàbia empezó oponiéndose a la mezcla de edades y, según la directora, ha acabado pidiendo que siga el curso que viene. “Al principio fue como: ¡uf!”, comenta Marian Català, una de las madres, “pero después lo hemos visto muy positivo. Los niños de distintas clases apenas se conocían y han acabado teniendo una gran cohesión”. Su hijo Marc, de 12 años, lo confirma: “Me ha servido para darme cuenta de que a veces las cosas no son como te esperas y para hacer amigos de quinto que hasta ahora eran solo conocidos”. “El curso que viene”, añade Inés, de 10, “me gustaría que nos mezclaran otra vez”. Su madre, Mar Buigues, espera que la fórmula cree, además, un puente entre primaria y la ESO. “Cuando lleguen al instituto ya no se sentirán tan solos, porque tendrán allí a las amigas de un año más que se hicieron en el colegio”.
Sin estudios concluyentes
¿Hay evidencias académicas a favor o en contra de la mezcla de edades? Roser Boix, decana de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona, asegura que no hay investigaciones concluyentes y que en España, además, no se han realizado proyectos rigurosos al respecto. Boix, experta en escuela rural, cree que la mezcla favorece un aprendizaje más activo y participativo, al reducir el uso de la clase magistral. “Además, cuando el mayor explica al pequeño, desarrolla habilidades metacognitivas. Ha de saber lo que está explicando y saber llegar al otro, así que también le está ayudando a alcanzar la competencia básica llamada de aprender a aprender. Y al pequeño también le es útil aprender de su compañero. Les ofrece una mirada más abierta del aprendizaje”, afirma.
Boix opina que la fórmula no se ha extendido a la escuela urbana debido a obstáculos logísticos y formativos. “Con ratios de 25 o más alumnos y a veces con más de una línea [más de una clase por curso], la organización es más compleja. También influye la formación de los maestros, a los que en general no se les ha preparado para atender la diversidad de edades. Así que no es que sea imposible, pero es más complicado. Se tiene que tener muy claro y es más fácil si se tiene el apoyo de la Administración”.