La pandemia asfixia a los taxistas mexicanos
Miles de choferes deambulan por Ciudad de México en busca de pasajeros en medio de la emergencia sanitaria pese a exponerse al virus
La cromática de una Ciudad de México paralizada por la pandemia son el rosa y blanco. Colores como si fueran el empaque de goma de mascar. Esos tonos les pertenecen a los taxistas que han tomado las calles solitarias de la capital mexicana. Los vehículos peinan las avenidas escasas de gente para intentar subir un pasajero, como le ocurre a José Manuel Aguilar, un chófer de...
La cromática de una Ciudad de México paralizada por la pandemia son el rosa y blanco. Colores como si fueran el empaque de goma de mascar. Esos tonos les pertenecen a los taxistas que han tomado las calles solitarias de la capital mexicana. Los vehículos peinan las avenidas escasas de gente para intentar subir un pasajero, como le ocurre a José Manuel Aguilar, un chófer de 60 años. “¡Qué bueno que te subiste! Eres mi primer pasaje. ¿Me dejas poner 40 pesos (1,7 dólares) de gasolina? No me quiero quedar por ahí detenido”, dice el conductor. Avanza unos metros, revisa las monedas sobre su tablero y pide: “¿me presta algo de lo que me va a pagar?”.
Ciudad de México es el principal foco de la pandemia en el país norteamericano con más de 1.000 casos de contagio y 49 muertes. Las autoridades sanitarias federales han pedido a sus ciudadanos no salir de casa, aunque no lo han hecho de forma obligatoria. Las restricciones de movilidad han golpeado las actividades económicas. Los taxistas, como el resto de trabajadores que viven al día, ponderan su supervivencia al miedo a contagiarse, pese a que ellos están más expuestos. La mayoría de los conductores, al ser independientes, no cuentan con seguridad social. En la capital mexicana circulan al día 105.000 unidades, según cifras oficiales. Debido a la emergencia sanitaria, las ganancias se han reducido a mínimos.
“El otro día salí a las seis de la mañana y hasta las once no se había subido nadie. Ayer saqué 113 pesos (4,8 dólares)”, cuenta José Manuel Aguilar, inquieto porque cuenta que tiene una infección en el pie izquierdo. No puede ir al podólogo porque la consulta le cuesta 200 pesos (8,5 dólares). “En un día normal sacaba los 1.000 pesos (42 dólares), ahora saco 200. Trabajo en un sitio de taxis, pero las filas son de 40 o 50 autos esperando pasaje. En dos o tres horas luego sacas solo quince pesos (0,6 dólares)”, cuenta Javier Gutiérrez.
Arturo Alarcón, un taxista de 63 años, prefiere salir de su auto para hablar. Solo la bronquitis ha podido detener su trayectoria de cuatro décadas frente al volante. “Si me enfermo del coronavirus, pues ya me habrá tocado”, cuenta un tanto escéptico de la gravedad del Covid-19. “No creo que sea como los medios lo muestran, lo único que he visto de contagio es la paranoia”, opina. Al día debe ganar 270 pesos (11 dólares) para pagarle al dueño del taxi. Estos días no los ha podido completar. “Cada día que pasa todo es más tenso”, dice mientras espera algún pasajero fuera de un negocio de helados. Conductores como Alarcón o Aguilera pertenecen al grupo de mayor riesgo, según la OMS.
“Nos pusimos en contacto con las organizaciones de taxistas para explicarles cuáles son los riesgos para los conductores. Les dimos un manual de cómo limpiar la unidad, para mantenerla limpia después de cada uso”, explica a EL PAÍS Andrés Lajous, secretario de Movilidad en la capital. Las medidas de higiene de taxistas como Alarcón y Aguilera se reducen a un cubrebocas que han usado varios días.
En octubre pasado, más de 10.000 taxistas protestaron en Ciudad de México para que las autoridades inhabilitaran a las aplicaciones de transporte privado porque no cumplen las mismas exigencias que los coches rosados y representa, según explican, una competencia desleal. Los taxistas deben pagar por una licencia de uso público y la revista de taxi (una certificación de la unidad). De acuerdo con Lajous, los pagos de esos trámites se van a prorrogar por la emergencia sanitaria y lo anunciará en los próximos días.
“El sol sale para todos”, es el mantra que profesan los taxistas mexicanos frente a la competencia de Uber, DiDi o Cabify. “Sí nos han afectado, pero es cuestión de cada quien: me he hecho de mis clientes. Pero ellos también la están pasando mal”, cuenta el señor Alarcón. Las autoridades de movilidad de la metrópoli han puesto en marcha su propia app para los taxistas mexicanos e incluso un programa para renovar los coches de más de 10 años. Frente a la pandemia, la situación de los taxistas se ha agravado.
Una de las paradojas que viven los taxistas es que estos días el precio del litro de gasolina ha bajado hasta los casi 13 pesos (medio dólar), por el desacuerdo entre en la producción entre Arabia Saudí y Rusia. “Sí, ha bajado el costo de la gas, pero de qué me sirve si no hay pasaje. Ojalá nos mantuvieran el precio unos cuantos meses y yo sé que muchos taxistas nos vamos a levantar”, opina Joel Trejo, taxista de 39 años.
“Me he ido a parar a los supermercados. Cuando llegué a detenerme, vinieron los otros taxistas para que me largara. ‘¿Por qué me corres? Amigo, tengo hambre igual que ustedes’, les dije. ‘O te mueves o te picamos las llantas’, me respondieron y tuve que irme”, cuenta Aguilar.
-¿No le da miedo contagiarse del Covid-19?- se le pregunta a Érick Uribe, conductor de un sedán.
-Tengo la certeza de que estoy joven, de que mi cuerpo es inmune. Tengo 31 años -explica mientras baja el sonido de la radio y mira por el retrovisor- Temor no tengo, solo sé que debo trabajar. Traía mi gel antibacterial, pero el pasaje es muy cabrón y se lo llevaron.
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