“He perdido a mi madre y a mi padre en 15 días”
El hospital Txagorritxu de Vitoria deriva a pacientes de otras patologías a otros centros para atender a los de coronavirus
“He perdido a mi madre y a mi padre en 15 días”, logra decir a duras penas una mujer de unos 50 años que llora desconsoladamente en el anodino aparcamiento de Urgencias del hospital de Txagorritxu, en Vitoria. Su padre, Vidal, lamenta, ha muerto hace unas horas con coronavirus. Se contagió, dice, en el interior de este centro hospitalario, que acoge a la mitad de los hospitalizados por el SARS-CoV-2 en el País Vasco, mientras acompañaba a su esposa, que falleció el 3 de marzo de una afección cardiaca.
Son las nueve de la noche y esta mujer no se quiere mover del parking porque de...
“He perdido a mi madre y a mi padre en 15 días”, logra decir a duras penas una mujer de unos 50 años que llora desconsoladamente en el anodino aparcamiento de Urgencias del hospital de Txagorritxu, en Vitoria. Su padre, Vidal, lamenta, ha muerto hace unas horas con coronavirus. Se contagió, dice, en el interior de este centro hospitalario, que acoge a la mitad de los hospitalizados por el SARS-CoV-2 en el País Vasco, mientras acompañaba a su esposa, que falleció el 3 de marzo de una afección cardiaca.
Son las nueve de la noche y esta mujer no se quiere mover del parking porque desde ahí ve el furgón de la funeraria que se lleva el cuerpo de su padre. No ha podido despedirse de él. Le dice adiós con la mano: “Me he quedado sin padres en 15 días”.
Urgencias de Txagorritxu, donde el personal habla bajo condición de anonimato, es una de las puertas en las que se ve la crisis que se vive en el hospital de referencia en Álava para esta epidemia. En él conviven 224 afectados de los 550 que hay en el País Vasco. Entre ellos 28 de los 53 que han necesitado cuidados intensivos en toda la comunidad. La rampa que da acceso al túnel de Urgencias por la que entran las ambulancias, y la salida, una planta más abajo, de los coches fúnebres que se llevan los cadáveres, a veces se cruzan. Las caras de dolor y de miedo se reparten a partes iguales. Allí es donde lloran muchos hijos a sus padres y muchos nietos y nietas a sus abuelos. “Ni siquiera pueden rezar en la capilla”, dice un miembro del equipo de seguridad; “me han dicho que la están habilitando para meter más enfermos”.
Alrededor de las nueve de la noche del jueves llegan tres ambulancias de golpe. El personal que las atiende, enfundado en trajes aislantes, ve estos días cómo cada jornada el número de casos que hay que alojar en el centro médico se incrementa en porcentajes de dos cifras. De las en torno a 470 camas de Txagorritxu, casi 270 son de pacientes con coronavirus, con un incremento preocupante de enfermos que requieren respirador artificial, cuentan fuentes del hospital. El resto están ocupados básicamente por pacientes con cáncer o patologías cardiacas.
Precario material aislante
Para abrir hueco y alojar al creciente número de positivos, el hospital ha llevado al edificio de consultas externas 200 camas, y trabaja en red con otros centros próximos, lo que le ha permitido trasladar a enfermos con otras patologías a privados como Quirón, y públicos cercanos, como el de Eibar. Pero ese desahogo no parece ser suficiente. Se están habilitando espacios para camas de positivos donde sea posible, incluida una planta que dedicaban a ensayos clínicos. La han acondicionado con 30 camas nuevas de cuidados intensivos para reforzar las 18 que ya tenía el centro. “Es desesperante”, aseguraba un médico que el jueves participó en el acto de solidaridad por la primera sanitaria que falleció por coronavirus, la enfermera de Bilbao. “Tenemos a una compañera, una celadora que lleva 11 días con respirador”, lamenta. Su estado no mejora.
Txagorritxu fue el primer foco del virus en Álava. Una cadena de contagios en el personal sanitario agravó la situación hasta poner en cuarentena a muchos de ellos —la Consejería de Sanidad se negó este viernes a facilitar los datos actualizados, que hace 15 días estaban en un centenar—. La falta de profesionales se está paliando gracias a la solidaridad y al sobreesfuerzo de un personal que combate al virus, denuncian, con una cierta precariedad de material aislante y de medios. “El esfuerzo físico es enorme y eso se suma al emocional de ver a compañeros que se esconden para llorar y vuelven al trabajo, y al miedo, que lo llevamos como podemos”, dicen fuentes médicas. El sindicato de enfermería Satse ha denunciado que los trajes de aislamiento del personal sanitario son deficientes, y exige unos mejores.
Las pruebas de contagio se hacen en Txagorritxu dos veces al día, y hay que esperar cuatro horas para el resultado. Quienes aguardan para hacerla y quienes aún no saben el resultado comparten un mismo espacio. Anais Baquero sale de Urgencias cabizbaja. Es colombiana y lleva 22 años en Vitoria. Su médico la mandó al hospital para hacerse las pruebas tras días con síntomas leves y se va a casa a esperar el resultado. “Tengo miedo”, dice. Baquero y la hija de Vidal se cruzan.
El que se diagnostica que está enfermo viaja solo y aislado en el interior. En ese caso no hay miradas de familiares o amigos. El equipo sanitario se convierte en su única familia.
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