Asturias: el oasis al que llegó la segunda ola

La comunidad aplica restricciones con una tasa de incidencia muy inferior a la de otras regiones

Una sanitaria realiza en junio un test de coronavirus en el aparcamiento del Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo.Óscar Corral

Asturias convirtió el tsunami coronavírico de primavera en una ola controlable gracias a una receta de atención primaria reforzada, multitud de PCR y rastreos eficaces. El aislamiento geográfico colaboró para reducir el primer impacto de la pandemia que ahora, en otoño, se ha colado en el Principado. Los 187 casos por 100.000 habitantes en 14 días registrados el miércoles ―que en días posteriores pasó de 200― provocaron que el Gobierno regional decidiera restringir aforos y reuniones durante 15 días. Son unas cifras lejanas de las de la media nacional ―280 el pasado viernes―, pero preocupantes...

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Asturias convirtió el tsunami coronavírico de primavera en una ola controlable gracias a una receta de atención primaria reforzada, multitud de PCR y rastreos eficaces. El aislamiento geográfico colaboró para reducir el primer impacto de la pandemia que ahora, en otoño, se ha colado en el Principado. Los 187 casos por 100.000 habitantes en 14 días registrados el miércoles ―que en días posteriores pasó de 200― provocaron que el Gobierno regional decidiera restringir aforos y reuniones durante 15 días. Son unas cifras lejanas de las de la media nacional ―280 el pasado viernes―, pero preocupantes en la población más envejecida de España. El objetivo de las medidas: intervenir rápido para evitar el descontrol visto en otros territorios, en un lugar que, hace solo unos meses, era un ejemplo a la hora de detectar y frenar los contagios.

Una visita al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), en Oviedo, evidencia que las restricciones no responden a un colapso o a una presión excesiva de pacientes. El ambiente es todo lo distendido que puede ser en un centro sanitario. El gerente, Luis Hevia, agradece la prudencia autonómica. La prevención, alega, reducirá contagios y facilitará compatibilizar la atención ordinaria, pendiente también de la gripe convencional, con el tratamiento de la covid-19: “El argumentario es científico y no arbitrario”.

La relajación social y el traicionero concepto de “nueva normalidad” han provocado este repunte en Asturias, según las autoridades sanitarias y políticas. Se trata de un alza de casos asociada al ocio, pero los epidemiólogos confían en que sea suficiente con emplazar a la ciudadanía a autoconfinarse y a respetar las restricciones sociales impuestas. Pero no descartan pedir el estado de alarma si fuera necesario.

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Cerca del centro sanitario pasea Erika Cuervo, de 35 años, con su hija. Ve necesario que se tomen medidas “antes de ir a peor”. “Mejor prevenir que lamentar”, añade, consciente de la responsabilidad social: “Los ciudadanos debemos concienciarnos y no echar toda la culpa a los políticos”. Sonia Muñoz, de 45, entiende lo ocurrido: “Si por nosotros mismos no lo hacemos, que nos obliguen”. Hay que salir de esta, dice. José Manuel Tamargo, de 68, denuncia tras su mascarilla azul actitudes inadecuadas como las ocurridas en el derbi entre el Real Oviedo y el Sporting de Gijón, de victoria local, con bares llenos y pocas precauciones.

El ocio y la hostelería son los principales afectados por la orden autonómica. Las autoridades sanitarias de la región han constatado que de ahí proviene buena parte de los contagios, así que han ordenado cerrar barras y reducir aforos. Los universitarios Fernando García y Diego Marcos hablan de “dolor” respecto al cierre del ocio nocturno, pero admiten que tiene sentido: “Las medidas son necesarias”. Más les costará el autoconfinamiento, que aprovecharán para estudiar porque los exámenes se acercan. Los grupos sociales se reducirán a seis asistentes. El ámbito cultural mantendrá sus pautas, pues la distancia y las mascarillas han bastado.

Rafael Cofiño, director de Salud Pública, asegura que detrás de las medidas adoptadas están los indicios de trasmisión comunitaria y el propósito de llegar a diciembre con menos de 100 casos por 100.000 habitantes. “No consiste en elegir economía o salud, van de la mano”, recuerda, sin miedo a endurecer la normativa si procede. Cofiño achaca el repunte a una “fatiga por la pandemia” y destaca la eficacia del sistema de rastreos, ágil para detectar infectados asintomáticos. El Ministerio de Sanidad, añade, ha valorado la “intervención y anticipación”.

Todo con tal de contener los repuntes de la curva de contagios, algo que en abril y mayo se logró gracias a registros como las 440,34 PCR realizadas por cada 100.000 personas, muy superior a la media nacional de 280,69, en una época en la que se hacían muchas menos pruebas de las deseables desde la perspectiva epidemiológica. Las cifras de la semana previa a estas nuevas restricciones alcanzaron las 2.379 PCR por 100.000 habitantes en Asturias, de nuevo mejores que el conjunto español, de 1.478. Los días posteriores al anuncio de las órdenes autonómicas han traído números preocupantes: cifras inéditas de hasta 200 casos diarios. Cofiño expresa su preocupación porque, por mucho que ahora se realicen más tests que al inicio de la pandemia, hay un ciclo insalvable: a más contagios, más hospitalizaciones, más camas UCI ocupadas y, poco después, más muertes. Había que actuar.

El epidemiólogo Daniel López-Acuña, exdirectivo de la Organización Mundial de la Salud, señala que Asturias, como España o Europa, sufre una tendencia al alza, pero “a años luz” de otras incidencias. “La relajación veraniega está pasando factura”, sostiene, y provoca que los casos aislados se extiendan por la población. Por eso cree esenciales las intervenciones “tajantes”. López-Acuña piensa que el Principado “no bajó la guardia” con la pandemia, actitud clave para controlar y detectar los rebrotes mediante rastreos meticulosos y PCR a mansalva.

El presidente de Asturias, Adrián Barbón (centro), el consejero de Salud, Pablo Fernández (izquierda) y el director general de Salud Pública, Rafael Cofiño, el miércoles en Oviedo. Alberto Morante (EFE)

El presidente asturiano, Adrián Barbón (PSOE), incide en esa necesidad de actuar drásticamente. Este “cortafuegos” en forma de medidas llega tras un verano tranquilo en la comunidad, cuando se vivieron 25 días sin contagios registrados. Sin embargo, en pocas semanas, los datos se volvieron preocupantes. La tasa de positividad superó el 5% en una población envejecida y con muchas patologías tras un pasado minero. Barbón admite que uno de los errores de los políticos radicó en mencionar una “nueva normalidad”, que pudo desembocar en “autoconfianza excesiva y relajación”. A él también le molesta la mascarilla, confiesa en su despacho con su marcado acento, pero “ye [es] lo que hay”. “No habrá normalidad sin vacuna, prefiero pecar por exceso que por defecto”, reitera, y agradece el apoyo que siente de la ciudadanía: “Un momento excepcional requiere decisiones excepcionales”.

Los jubilados Ana Paredes y Mustafa Zemani comparten la resignación que se percibe entre quienes pasean por las calles de Oviedo: “Es mejor tener precaución, es esto o algo más duro”. Nunca un otoño fue tan gris en una tierra que presume del verde de sus prados.

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