Las mujeres de la GenX cumplen 50 años: hacia una nueva forma de ser viejas
La primera generación de mujeres que se desentendió en masa de la forma de vivir de sus madres empieza a cumplir los 50, esa edad que supone la frontera indiscutible de la juventud. Pero igual no queremos seguir siendo jóvenes. Igual lo que queremos es crear una forma nueva de envejecer
Pregunto en el chat de mis amigas de 50 (que se han hecho “viejas” conmigo) qué cosas de tener cincuenta les molan. Y me colapsan el teléfono durante un buen rato:
“Tranquilidad. Sabemos más. Nuestras relaciones son mejores, más maduras. Seguridad y libertad. Sabemos lo que queremos y lo que no. Me gusto más. Relativizas muchas cosas. Identificas a los imbéciles perfectamente. El sexo es mejor, porque tu relación con tu cuerpo y con el de enfrente tiene menos complejos. Priorizas mejor. Las chorradas y los artificios no te impresionan y das valor a las cosas en las que antes casi no reparabas. Asumes pérdidas, incluso de tus capacidades, y no peleas contra ello. Tu médico, tu notario la del banco, tu jefa, y todos esas figuras un poco inquietantes son más jóvenes que tú y les pierdes el respeto. Puedes llegar al curro con mala cara porque tienes resaca un martes y te preguntarán si te encuentras bien pensado que has pillado algún virus. Ir sola al cine, a un bar, a donde sea, no es un problema, al revés, muchas veces maravilla pura. Ganas identidad y no necesitas formar parte de ningún equipo, y ocupas el sitio que quieres en diferentes espacios sin comprarte todo el lote. Empiezas a mirar con cariño fotos que antes odiabas y esas partes (no solo las físicas) de ti que no te gustaban, y quieres a la que fuiste.”
Resume bastante bien lo que vamos descubriendo mientras cumplimos años y nos acercamos a la menopausia y a lo que sería -ojalá- la mitad de nuestra vida.
La primera sorpresa es que el relato de vieja solitaria, con gatos y vino que pretende hacerse la joven, es decir, continuar disfrutando de la vida y de su cuerpo como si el tiempo no le hubiera pasado por encima, te va a gustar más de lo que te imaginabas y, mejor todavía, más de lo que les gustaría a quienes ridiculizan las canas y los labios vaginales que no parezcan de muñeca.
Las demás sorpresas te van a resbalar como la brisa en la cara, como las cosas de las manos, como las certezas cuando te encuentras sola en una habitación de tu casa pensando a qué has ido allí. Ponte las gafas de presbicia y acompáñame en este recuento de lo que pasa cuando subes “al quinto piso” (no he podido resistirme a esta metáfora de mierda, tan de señoro)
Nadie se va a creer la edad que tienes
Y no es por las cremas que uses, por las tazas de té verde que te tomes o por el flow que sigas peleando por tener. Es verdad que hay una edad en la vida a partir de la cual se notan mucho los cuidados, y -sobre todo- las condiciones materiales (que no es lo mismo teletrabajar delante de un ordenador que coger el metro a las 5:40h para ir a limpiar las oficinas de los jefes -ni para la piel, ni para la vida- ya lo sabemos, pero por si acaso) pero la cuestión es que no existe una referencia realista de cómo somos las mujeres de 50 años en 2024. Por eso la gente no sabe cómo somos. Y se extraña cuando conoce a una.
La señora de 50 en el imaginario colectivo es mucho mayor que mis amigas y yo en todos los sentidos. Y eso se comprueba fácilmente al ver películas en las que salen señoras “de mediana edad”. La cifra para el crepúsculo en la cultura general occidental la estableció Norma Desmond, marchitándose en los atardeceres de Sunset Boulevard (la calle y la película) y desde entonces, no se ha movido. Es quizás el más extraño caso de arquetipo de la feminidad que ha permanecido inamovible en la cultura popular, a pesar de los cambios sociales. La edad de las madres se ha revisado, la edad de la muerte se ha aplazado, pero la edad para hacerte vieja, y empezar a odiar tu reflejo en cualquier cristal, y a ponerte cinta aislante o botox o lo que inventen para estirar lo que se ha derrumbado en tu cara y en tu cuerpo es -sin discusión- los 50.
Pero Gloria Swanson tenía la misma edad que la mujer a la que representaba en 1950, y las mujeres que hacen de señoras de 50 en el cine actual son las únicas mayores que su papel. The Substance ha vuelto a traer el debate sobre los límites de regatear la juventud, de nuevo poniendo el puesto de control de la decrepitud en los 50, pero con una Demi Moore de 61 años. Estupenda, pero con una década más que la mujer a la que representa. Y una década, a partir de la cuarta, es mucho tiempo en tu cuerpo. Lo mismo pasa en los anuncios de gafas, en los de champú para las canas y en los de los artefactos para las pérdidas de orina (para nosotras, aunque sean ellos los que más se mean), que esas señoras estupendas tienen la edad de tu madre, que todo bien, eh?, pero que se supone que son de las tuyas.
Por eso les parecemos más jóvenes de lo que somos, porque nos imaginan mucho más viejas.
No tenemos referentes
No eres boomer, pero tampoco eres millennial. Naciste en una dictadura franquista pero ya estaba un poco pallá. Ya eras mayor con las Spice y llegaste tarde a Blondie. La muerte de Kurt Cobain te pilló aprendiendo a ser joven y no te dejaron ir al concierto de Nirvana en la gira de Bleach, porque eras pequeña para ir a conciertos sola. Te ha tocado vivir una sociedad que ha cambiado tanto, que a veces se te olvida que tú has contribuido a ese cambio. Somos esas niñas a las que nuestras madres, que trabajaban en casa y dependían económicamente de un hombre, repetían que estudiaras, trabajaras y no dependieras de un hombre, para que tu futuro no fuera como su presente. Te enseñaron a bordar y ahora vendes tu ropa en Vinted. Eres vieja para ser joven y joven para ser vieja. Es un lío.
Ser cincuentona es una experiencia por resignificar, y estamos en la generación que tendrá que decidir por dónde hacerlo. ¿Nos ponemos a hacer punto o nos tatuamos? ¿Nos desconectamos de nuestro cuerpo o nos ponemos a follar como si supiéramos todo lo que sabemos? ¿Nos retiramos o nos tiramos al barro? ¿Somos señoras o jugamos a seguir siendo chicas? Qué difícil es cuando no tienes a quién copiar.
El nuestro es el tiempo de Despentes, de Sofía Coppola, de Anari, de Edurne Portela, de Itziar Ituño y ojalá fuera el de Roberta Marrero. Ojalá hacernos, con todas y un poco de nosotras, un modelo.
“Señora” es el nuevo punk
Como cantaba Eskorbuto “pasan las horas, también tus minutos, este puede ser tu último segundo” y eso las señoras lo sabemos. Está muy discutido el umbral de la aplicación correcta de la denominación “señora” (a La Pringada se lo llamaron el otro día por la calle, y no llega a los 30) y por eso, como todas las etiquetas bien puestas, tiene que ser una identidad asumida conscientemente por la señora en cuestión. Eres Una Señora, si quieres, cuando quieres. Y llegado ese punto, eres el sujeto político de que te la sude todo.
Sabes, como Eskorbuto, que no hay premio, que “crecemos y envejecemos en absoluta sumisión” y que no tiene sentido obedecer los mandatos de la feminidad, porque te van a acabar echando al contenedor de los envases. Así que, si lo descubres a tiempo, empiezas a destruir todo lo que te hicieron construir. Empiezas no desmaquillándote una noche y acabas probando el popper entre semana, a tu edad.
Ya no te da miedo envejecer, solo morirte, ya no piensas en quedarte embarazada (te sacarían en National Geographic), ya no te asusta el futuro, solo que no llegue, ya no te da miedo quedarte sola, lo deseas. Te posee un nihilismo autoconsciente y hedonista, que te hace de escudo contra los superpoderes de la validación masculina, el qué dirán y las revistas de moda que llaman body positive a sacar en portada a señoras de tu edad que siguen flacas gracias a la cocaína y con la piel tersa gracias al botox.
La firma andaluza de ropa crítica y ecoética “Miss Comadres” ha sacado una línea denominada “Señoras Punk” con el lema “el punk no ha muerto, ahora es una señora” estampado en prendas rosas y todas queremos una. Porque es la verdad. Y porque Las Vulpess ya tienen 60 años y las seguimos amando. Y nos gusta ser unas zorras.
Te vas a divorciar
Asúmelo. Igual firmas papeles, o igual lo has hecho ya, o igual no lo haces, pero vas a hacer un pacto contigo misma en el que ser la media naranja de alguien ya no entra en tus planes. Igual sigues compartiendo casa o crianza o hipoteca o plaza de garaje, pero ya no estás para hacer de madre de nadie que naciera en los 70, ni para ser la responsable de logística del campamento Krusty, que es tu casa cuando no estás. Renegocia las condiciones, porque seguramente no recibes ni lo que mereces, ni lo que das.
Vas a entender mejor tu cuerpo y tus deseos, y lo que te apetece y lo que te apetece probar y lo que no quieres, y no quieres seguir creyendo que el mejor placer es darlo. Pruebas, dudas, pecas, te asustas de tu propia curiosidad. No te mueras habiendo probado solo con uno.
Y por qué no ellos?
Ellos con 50 no son señoras, son señoros. Nada que ver.
La ruta 66 en moto, dos de 25, hacer 20 dominadas o un coche de 100k. Lo suyo para llevar esto del crecimiento son los números. El mundo sigue contando que los hombres no envejecen, se vuelven interesantes, pero la verdad que son los mismos que con 40 pero más pesados, maniáticos y aburridos. Ser el centro de la civilización, el Hombre Champiñón, que dice Amaia Pérez Orozko, ese ser que aparece una mañana en la oficina, ya adulto, ya cubiertos los cuidados, ya con el traje planchado, ya con todo el trabajo que hay que hacer para que su culo haya llegado hasta allí hecho, no es que alimente la capacidad para enfrentar retos. A los 50, a ellos, solo les queda una posibilidad extractiva en la que buscar la fuente de la juventud en las jóvenes, mientras les dicen que la música de antes sí que era música, que los columpios de antes sí que eran peligrosos, y que en los 80 vivíamos mejor, mientras ellas miran de reojo el móvil y les hacen memes.
Esto de cumplir 50 es la “prueba validita”, queridas, el intento de vivir como si nos quedara mucho tiempo, pero usando todo lo que hemos aprendido callando, escuchando, y aguantando a mediocres que no son mejores que nosotras, aunque lo crean. ¿Te meas un poco cuando ríes o estornudas? Sí ¿Haces ruidos extraños para levantarte de la cama o el sofá? Sí ¿Te pegas algunas mañanas el mismo susto cuando te despiertas y te miras en el espejo que Demi Moore la última vez que se despierta en The Substance? Pues sí. Pero tenemos por delante la posibilidad de inventar cómo somos las mujeres de nuestra edad. Vamos a hacerlo mejor que quienes nos quieren imitando mal a las más jóvenes y renegando de lo que aprendimos de las más viejas.
Vamos a ser unas señoras.