“Hicimos el trasplante bajo la ley”

El hijo del libanés imputado por tráfico de órganos asegura que no ofrecieron dinero “Todo ha sido un malentendido”

Operación en un quirófamo en el hospital Clínic de Barcelona.CARLES RIBAS

Ali Hatem Akouche muestra entre entusiasmado y sorprendido todo el papeleo que le acredita como donante perfectamente legal del fragmento de hígado que salvó a su padre de un cáncer hepático que amenazaba con extenderse. El hijo mayor de Hatem Akouche, político libanés detenido por presunto intento de compraventa de hígados a nueve inmigrantes en la primera operación policial contra el tráfico de órganos en España, dice no saber nada de pagos por donaciones, ni de pruebas secretas, pe...

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Ali Hatem Akouche muestra entre entusiasmado y sorprendido todo el papeleo que le acredita como donante perfectamente legal del fragmento de hígado que salvó a su padre de un cáncer hepático que amenazaba con extenderse. El hijo mayor de Hatem Akouche, político libanés detenido por presunto intento de compraventa de hígados a nueve inmigrantes en la primera operación policial contra el tráfico de órganos en España, dice no saber nada de pagos por donaciones, ni de pruebas secretas, pero reconoce que durante el tiempo que estuvieron entre Valencia y Barcelona sí contemplaron otras posibilidades: “Algunas personas se ofrecieron a ayudarnos, mi padre no les conocía, yo sí”.

Hatem Akouche, de 61 años, fue detenido en enero en el aeropuerto de Manises (Valencia). Días después, la policía arrestó a otras cuatro personas (tres parientes libaneses y un contacto palestino), a raíz de una investigación iniciada casi un año antes, tras la denuncia de una ONG que alertó de que varias personas ofrecían 40.000 euros por donar parte de un hígado. La operación, llevada a cabo por la Brigada Judicial de Valencia, aprovechó un viaje médico de Akouche, que se alojaba con familiares residentes en España, para apresarle.

Padre e hijo viajaron en enero a Valencia y, desde allí, a Barcelona para someterse en Barna Clínic —la parte privada del hospital Clínic de Barcelona— a unas pruebas de control tras el trasplante que finalmente le realizaron en agosto de 2013. “Fui para hacerme el chequeo y regresé porque tenía que trabajar y no podía quedarme”, explica Alí Hatem en el chalé familiar en Kharayeb, al sur del Líbano, cuya alcaldía preside su padre. “Mi padre también viajó porque no podían hacerle los análisis en Líbano”, relata.

La familia Akouche afirma que un abogado les asesoró en el proceso

“Dicen que estamos comerciando con órganos”, se queja. Va en manga corta, y se arrebuja en un sofá junto a la chimenea de leña que preside el salón, junto a su hermana, Tania Akouche, pasmada aún por la noticia de la detención de su padre. Ella le creía haciendo turismo en Valencia, y no en libertad con cargos tras entregar su pasaporte a la Policía. “Mi padre viajó hasta allí para operarse y todo fue legal. Cuando fuimos a España lo hicimos con el expediente que recogía que yo sería el donante, pero teníamos que estar cien por cien seguros”, reivindica el mayor de una prole de seis hermanas y dos varones, “Viajé desde Líbano para dar mi hígado a mi padre”, insiste.

La familia mantiene que el caso es todo fruto de un “malentendido”. “Yo había estado otras veces en España, tenía amigos y conocidos allí. Cuando fui con mi padre [por primera vez, en febrero, para someterse a los primeros análisis de idoneidad], contacté con ellos”, asegura. “Algunos acudieron a mi padre para ver si podían ayudar, se ofrecieron a hacerse las pruebas [para ver si serían compatibles], luego lo comentamos con el abogado y supimos que era ilegal en España si el donante no es un familiar”, añade. Y sin embargo, la familia acudió después con un ciudadano rumano para operarse en el Clínic de Barcelona

Ali dice que fue él quien hizo los contactos en España, no su padre

Hatem Akouche había decidido viajar a España tras recibir el ultimátum de sus propios médicos en el hospital Hotel Dieu de France en Beirut. Tras meses de radioterapia y tratamiento, el cáncer que había desarrollado a partir de una cirrosis, y que le diagnosticaron en 2011, se había extendido. Según le dijeron, en Líbano no estaban capacitados para realizar el trasplante y no podían confirmar que su hijo era un donante válido. Consideraron que su hígado podía ser demasiado pequeño —un trasplante de hígado a un adulto requiere un 50% del órgano del donante—. “Contratamos a un abogado para que actuara en España por poderes; nosotros no conocíamos nada del proceso, ni el idioma, ni la ley”, explica Ali Hatem, el donante final. “Lo hicimos todo mediante el abogado para asegurarnos de que todo estaba bajo la ley”.“No sabíamos si mi hígado serviría. El abogado intentó conseguir un órgano a través del sistema español [la Organización Nacional de Trasplantes], pero nos dijeron que solo era para españoles”.

Alí Hatem Akouche asegura que nunca hubo intención de pagar nada. También cuenta que fue él y no su padre quien hizo los contactos en España. “No ofrecimos dinero a ninguna de las personas que se ofrecieron a ayudarnos. Ninguno pidió dinero”, dice.

El dinero de la operación, zanja, sí salió de la fortuna familiar, obtenida de las plantaciones de cítricos y hortalizas en la vega del sur de Líbano, que ahora gestiona el hijo. “Mucho más” de 150.000 euros que traspasó a plazos desde su cuenta en Líbano a España.

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