El coronavirus obligó a aplazar más de 50.000 operaciones y casi un millón de consultas en los hospitales madrileños entre marzo y abril

La primera ola de covid llegó a reducir la actividad de algunas áreas hasta en un 97%, según datos internos de la Comunidad sobre la actividad de los centros en los dos peores meses de la crisis

Imagen de un pasillo en el hospital La Paz, en Madrid, el 11 de marzo de 2020.Álvaro García (EL PAÍS)

Más de 50.000 operaciones y casi un millón de consultas se perdieron durante lo más crudo de la primera ola de coronavirus en los hospitales madrileños, que se reconvirtieron a contrarreloj para poder atender la avalancha de enfermos de covid que llegó a sus urgencias, sus plantas y ...

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Más de 50.000 operaciones y casi un millón de consultas se perdieron durante lo más crudo de la primera ola de coronavirus en los hospitales madrileños, que se reconvirtieron a contrarreloj para poder atender la avalancha de enfermos de covid que llegó a sus urgencias, sus plantas y sus UCI. En esa transformación se vieron obligados a reducir su actividad habitual el máximo posible: no tenían manos ni espacio ni recursos suficientes para mantener operaciones, consultas y pruebas y al mismo tiempo tratar a los enfermos del virus. Según datos internos de la Comunidad a los que ha tenido acceso EL PAÍS sobre la actividad hospitalaria de los peores meses de la pandemia, marzo y abril, esa disminución llegó a limitar ciertas áreas casi al total de su actividad habitual, ocurrió en aquellas que trataban menos urgencias y patologías graves, como las cirugías ambulatorias programadas.

Los hospitales se vieron obligados a perder casi dos tercios de su actividad quirúrgica habitual —realizaron el 31,6% respecto a 2019—, debido a la brutal expansión que sufrieron las unidades de cuidados intensivos, donde se trata a los pacientes más graves, que pasan semanas sin poder respirar por sí mismos. Madrid llegó a tener en su pico 1.528 de estos enfermos, cuando la ocupación original del sistema sanitario son 500 camas públicas y 141 privadas. Fue el 2 de abril. Para poder atenderlos, se usaron quirófanos, unidades de reanimación postanestésica, pasillos e incluso gimnasios. Operar todo aquello que no fuese imprescindible fue imposible.

En esos dos meses, y teniendo en cuenta que no fue hasta mediados de marzo cuando comenzó realmente el tsunami de pacientes, las cifras de cirugías, comparadas con los datos del año anterior en esos mismos meses, reflejan que se hicieron alrededor de 53.000 intervenciones menos. El área que más sufrió fue el de las cirugías ambulatorias, aquellas operaciones más leves que no necesitan ingreso: más de 33.000 fueron aplazadas. Abril fue el mes más difícil. Si de media —según los datos del Sistema Madrileño de Salud— en los últimos años los hospitales hacen 12.000 operaciones al mes, ese mes de primavera apenas pudieron hacerse 1.500; en las ambulatorias, con una media de 21.700, se redujeron al medio millar, es decir, tuvieron que disminuir la actividad en un 97,7%.

Las cirugías ambulatorias fueron las que más se redujeron en abril: de 21.275 en ese mes de 2019 a 563 este año

Esas circunstancias se reflejan también en las listas de espera, que han bajado en miles de pacientes de febrero a agosto. Marzo, abril y mayo aparecen ya como inhábiles en la base de datos oficial de la Consejería de Sanidad, no se contabilizan. Así, entre los pacientes que no acudieron por miedo a la situación durante la primavera, a los que se aplazó por no urgir y aquellos que para operar o hacer pruebas hay que volver a ver, las cifras oficiales bajan en 7.996 pacientes entre febrero y agosto (último mes del que hay cifras, ahora hay 70.175) para cirugías; en 40.569 para pruebas diagnósticas, que tiene actualmente 112.021 pacientes en la lista; y en 190.50 en consultas externas, que acumula 262.557. Pero estas cifras, coinciden los especialistas, no son reales sino el resultado de no haber podido realizar toda la atención; y las consecuencias se irán viendo a lo largo del tiempo.

En la Comisión de Sanidad de la Asamblea, el pasado martes, aquella situación, que está volviendo a ocurrir, salió a colación. Mónica García, diputada de Más Madrid, preguntó al gerente de Atención Primaria Jesús Vázquez, “cuál es la situación real, cuántas agendas se han recortado, cuántos quirófanos se han cerrado”. Vázquez no respondió a esas cifras, pero sí aludió a que “el covid no es el de la primera ola, los pacientes están mejor y se dan más prealtas a hoteles sanitarizados o bien a salas donde no están ocupando hospitalización”, e informó de que se estaban “habilitando ya nuevos quirófanos”.

La “elasticidad” de los hospitales

Esa reconversión de espacios adquirió el nombre de “elasticidad” la pasada primavera, y ese es el nombre de los protocolos que los centros redactaron de cara a esta segunda ola y que recoge las decisiones que hubo que tomar en la primera para lograr hacer frente al virus, entre ellas el trasvase de especialistas entre áreas dependiendo de la situación de cada momento, las consultas no presenciales de forma extensiva o el aplazamiento de lo programado no urgente, como cirugías o pruebas. El virus ha afectado ya de forma directa a 265.448 personas en Madrid, 2.265 nuevos contagiados en las últimas 24 horas; de ellos, 3.365 están hospitalizados en este momento, 478 de ellos en una unidad de críticos. Pero también lo hace de forma indirecta desde que llegó a finales de febrero con el resto de enfermos de otras patologías.

“¿Qué pasa con la patología no covid, hay seguimiento de estos pacientes?”, interpeló García a Vázquez también en aquella Comisión del martes. Quienes no pudieron acudir a consulta esos dos meses, por ejemplo, bajaron en más de 900.000 personas, en comparación con datos de años anteriores; si los hospitales hacen una media de algo más de un millón de consultas entre primeras citas y sucesivas al mes, este marzo y abril (dos meses) hicieron algo más de 1,2 millones.

Con las pruebas y las técnicas sucedió lo mismo. Escáneres, radiografías, ecografías… Menguaron también hasta lo urgente y lo no aplazable. Entre otras, se hicieron alrededor de 100.000 ecografías menos que en 2019 y los pacientes en rehabilitación, con los que se realizan alrededor de 205.000 sesiones mensuales, fueron algunos de los más castigados por esa primera ola del virus: vieron reducidos sus tratamientos casi en su totalidad, porque los lugares donde se les atiende, los gimnasios, pronto los ocuparon camas, respiradores y tubos.

A esto, Vázquez contestó: “Una vez que pasó la primera ola, evidentemente, la situación de los hospitales y la atención primaria fue recuperar la normalidad. Se está volviendo a normalizar la atención de quirófano, nunca se ha dejado lo urgente ni lo oncológico”, respondió él. Esa vuelta a la “normalidad” duró apenas un mes en verano. A mediados de julio la curva de contagios volvió a comenzar su ascenso y a mediados de agosto los hospitales, con muchos de sus profesionales de vacaciones tras meses de trabajo sin descanso, empezaron a verse de nuevo ocupados por el virus. Este octubre ya hay centros con un tercio de sus plantas de agudos para enfermos de covid y operando por encima del 100% —es decir, ocupando de nuevo quirófanos y otros espacios— en sus UCI, como el de Getafe o el Infanta Sofía.

“Sabemos que estamos dejando de lado la patología no covid, y estamos preocupados por qué ha pasado con todos esos pacientes, los vulnerables, los crónicos… Hay mucha patología que se queda fuera”, apunta Mónica García, la diputada y anestesióloga en el 12 de Octubre. Explica que la única fuente para orientarse hacia las consecuencias del virus es el MoMo, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria, dependiente del Centro Nacional de Epidemiología.

En su último informe, del 14 de septiembre, reflejaba tres “periodos de exceso” de mortalidad este año. El que corresponde a la primera ola (del 10 de marzo al 9 de mayo), con 43.068 víctimas más de las esperadas; entre el 27 de julio y el 29 de agosto, cuando hubo 3.466 muertes en España más de las esperadas; y el de la semana pasada (del 8 al 13 de septiembre), cuando se registraron otras 533 en exceso. Ese exceso, en Madrid del 1 al 13 de ese mes, fue del 29,3%, mientras que en el resto de España fue del 9,1%.

“¿Y ahora? ¿Hay algún plan para recuperar las consultas, pruebas y cirugías de la primera ola?”, se pregunta García, como también preguntó en la Comisión. Pero tampoco obtuvo una respuesta concreta.

Raquel Carrillo, médica internista: “Es muy difícil que algún día sepamos cuánto ha dejado la covid”

Raquel Carrillo, médica internista especialista en enfermedades infecciosas, cuenta que muchos días pasa a la consulta y se echa “las manos a la cabeza”: “Cuántas revisiones en consultas, cuántos cambios de tratamiento, cuántas vigilancias de medicación, cuántas pruebas aplazadas, cuántas rehabilitaciones se han dejado de hacer…”. Es una pregunta para la que ningún especialista tiene respuesta. Para ella, “es muy difícil que algún día sepamos cuánto ha dejado la covid”. Pone un ejemplo de algo muy común: una persona de alrededor de 50 años que sufre un ictus. “En circunstancias normales, sale de la fase aguda y se procede a la rehabilitación, en abril era imposible, ¿cuántos de esos pacientes son recuperables y cuántos van a tener secuelas?”.

La médica asegura que “se dice que la situación ahora no es como en marzo”: “Pero es que marzo fue una catástrofe sanitaria y humanitaria. Mucha patología médica y procesos quirúrgicos quedaron sin resolver, llegó el verano y las vacaciones, que no se suplieron, y llegó la segunda ola. Se está tomando como normal lo que no es normal ni debería parecérselo a nadie”. Dice que están teniendo una segunda ola de covid “y de todo lo demás”.

La pasada primavera, la solución en consulta fue para ella usar su día libre para llamar paciente por paciente, pero eso, afirma “no es telemedicina ni puede ser la solución también ahora”: “Eso es una llamada de teléfono a la desesperada para intentar no abandonar a ni un paciente, pero no resuelve a largo plazo. Necesitas buenos sistemas de datos y buenos 'softwares' para atender de forma correcta”. Sin embargo, concluye, ahora la sensación que tiene la mayor parte del tiempo es de “impotencia”: “La primera ola nos la comimos, pero a principios de julio, cuando las cifras dieron un respiro, era el momento de juntar filas y de armar el batallón que hacía falta en vigilancia epidemiológica: atención primaria y salud pública. Y no se hizo nada”.

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