Los activistas del clima no toman vacaciones

1.600 militantes de Fridays for Future se reúnen en Alemania para diseñar acciones de protesta y estrategias futuras

Dortmund -
Militantes de Fridays for Future, el pasado jueves en Dortmund.JASPER BASTIAN

Barbara Buntic ha cumplido 18 años, pero ahora está pensando en aparcar de momento sus planes para estudiar psicología en la universidad. “Mi sueño era estudiar, pero igual tengo que centrarme en algo más pragmático y convertirme en activista a tiempo completo”. Esta joven alemana de pelo rapado y gafas de pasta quiere ahora dedicar toda su energía a una causa: la crisis climática. Siente que el planeta no puede esperar, que la herida de la atmósfera pronto será irreversible y que después de cinco años en la universidad, igual ya es demas...

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Barbara Buntic ha cumplido 18 años, pero ahora está pensando en aparcar de momento sus planes para estudiar psicología en la universidad. “Mi sueño era estudiar, pero igual tengo que centrarme en algo más pragmático y convertirme en activista a tiempo completo”. Esta joven alemana de pelo rapado y gafas de pasta quiere ahora dedicar toda su energía a una causa: la crisis climática. Siente que el planeta no puede esperar, que la herida de la atmósfera pronto será irreversible y que después de cinco años en la universidad, igual ya es demasiado tarde.

Esa sensación de urgencia es la que mueve a los 1.600 militantes de Fridays for Future, que durante cinco días se han reunido en Dortmund, al oeste de Alemania en el primer congreso nacional del movimiento. Los jóvenes ecologistas se han reunido en un campamento instalado en un parque a las afueras de la ciudad, para aprender en talleres cómo lograr un mayor impacto social y político, ponerse cara más allá de Instagram y diseñar acciones de protesta y estrategias futuras.

En este campamento se palpa la emoción de quienes sienten que pueden cambiar el mundo; de los que creen que forman parte de una revolución imparable. Para muchos, Dortmund es una suerte de rito iniciático en el activismo político, en el que participan entusiasmados. Presidiendo el congreso, cuelgan telas cosidas en las que se lee “el tiempo se acaba” o “no hay planeta B”, algunas de las consignas que se han hecho famosas en las marchas de Fridays for Future.

La huelga escolar de la adolescente sueca Greta Thunberg desencadenó en muchos jóvenes alemanes su preocupación ecológica latente y hoy es un potente y disciplinado movimiento, referencia en toda Europa. El pasado marzo lograron sacar a la calle a 300.000 escolares en toda Alemania, en una de las huelgas escolares en las que cada viernes piden a voz en grito “¡Justicia climática, ya!”.

En Alemania operan cerca de 500 grupos de Fridays for Future repartidos por el país. “Estamos en fase de expansión. Cada día se apunta gente nueva”, asegura Lucas Pohl, de 21 años y uno de los organizadores del congreso. La acción en las calles o en los despachos de los políticos tiene su espacio de reflexión política una vez a la semana en los grupos locales y los domingos a través de la teleconferencia de delegados de todo el país, donde discuten cuestiones estratégicas. En el poco más de medio año de vida del movimiento, han logrado ejercer una considerable presión política en un país, en el que el partido Verde sube como la espuma.

Barbara Buntic.Jasper Bastian

Buntic ha venido con una amiga desde la Selva Negra, donde vive con su familia y donde el conflicto generacional se tiñe de verde. Al contrario que a ella, a sus padres, no les explicaron el cambio climático en el colegio ni el telediario infantil alemán. En Alemania, hay padres que se quejan de que sus hijos les presionan para que se hagan veganos, no compren plástico y dejen de volar. Mientras, los vástagos, reniegan del estilo de vida de unos padres a los que acusan de comer animales sin piedad y de consumir recursos como si fueran infinitos. “Los adultos no nos entienden. Mis padres aceptan que hay una crisis climática, pero no comprenden lo grave que es. Eso nos está separando”, reconoce esta hija de una enfermera y de un trabajador de una fábrica.

Las redes sociales y sobre todo Instagram es la autopista por la que circulan las preocupaciones de estos jóvenes. Fue en esa red social donde muchos de los que hoy acampan escucharon por primera vez hablar de Greta Thunberg. “Estamos también en Twitter y en Facebook, pero eso es para los más mayores y para políticos y periodistas”, asegura Pohl, al frente de la cuenta de Instagram del movimiento en Alemania, que cuenta con 175.000 seguidores y que lleva cuatro semanas fuera de casa preparando este congreso.

Pohl es uno del puñado de representantes de un movimiento, que en Alemania no quiere tener cabezas visibles. Ahora se esfuerzan incluso por rebajar la atención que ha recibido en los últimos meses Luisa Neubauer, algo así como la Greta alemana. En este congreso, la joven activista rechaza conceder entrevistas para ceder el protagonismo al colectivo, después de que asomaran las primeras tensiones en un movimiento que recela de los líderes únicos.

"Ya no es cosa de frikis"

A primera hora de la tarde, un chico pasa en bicicleta anunciando que empieza el gran debate del día. Allí, sentados en cojines en el suelo hablan del impuesto al CO2, y del precio de los billetes de avión, mientras defienden los incentivos económicos a otros tipo de transportes. Los aviones son sin duda el enemigo público número uno en este campamento. “He dejado de volar”. “Nunca más en mi vida voy a subirme a un avión”, son algunas de las declaraciones de principios que se escuchan en Dortmund. De uno de los talleres sale Danielle Mittermüller, estudiante de medicina de 23 años, quien explica que ahora entre los jóvenes preocuparse por el medio ambiente está bien visto. “Ya no es cosa de frikis”, dice esta estudiante, que asegura que hace tiempo que empezó a preocuparse en qué hacer para no morir a causa del clima en otros dos”.

Uno de los carteles del congreso.

Algunos de los asistentes son jovencísimos, niños. En Alemania, la autonomía de los menores se fomenta desde bien temprano en las familias y las escuelas. A sus 13 años, Janne van Bentem, es uno de los pequeños asistentes, con cara de niño bueno y una soltura espectacular. “El consenso científico era evidente, pero ha hecho falta una Greta de 16 años que diga que no podemos seguir así, para que empiecen a planteárselo”.

Mientras Van Bentem habla, en una enorme explanada comienza el ensayo general de las protestas que planean para el día siguiente en el centro de la ciudad. De fondo, suena una de las canciones que fue también banda sonora de la generación de sus padres, el Imagine de John Lennon. “Dirás que soy un soñador, pero no soy el único…”, se escucha entre el ruido de megáfonos.

Protesta global en septiembre

El siguiente paso es la protesta global programada para la semana del 20 al 27 de septiembre, en la que los jóvenes aspiran a que su paro trascienda a los estudiantes. En Alemania ya hay científicos for future y padres for future, pero la idea es involucrar a los trabajadores y no solo a la gente en edad escolar.

Linus Dolder, que tiene 16 años y habla como un ministro, ha venido desde Suiza en tren, para participar en el congreso. Explica que ya están en contacto con los sindicatos, pero que al paro de septiembre no quieren ponerle la etiqueta de huelga general porque pecarían de ambiciosos y porque podría volverse en su contra si al final no consiguen convocar un gran paro.

Dolder asegura que la coordinación internacional de los movimientos de los distintos países funciona de manera muy fluida, pero que quieren ir poco a poco, que son conscientes de que ahora atraviesan una fase de efervescencia y de que deben aprovecharla, pero que no deben apresurarse; que la estrategia pasa precisamente por lograr que ese momentum perdure. “Ningún movimiento en la historia ha tenido las posibilidades de comunicación y organización que tenemos nosotros. El problema es que la magnitud del cambio que nos planteamos es enorme”, reconoce Dolder.

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