Los israelíes estrenan el Año Nuevo judío confinados otra vez por la pandemia

Los ciudadanos afrontan a regañadientes tres semanas de restricciones de movilidad en Israel

Un policía controla el confinamiento, el viernes en la carretera de Tel Aviv a Jerusalén.ABIR SULTAN (EFE)

Los israelíes han despedido enclaustrados, a disgusto y sin poder brindar con sus familiares el año 5780 desde la creación del universo, según la tradición judía. Junto a la tradicional desolación del sabbat, un nuevo confinamiento general transformó Jerusalén y otras urbes en ciudades fantasma al atardecer de este viernes. Más de nueve millones de ciudadanos –judíos religiosos o laicos, árabes musulmanes o cristianos– se encontrar...

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Los israelíes han despedido enclaustrados, a disgusto y sin poder brindar con sus familiares el año 5780 desde la creación del universo, según la tradición judía. Junto a la tradicional desolación del sabbat, un nuevo confinamiento general transformó Jerusalén y otras urbes en ciudades fantasma al atardecer de este viernes. Más de nueve millones de ciudadanos –judíos religiosos o laicos, árabes musulmanes o cristianos– se encontrarán sometidos durante al menos tres semanas a restricciones de movilidad en Israel, el primer país desarrollado que las recompone a escala nacional.

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Los atascos registrados al mediodía, cuando miles personas se dirigían hacia sus domicilios antes que se decretara la prohibición de circular, colapsaban la salida de la Ciudad Santa a través de la carretera número uno, que a su paso por el centro marcaba la Línea Verde que dividió hasta 1967 Jerusalén Oriental, de población árabe palestina, del Occidental, judía israelí.

El bullicio de la noche del jueves, tradicional velada para el ocio en el Estado judío, para disfrutar de los últimos encuentros en torno a unas copas contrastaba con el silencio reinante a partir de las dos de la tarde (13.00, hora peninsular española; 11.00 GMT), cuando entró en vigor la orden de enclaustramiento. “Nadie quiere estar encerrado en casa”, se quejaba poco después Eli Gideon en su tienda de alimentación de la jerosolimitana calle de los Profetas. “Nosotros seguiremos abiertos, pero los demás comercios del barrio van a tener que cerrar por culpa del Gobierno”.

El acelerado desconfinamiento puesto en práctica durante el mes de mayo para intentar resucitar la economía es señalado por los expertos sanitarios como principal causa del actual descontrol de la pandemia en el Estado judío. En las últimas semanas se ha alcanzado una de las tasas per cápita de contagios más elevadas del mundo, con hasta 6.000 infecciones diarias detectadas en pruebas PCR.

Mientras en la mayoría de los países los confinamientos se han concentrado en las poblaciones y distritos con índices más altos de contagio, las disputas políticas en Israel han impedido la estricta aplicación de los criterios sanitario. El Ejecutivo de coalición del primer ministro Benjamín Netanyahu, que precisa del respaldo de los partidos ultraortodoxos judíos para mantenerse en el poder, frenó los bloqueos perimetrales en zonas donde los ultrarreligiosos son mayoría.

En Jerusalén, en el acceso al distrito de Mea Shearim por la calle de las Tribus de Israel, algunas familias jaredíes (temerosos de Dios) empacaban enseres en sus vehículos antes de emprender viaje dos has antes del inicio del confinamiento nacional. Uno de los objetivos centrales de las autoridades sanitarias es impedir la celebración de reuniones familiares multitudinarias como foco de contagios durante el Año Nuevo judío, una celebración que precede a Yom Kipur o Día del Arrepentimiento, del 27 al 28 de septiembre, y está seguida por la tradicional construcción de cabañas de Sukot o Fiesta del Tabernáculo, a comienzos de octubre.

“Los israelíes terminan el año 5780 más divididos que nunca”, destaca el columnista de Haaretz Anshel Pfeffer, “y nadie parece apostar por un mejor 5781”. Los ultraortodoxos hacinados en sus sinagogas y escuelas rabínicas; los árabes israelíes, con sus bodas multitudinarias, y los laicos, que se manifiestan sin guardar separación física ante la residencia del primer ministro, son ejemplos, a juicio de este analista, de la desobediencia civil imperante frente a las normas de contención de la propagación de la covid-19.

Varias personas caminan en el barrio de Mea Shearim, en Jerusalén, este jueves.ATEF SAFADI (EFE)

Los bruscos giros de criterio de las autoridades parecen haber desorientado a los israelíes. Mientras Netanyahu anunciaba en la noche del jueves no iba a tener más remedio que aplicar medidas de confinamiento más estrictas, el Gabinete ministerial confirmaba la decisión del Parlamento de ampliar de 500 metros a 1.000 metros la distancia máxima a la que los ciudadanos tienen permitido alejarse de sus domicilios.

Las restricciones son ahora más laxas e inconexas que las impuestas en marzo y abril, cundo solo era posible separarse 100 metros de la vivienda habitual. En el confinamiento de Año Nuevo, los israelíes estarán autorizados a desplazarse sin limitaciones en vehículo privado o transporte público para trabajar, realizar compras esenciales y recibir asistencia médica, así como para hacer deporte (incluso en la playa o en el campo).

Los israelíes tendrán incluso derecho a asistir a manifestaciones políticas (en pequeños grupos separados) o a ceremonias religiosas (con control de aforo y distancia de separación), entre otras excepciones a la regla. Como norma, solo se podrán reunir 10 personas en lugares cerrados y 20 en espacios abiertos. Los centros educativos, los lugares de ocio y, en general, los comercios y servicios no esenciales que atiendan al público, permanecerán clausurados.

Pese a la avalancha de nuevos positivos de covid-19, Israel apenas ha registrado 1.169 muertes a causa del coronavirus desde marzo. Sin embargo, la frustración ciudadana con el Gobierno, no ha dejado de crecer conforme se disparaban exponencialmente las infecciones y se desplomaba la economía, que había logrado consolidar una tasa de paro inferior al 10% tras haber superado el 25% en primavera. Todo apunta a que Israel se verá forzado a prorrogar y endurecer el reconfinamiento más allá del 11 de octubre para aplanar la curva de propagación del coronavirus.

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