Elias Mossialos: “La vacuna contra el coronavirus debe ser un bien público para todo el planeta”
La liberación de la patente costaría 5.000 millones de euros y será debatida por la UE, según este experto en salud pública y asesor de Grecia durante la pandemia
Los descarados codazos de los Gobiernos por hacerse con el suministro de mascarillas pueden transformarse en una despiada y feroz competencia una vez que esté disponible en el mercado la primera vacuna contra el coronavirus, alerta Elias Mossialos, jefe del Departamento de Salud Pública de la London School of Economics y asesor del Gobierno de Grecia para la pandemia de la Covid-19. Mossialos (nacido hace...
Los descarados codazos de los Gobiernos por hacerse con el suministro de mascarillas pueden transformarse en una despiada y feroz competencia una vez que esté disponible en el mercado la primera vacuna contra el coronavirus, alerta Elias Mossialos, jefe del Departamento de Salud Pública de la London School of Economics y asesor del Gobierno de Grecia para la pandemia de la Covid-19. Mossialos (nacido hace 59 años en Drama, Grecia) aboga por que los Gobiernos se alíen para comprar los derechos de propiedad intelectual de la futura vacuna y garantizar su producción masiva a escala planetaria. La iniciativa será planteada de manera oficial a la Unión Europea por el Gobierno griego. Y Mossialos confía en que sea asumida no solo por Europa, sino también por el G20 para que el antídoto esté disponible en todos los países del mundo.
Pregunta. El arranque de la epidemia provocó un sálvese quien pueda en Europa. ¿Cómo valora la respuesta de la UE?
Respuesta. En lugar de solidaridad, en Europa hemos visto una dura competencia y algunos países incluso restringieron las exportaciones de material o equipamiento de protección o incluso de antisépticos. Alemania ha retirado las restricciones pero todavía sigue suministrando equipamiento de protección a algunos países, no a todos. De modo que, en lugar de ver una respuesta europea, hemos visto respuestas nacionales descoordinadas y con falta de solidaridad.
P. ¿Teme que la competencia sea aún más feroz el día que haya una vacuna disponible?
R. Ahora hay más de 140 tratamientos y vacunas en fase experimental y 11 de ellos en pruebas clínicas. Es un número significativo y creo que aumentará. Esperar una vacuna dentro de un año es muy optimista y tendrá que probarse primero para comprobar su seguridad. Y aun así, entonces habrá que plantearse si disponemos de la capacidad de producción necesaria para garantizar el suministro de grandes cantidades a todos los países. Por eso propongo la adquisición de los derechos de propiedad intelectual de las compañías que tengan éxito en el desarrollo de la vacuna, de manera que esos derechos puedan ser utilizados por otras compañías para producir a gran escala. De no ser así, se podría perder mucho tiempo y la vacuna probablemente solo estaría disponible para un puñado de países, previsiblemente, los más poderosos.
P. ¿Ha tenido eco su propuesta en la UE?
R. Grecia va a plantear de manera formal la propuesta en las instituciones europeas y estoy seguro de que se debatirá. Y espero que muchos más países la apoyen porque, de no ser así, no tendrán fácil y rápido acceso a la vacuna. Al fin y al cabo, no se trata de expropiar a las compañías farmacéuticas sino de comprarles los derechos, es decir, que se recompensaría económicamente su labor. Pero el objetivo es que la vacuna llegue lo antes posible a toda la población. Es una propuesta razonable. Bill Gates va a financiar siete centros de producción porque sabe que, incluso si disponemos de la vacuna, será muy difícil fabricarla en grandes cantidades. Pero ni siquiera Gates podrá fabricar la vacuna si los derechos no están disponibles. Por eso la propiedad intelectual de la vacuna debe ser un bien público.
P. ¿Sería más fácil hacerlo si la compañía que llega primero a la vacuna es europea?
R. No tiene por qué. Se trataría de hacerlo a nivel del G20, de manera que los países más ricos contribuyan más a la adquisición de los derechos que los menos prósperos. Y el coste, en todo caso, probablemente no sería muy significativo. Reino Unido, por ejemplo, ha anunciado una inyección de 350.000 millones de libras para estimular la economía. Los derechos de las patentes de las vacunas probablemente no costarían más de 5.000 millones de euros. O sea que es poco en relación con los estímulos económicos que va a haber.
P. Hay quien plantea que la vacuna, una vez descubierta, sea gratuita.
R. Chile y Costa Rica han presentado propuestas aún más radicales para que la vacuna esté disponible sin derechos de propiedad intelectual, de manera gratuita. Creo que nuestra propuesta es más realista porque no desincentiva a las empresas para seguir investigando y se les garantiza una recompensa económica por su tarea. Espero que en los próximos meses más Gobiernos se sumen a nuestra iniciativa.
P. ¿Cree que hay riesgo de que ocurra todo lo contrario, es decir, que una vez descubierta la vacuna sea acaparada por unos cuantos países?
R. Sí, existe ese riesgo si no hay una presión de la opinión pública desde ahora. Por eso queremos abrir el debate con tiempo, para que más Gobiernos puedan secundar el plan y evitar que alguno quiera quedarse las vacunas para sus propios ciudadanos. La vacuna debe ser un bien público porque queremos salvar el planeta. No se trata de salvar a los habitantes de un país en particular. El virus es global así que necesitamos una respuesta global. Es una pandemia mundial, no una epidemia que afecta a un determinado país.
P. Pero los precedentes apuntan mal. Se llegó a informar de que la Administración de Donald Trump intentó comprar la futura vacuna a un laboratorio alemán y hemos oído las apuestas cruzadas para hacerse hasta con mascarillas.
R. Sí, ha habido enormes presiones cruzadas, por eso este asunto debe debatirse a nivel global, de manera abierta y transparente en lugar de que algunos países, particularmente los más poderosos, traten de quedarse todo para ellos y dejar al resto sin nada. La vacuna debe ser un bien público para el planeta. Y eso implica también importantes aspectos éticos en cuanto a la distribución equitativa de los descubrimientos científicos.
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