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La moda española hace historia a través de la alpargata más antigua de Europa

La réplica del calzado milenario de hace 6.200 años ha llegado este verano a las vitrinas de Toni Pons repartidas por toda la península ibérica

En la prehistórica Cueva de los Murciélagos de Albuñol, en Granada, un enorme ajuar funerario estuvo escondido durante siglos entre bloques rocosos y agua que discurre en pequeños lagos formados por la erosión. En este yacimiento, conocido por la excepcional conservación de restos de puntas de flecha y punzones de hueso, se descubrieron los vestigios del calzado más antiguo de Europa, unas alpargatas fabricadas con esparto —una planta fibrosa que es endémica del sur— con una antigüedad de 6.200 años.

El sitio que se conoce desde el siglo XIX es una prueba de la creatividad de los primeros agricultores y ganaderos del Mediterráneo. “Era una sociedad lo suficientemente compleja como para tener un calzado desarrollado. Estaban adaptadas al entorno”, explica a S Moda Francisco Martínez, arqueólogo de la Universidad de Alcalá (UAH) y responsable del Proyecto MUTERMUR. El hallazgo de 2023 captó la atención de la compañía Toni Pons, cuyo producto estrella es, justamente, este calzado de lona con suela de yute. Así nació la colaboración que dio origen a las réplicas de la alpargata milenaria, una iniciativa que entrelaza la arqueología y el diseño, y que cuenta con la colaboración de investigadores de la UAH y la Universidad de Autónoma de Barcelona (UAB). También, de artesanos como Anna Homs y Miquel Quer, quienes se encargan de la reproducción de las piezas.

Las alpargatas eran parte esencial de la indumentaria de las personas enterradas en ese lugar. Aquellas tienen marcas de haber sido utilizadas, pues en la base —la parte inferior— los investigadores observaron el desgaste típico que se produce cuando se usan con regularidad al caminar. La mayoría de ellas, explica la catedrática de la UAB Raquel Piqué, tiene un núcleo central. Se trata de “un haz de esparto” que se rodea con una especie de trenza hecha también de esparto para darle la forma a la suela.

En la parte que se ata al pie también se fabrican dos trenzas: una es para sujetar la parte del dedo y otra para afirmar el talón. “Era un calzado bastante abierto”, dice esta arqueóloga. Las réplicas ya están disponibles en las tiendas ubicadas en el casco histórico de ciudades como Granada, Málaga, Sevilla, Barcelona o Donostia. Una forma única de conectar el pasado con el presente a través del diseño y de poner al alcance del público este trabajo de investigación.

“En este caso se empleó una técnica especial para poder reproducir con la mayor exactitud posible la réplica encontrada. Se tuvo que destinar bastante más tiempo porque el esparto es más áspero”, comenta a EL PAÍS Jordi Pons, nieto del fundador de la firma catalana y actual CEO desde 2016.

Un calzado que data del neolítico antiguo

Las piezas estuvieron hasta el siglo XX almacenadas en algún rincón del Museo Nacional de Ciencias Naturales. La arqueóloga Carmen Alfaro, de la Universidad de Valencia, hizo la primera datación. Las alpargatas corresponden al periodo conocido como neolítico antiguo, al que pertenecen los grupos de los primeros agricultores que se conocen en el continente, aunque no los más antiguos. “El esparto, tal y como se utiliza ahora, es muy parecido en sus formas de procesado y en las maneras que se usó en el neolítico”, cuenta Raquel Piqué.

En las sociedades neolíticas el esparto tenía múltiples usos. Los antiguos habitantes solían tejer cestos en espiral cosida o pseudo trenzada. Esta diversidad de técnicas y maneras de procesar el esparto son innovaciones propias de las sociedades agrícolas de aquel periodo. Lo más asombroso es que aquellos vestigios se han conservado. Algo poco común, ya que la materia orgánica rara vez sobrevive en los yacimientos arqueológicos. “Poder documentarlos abre una ventana excepcional al conocimiento tecnológico del pasado”, subraya Piqué.

El proyecto no se detuvo en el laboratorio. El equipo vio en este hallazgo una oportunidad para conectar a la ciencia con la sociedad. “El objetivo fundamental es llevar al público general los hallazgos arqueológicos”, enfatiza Francisco Martínez. La alianza no solo permitió recrear con fidelidad aquellas piezas milenarias, sino también experimentar con su proceso de fabricación y compararlas con otros ejemplos del registro arqueológico.

“Qué mejor que una colaboración con una empresa de este tipo para poder realizar una difusión, teniendo en cuenta que a día de hoy Toni Pons sigue haciendo suelas de alpargata muy similares tecnológicamente”, agrega Martínez.

Prehistoria y moda

El proyecto es un puente entre el pasado y el presente. Apenas una pista de quienes habitaron los mismos lugares que hoy en día, recorren decenas de personas en la actualidad. La alpargata es un calzado que está fuertemente arraigado a la cultura e identidad española. En medio de ese eco ancestral, las alpargatas resurgen no solo como objetos, sino como símbolos vivos de una continuidad cultural. Para Jordi Pons se trata de “llevar un producto con historia” al que se le va dando todos los toques de la moda actual.

La alpargata milenaria, por el momento, no está a la venta. “Las dimensiones de los pies e incluso su fisonomía hace 6.200 años era distinta”, explica Pons. La idea es exhibir la réplica como la prueba del origen del producto, pero no comercializarlo. Las sandalias halladas en la Cueva de los Murciélagos son las más antiguas conocidas en todo el sur de Europa. Aunque hay otros ejemplos de calzado prehistórico —como el modelo de piel de animal encontrado en Armenia, con una antigüedad de 5.500 años, o los restos hallados en Estados Unidos—, ninguna de estas piezas puede que esté tan íntimamente vinculadas al paisaje y a las tradiciones que aún hoy sobreviven.

“Vale la pena poner en valor cómo el pasado y el presente se entrelazan para mantener vivas estas tradiciones, y con ellas, el uso milenario de las materias primas”, reflexiona la arqueóloga Raquel Piqué. Entre trenzas de esparto y pasos que ya no suenan, una alpargata se convierte en relato. Cada hebra tejida en el presente sigue el hilo invisible de un caminar antiguo, que todavía no se ha detenido.

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