Todo lo que hay que hacer, hay que hacerlo ya

El éxito de esta cumbre, en definitiva, será su celebración. Suele ocurrir en citas internacionales; el gran acuerdo es juntarse

Participantes en las negociaciones de la COP25, ayer en Ifema.Álvaro García

 En una de las torres de iluminación de Ifema se descuelga el jueves una enorme pancarta amarilla que, con el reflejo del sol, compone una estampa como de película con la sombra de los activistas allí trepando, y la frase en inglés: “Our politics are polluted”, que se traduce como “Nuestros políticos están contaminados”. De eso se habla, aunque no estrictamente en esos términos: de políticos y de contaminación. Dentro del recinto los líderes alargan la toma de decisiones en un ambiente que la propia ministra...

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 En una de las torres de iluminación de Ifema se descuelga el jueves una enorme pancarta amarilla que, con el reflejo del sol, compone una estampa como de película con la sombra de los activistas allí trepando, y la frase en inglés: “Our politics are polluted”, que se traduce como “Nuestros políticos están contaminados”. De eso se habla, aunque no estrictamente en esos términos: de políticos y de contaminación. Dentro del recinto los líderes alargan la toma de decisiones en un ambiente que la propia ministra española de Transición Ecológica reconoce como “tenso”; la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, por su parte, lanza esta frase: “Está constatado que los contaminantes del aire son responsables de unas 10.000 muertes al año: las consecuencias del cambio climático son ya una emergencia de salud pública”. Y se publica un informe del Índice de Desempeño del Cambio Climático en el que Australia ocupa el último lugar y el primer ministro australiano, Scott Morrison, dice desde Melbourne que “no es creíble”.

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Son las 15.30 y varias decenas de personas se sientan en el interior de Ifema portando carteles que dicen “Los derechos humanos son nuestra línea roja”. Son de Fridays for Future. Hay una réplica de lancha de Rebels Beyond Borders, una joven levanta la bandera palestina, un chico al megáfono exige “justicia climática” y dirige los cánticos. Entraron y salieron de pabellón 4 reivindicando a los pueblos indígenas y denunciando la violencia contra las mujeres. Una portavoz de Fridays for Future, Laura Laguna, dice que los compromisos que se están adoptando en la cumbre “no son suficientes” y se queja de las negociaciones “van muy lentas”. Así es y eso es también lo que sale de fuentes oficiales estos días.

El éxito de esta cumbre, en definitiva, será su celebración. Suele ocurrir en citas internacionales; el gran acuerdo es juntarse. En este caso ha sido algo a festejar especialmente porque cuando Chile anunció que no podría acoger la cita -sí la ha presidido igual- debido a las revueltas sociales en ese país, se creyó que este año la ocasión se perdía. Bien es cierto que la contaminación no va a remitir porque se hable de ella, y a estas horas de la tarde del viernes el único motivo que hay que celebrar es eso: que se han dicho un montón de cosas importantes sin que hayan acercado posturas los dos grandes bloques de páises: los favorables a medidas más ambiciosas para reducir las emisiones contaminantes, y los que prefieren ir más despacio. Les separa la urgencia, precisamente la palabra más importante de esta cumbre y la que más han pronunciado los participantes de una cita cuyo resumen sería este: todo lo que hay que hacer, hay que hacerlo ya. Tampoco va a ser de ésta.

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