Wuhan: acceso a pruebas de coronavirus incluso en plena calle

El foco original de la pandemia ya solo cuenta con 644 ingresados por Covid-19, de los 50.000 que enfermaron, según los datos oficiales

Un trabajador sanitario toma muestras a un hombre en la calle. En vídeo, el antes y el después de Wuhan.Foto: EFE | EPV | Vídeo: ROMAN PILIPEY

Las enfermeras que hacen las pruebas de coronavirus al aire libre a la entrada del ambulatorio de la calle Sihe de Wuhan han tenido un domingo tranquilo en este barrio de torres altas y callejuelas estrechas. Solo han tomado muestras de 108 personas, cuenta una de ellas, mientras se quita parsimoniosamente el traje protector primero, los guantes después, y desinfecta con alcohol cada una de las superficies donde ha tomado nota de los nombres y número de cita de los examinad...

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Las enfermeras que hacen las pruebas de coronavirus al aire libre a la entrada del ambulatorio de la calle Sihe de Wuhan han tenido un domingo tranquilo en este barrio de torres altas y callejuelas estrechas. Solo han tomado muestras de 108 personas, cuenta una de ellas, mientras se quita parsimoniosamente el traje protector primero, los guantes después, y desinfecta con alcohol cada una de las superficies donde ha tomado nota de los nombres y número de cita de los examinados. En un día normal pueden completar cerca de 200 pruebas, entre personal médico y trabajadores que necesitan con urgencia un certificado de salud para marcharse de Wuhan y reincorporarse a sus puestos de trabajo una vez que se levante oficialmente la cuarentena a la ciudad, el próximo miércoles.

Uno de los problemas que al principio de la crisis encaró Wuhan, el foco inicial de la pandemia de Covid-19, fue la falta de test, que se realizaban únicamente a los casos más graves. Mucha gente, cuentan los residentes de esta ciudad de 11 millones de habitantes, murió mientras esperaba un diagnóstico y no quedó incluida en las listas oficiales de víctimas. Sin una confirmación de la enfermedad, se complicaba localizar otros posibles casos. Es un problema que ha quedado superado: solo en la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, se cuenta con una capacidad de efectuar hasta 10.000 pruebas diarias, según el periódico estatal China Daily.

Hoy día, las pruebas se han convertido en algo casi rutinario, pese a que su fiabilidad sigue sin llegar al 100%. El interesado recibe el resultado en menos de 48 horas, a través de su teléfono móvil. Se efectúan en los hospitales y algunos ambulatorios a los casos sospechosos, a los contactos de los contagiados y a quienes necesiten un certificado de salud por motivos de trabajo o de desplazamiento.

Es el caso de las enfermeras de la calle Sihe. En el ambulatorio efectúan la prueba a personal médico del hospital cercano, que se somete a ella con frecuencia. A la vuelta de la esquina, en un hotel ahora cerrado, atienden a los trabajadores que necesitan un certificado rápido para reincorporarse a su puesto. En ambos casos, las pruebas se hacen a la entrada, al aire libre, a la vista del público. En un espacio cerrado, explican, hay más riesgo de que el virus encuentre dónde posarse.

El procedimiento en los dos lugares es similar. Hay que pedir hora a través de la empresa o institución para la que se trabaje; la cita se recibe a través de una aplicación de móvil. Para hacerse la prueba a título individual, se debe acudir a alguno de los hospitales de la ciudad. Tras dar su nombre y datos personales, el interesado se sienta en un taburete, abre la boca y deja que una de las enfermeras, vestida con traje protector y gafas, le toma cuidadosamente muestras del tejido de la nariz y garganta. Las muestras irán a parar a un contenedor que, desinfectado una y otra vez, se enviará al laboratorio para su análisis.

“Hasta ahora no hemos tenido ningún positivo”, cuenta una de las enfermeras, que no aporta su nombre. “Si encontráramos un positivo, deberíamos avisar a su comité vecinal, que a su vez avisará al representante de su complejo residencial”. Ellos serán los encargados de que el caso sospechoso quede bajo cuarentena, mientras se le repite la prueba y se comprueba su evolución.

No puede bajarse la guardia, es el mensaje que se repite en Wuhan una y otra vez. Esta semana se ha confirmado un caso asintomático, el de una persona que se contagió tras recoger un paquete en su complejo residencial y no lavarse las manos inmediatamente después, según ha publicado el Diario del Pueblo, el periódico del Partido Comunista de China.

Aunque el ambiente es de optimismo entre el personal sanitario. En esta ciudad foco original de la pandemia, donde las cifras oficiales dicen que han muerto 2.570 personas, solo permanecen hospitalizados 644 pacientes del total de 50.008 que enfermaron. De las dos sedes del Hospital Central de Wuhan, designadas ambas durante las peores semanas como centros para el tratamiento de enfermos de Covid-19, una ya ha vuelto a sus funciones como hospital general.

Gradualmente regresan a sus provincias de origen los 41.000 médicos y sanitarios que llegaron en los días más difíciles de la crisis para reforzar a sus compañeros. Este domingo se despedía, en una ceremonia en un hotel de Wuhan, un grupo de jóvenes doctores de Pekín: “Nos da pena marcharnos, la verdad. Llevamos aquí desde mediados de febrero y ha sido una experiencia muy intensa. La gran noticia es que las cosas han mejorado tanto que ya no hacemos falta”, cuenta una joven de grandes gafas metálicas.

Varios de los hoteles reconvertidos en centros de cuarentena han quedado ya vacíos. El hotel Xinjiayuan, en las cercanías del cementerio de Biandanshan, es uno de ellos. Un grupo de trabajadores, vestidos con el traje protector blanco que aún se ve con inquietante frecuencia en la ciudad, limpia a conciencia la entrada. Ante ellos, varias decenas de gigantescas bolsas negras dejan ver lo que debieron ser las sábanas y toallas de sus últimos huéspedes: 34, según se lee en la lista que aún cuelga en la puerta. De uno de los cubos de basura alineados junto a ellas asoma una bata de guata rosa, dejada atrás por alguien con prisa por marcharse al final de su cuarentena. “Desinfectado”, se lee en un cartel.


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