Nueva York abre el interior de bares y restaurantes con un 25% de aforo
El descenso en el número de contagios permite de nuevo el consumo en el interior de los locales, que había sido suspendido en diciembre
Los restaurantes de la ciudad de Nueva York podrán abrir al 25% de su aforo a partir de hoy, dos días antes de la fecha inicialmente prevista, en un adelanto destinado a gestionar todas las reservas que esperan con motivo de la celebración de San Valentín. Una fiesta por otra: este viernes se festeja el Nuevo Año Lunar, o Nuevo Año Chino, aunque las expectativas de afluencia a los locales varían tanto como las dimensiones de los mismos. La víspera de la reapertura, la mayoría de la docena de restaurantes visitados en zonas distintas de la ciudad aún sopesaba la conveniencia de reanudar el serv...
Los restaurantes de la ciudad de Nueva York podrán abrir al 25% de su aforo a partir de hoy, dos días antes de la fecha inicialmente prevista, en un adelanto destinado a gestionar todas las reservas que esperan con motivo de la celebración de San Valentín. Una fiesta por otra: este viernes se festeja el Nuevo Año Lunar, o Nuevo Año Chino, aunque las expectativas de afluencia a los locales varían tanto como las dimensiones de los mismos. La víspera de la reapertura, la mayoría de la docena de restaurantes visitados en zonas distintas de la ciudad aún sopesaba la conveniencia de reanudar el servicio en el interior, suspendido por una orden ejecutiva del Estado de Nueva York el pasado 14 de diciembre que solo permitía la consumición en exteriores, y hasta las diez de la noche.
“Tenemos un comedor muy pequeño. Hasta ahora hemos podido aguantar sirviendo comida preparada y a domicilio y, francamente, tener una o dos mesas por turno no nos va a reportar nada. Esperaremos a que den permiso para abrir todo el local; si no, a nosotros no nos compensa”, explicaba Thuy, encargada de un restaurante tailandés en Upper West Side, tras una barricada de mesas y sillas patas arriba desde la que despacha los pedidos.
La mayoría de los empresarios del ramo exigen una reapertura al 50% para cubrir costes y retrasar dos horas, hasta la medianoche, el toque de queda. Una veintena de concejales de la ciudad secundó estas demandas la semana pasada en una carta al gobernador del Estado, el demócrata Andrew Cuomo, con el argumento de que el 25% del aforo seguirá yugulando la viabilidad de los negocios.
La prudente reapertura de los locales obedece al descenso en las cifras de positividad y contagios a medida que se intensifica el ritmo de vacunación. Sin embargo, a diferencia del promedio nacional -con un descenso del 36% en nuevos casos y del 22% en las muertes, en los últimos 14 días-, el riesgo sigue siendo “extremadamente alto” en la Gran Manzana, de ahí la advertencia de Cuomo de que la reapertura del servicio en interiores “debe seguir escrupulosamente la normativa que marquemos”, y puede revertirse. El 8 de febrero, el Estado presentaba una tasa de positividad del 4,28%, casi la mitad que la ciudad, con el 8% de promedio en las dos últimas semanas.
Por eso Maria Loi, dueña de un reputado restaurante griego en el Midtown que se ha mantenido abierto gracias al servicio en la terraza, considera que hay que reabrir con cautela. “Si las autoridades hubieran decidido por ejemplo reabrir al 50% del aforo, no habríamos estado dispuestos… como mucho lo habríamos hecho al 30%, y durante al menos tres meses, para ver cómo evoluciona la situación. No podemos correr. Porque este es un asunto que nos concierne a todos como sociedad, no a nosotros como empresarios: de qué sirve abrir deprisa, o de par en par, si luego la gente va a enfermar”, explicaba Loi la víspera de la reapertura mientras gestionaba reservas para el fin de semana. “En el restaurante no hemos tenido ni un solo caso de covid, en un equipo de una quincena de trabajadores. Se trata de seguir las normas y de no precipitarse”.
El 8 de febrero se habían administrado más de dos millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus en el Estado de Nueva York, y la inmunización, lejos aún de alcanzar la velocidad de crucero que pretende la Administración de Joe Biden, explica que en las dos últimas semanas el número de nuevos casos haya disminuido: una tendencia claramente a la baja en la ciudad, desde el pico del 19 de enero, con 73 casos por 100.000 habitantes. En un café centenario de Greenwich Village, una camarera que pide no ser identificada reconoce haber vencido sus reticencias (“tenía miedo, porque dicen que en Noruega murieron varias personas tras ser vacunadas”, dice, pese a que las autoridades sanitarias de ese país descartaron cualquier relación) y dice estar dispuesta a vacunarse, “pues el dueño del café pertenece a uno de los grupos de riesgo y ya se la puso, y quiere que todos los empleados estemos protegidos cuando reabra el interior por completo”. Sus deseos chocan con la cruda realidad: ni siquiera se sabe si habrá dosis suficientes para el personal de estos establecimientos, mientras el Estado delega en las Administraciones locales la consideración de los camareros y cocineros como personal de riesgo, y por tanto prioritario, a la hora de recibir la vacuna. “Estamos dando respuesta a variables que están fuera de nuestro control. Simplemente, reaccionamos a los cambios que se van presentando”, dijo Cuomo el 1 de febrero, citado por el diario New York Post.
El vaivén de restricciones al que se ven sometidos los locales de restauración en Nueva York -tras un cierre total en la primera oleada de la pandemia, el servicio en el interior se reanudó a finales de septiembre, para ser clausurado de nuevo menos de tres meses después- ha dado la puntilla a muchos negocios que no disponían de terrazas ni capacidad para servir a domicilio. Locales que formaban parte del paisaje urbano muestran aún colgada a la entrada la orden ejecutiva del gobernador que en su día les impelió a cerrar para frenar los contagios. En enero, Cuomo presentó una propuesta de créditos al sector por 50 millones de dólares, que aún no se ha concretado, que se añadiría a un primer fondo de recuperación, participado por el Estado y patrocinadores privados, de tres millones de dólares para negocios especialmente golpeados por la pandemia. Mientras, la restauración, que genera miles de millones y más de 100.000 empleos en la ciudad, contiene el aliento, para que una medida destinada a remediar sus apuros no acabe convirtiéndose en otro agujero negro.