Los vestuarios de mujeres

“Los espacios seguros son muy subjetivos, pero hay algo de protección en lo colectivo femenino”

Sofía Ruiz de Velasco.

Escucho en el podcast literario Demasiadas mujeres, que conducen Andrea Gumes y Berta Gómez Santo Tomás, la recomendación de un cómic de Marina Sáez titulado Aiguagym. Es la historia de un grupo de mujeres apuntadas a esta actividad que cuentan, en el espacio seguro que es un vestuario femenino, sus grandes o pequeños problemas cotidianos. Copio aquí la sinopsis porque merece la pena. “A Clotilde no le hace ninguna gracia volver a hacer el caldo de Navidad. Andrea ha vuelto a acoger a Fernando de 70, después de que la dejara por su secretaria de 32 cuando tenía 50; Conxita se ha comprado un satisfyer, Marga no puede separarse por pasta y Marina tiene una batalla particular contra los bañadores de ingles brasileñas”.

Un par de días antes encuentro un post en Instagram de la escritora Sabina Urraca en el que habla también del vestuario de su piscina donde un grupo de mujeres que se meterán en el agua con corchos y tablas charlan de sus cosas. Hay una tasadora de oro que explica al grupo lo buenas o malas que son las joyas que llevan puestas. Desnudas hablan de medallas y anillos, entre otras muchas cosas supongo, porque cada anillo tendrá su historia, cada medalla su virgen, y así.

Me acuerdo inmediatamente de Donald Trump cuando en 2016, en plena carrera presidencial estadounidense, aparecieron unas grabaciones en las que decía que él no solo no pedía permiso a las mujeres para tocarlas, sino que las agarraba directamente de los genitales. “Grab them by the pussy”. Cuando esto salió a la luz, el que en unos meses puede volver a ser presidente calificó esa frase de “charla de vestuario” para quitarle importancia. Se refería, por supuesto, a los vestuarios masculinos.

Este número se publicará una semana antes de que comiencen los Juegos Olímpicos de París. En nuestras páginas hay muchas reflexiones sobre el deporte femenino profesional. También un reportaje con el equipo de natación artística, quizá el único, con el de rítmica, que no lleva la etiqueta de “femenino” en su propio nombre, pues hasta este año solo las mujeres podían participar en él. Las nadadoras cuentan su vida en el agua, la superación y los entrenos, pero también su vida en los vestuarios. La artística es una disciplina teatral donde no solo se puntúa el ejercicio, sino también la estética. Se maquillan y peinan entre ellas, comparten tips y productos. “El pintalabios va rulando”, dicen.

Emma Corrin, portada de este número de S Moda, cuenta a Ana Fernández Abad su infancia feliz en un colegio solo de chicas y agradece aún hoy no haber sufrido la presión de verse obligada a representar una personalidad para ser percibida por los chicos, haber podido ser una freak, como ella misma se define. Al contrario que en el caso de las nadadoras, su liberación fue despreocuparse por su aspecto y no utilizar maquillaje jamás. Habla, también, del placer que le supone poder interpretar a una antiheroína en la última película de Marvel y su experiencia saliendo del armario como persona no binaria delante de los focos.

Los espacios seguros son muy subjetivos, pero hay algo de protección en lo colectivo femenino, algo de lo que también habla Leticia García en su reportaje sobre cómo las mujeres lesbianas han utilizado la moda históricamente como herramienta identitaria para escapar así de la mirada masculina. Quizá ahí está la clave.

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