Indulgencia, castigo y dinámicas familiares: cómo mantener una relación sana con la comida en Navidad
En una cena promedio estas fiestas se consumen hasta 6.000 calorías, el triple de la ingesta calórica diaria recomendada
Dicen que la Navidad es dulce, pero a más de uno le puede amargar las vacaciones. La comida tiene un rol central en estas fechas, todas las reuniones se hacen ante una mesa, con la familia. En Navidades toleramos los excesos de alcohol, dulces y comidas hipercalóricas con una indulgencia festiva, pero después encaramos el inicio del nuevo año con rigidez espartana, apuntándonos al gimnasio y poniéndonos a dieta. Pero esta dualidad de castigo y recompensa no es la ideal para mantener una relación sana con la comida, alertan los expertos.
Las fiestas, además, se celebran de forma social, y esto hace que se retomen las dinámicas familiares de nuestra infancia. La relación con la comida suele ser heredada, aprendida de nuestros padres. ¿Pero qué sucede cuando sus actitudes sobre la comida no son positivas y cuando una gran reunión familiar implica enfrentarse a comportamientos y comentarios sobre nuestro físico?
Este es uno de los temas que trata el libro How to Eat Well at Every Age, (Cómo comer bien a cualquier edad, sin traducción española por ahora) de la psicóloga Jane Ogden. En general, la comida puede unir a las personas, mejorar el bienestar y crear recuerdos, sugiere la experta. “La comida también puede contribuir al bienestar, ya que ofrece una fuente de placer, estructura y una excusa útil para pasar tiempo con amigos y familiares”, explica. La situación se vuelve más compleja cuando comprendemos que algunas creencias heredadas sobre la comida y la imagen corporal no son constructivas, y que la comida también puede utilizarse para gestionar las emociones, especialmente durante reuniones familiares estresantes.
Los padres tienen un rol central en nuestra relación con la comida. Tener un padre obeso triplica el riesgo de padecer obesidad en la mediana edad, y tener ambos padres obesos puede multiplicar por seis ese riesgo, según un estudio presentado en el último Congreso Europeo de Obesidad. Los factores genéticos no explican del todo esta predisposición, hay un componente ambiental y educacional. Un componente que se exacerba durante estas fechas.
“Nuestra conducta alimentaria se rige por la restricción, la desinhibición y el hambre”, explica Violeta Moizé, dietista-nutricionista del Hospital Clínic de Barcelona. “Y estas tres conductas varían a lo largo de nuestra vida, de nuestro día o incluso de la época del año. Hay muchos estudios que señalan cómo tendemos a engordar en periodos vacacionales”, añade Moizé. Esto sucede por la ruptura con la rutina. Dejamos el tupper, el gimnasio y aumentamos las cenas fuera, las cañas con amigos y el estilo de vida sedentario. Sucede en verano, pero en Navidades este comportamiento, aunque concentrado en menos días, es mucho más marcado.
Un estudio de 2016 publicado en New England Journal of Medicine analizó las fluctuaciones de peso de 2.924 participantes de tres países durante un período de 12 meses. Los participantes monitorearon su peso de forma constante, y el patrón de cambio de peso mostró una tendencia lineal hasta la época navideña. Las mediciones revelaron que los sujetos engordaban entre el 0,4 % y el 0,6% de su peso total. Esto significa algo más de medio kilo para una persona que pese 80. No parece mucho peso, pero el estudio mostró que prácticamente todos los participantes lo mantuvieron después de las fiestas. Se va acumulando. Los efectos son más pronunciados en las personas que de entrada tienen sobrepeso, según demostró un metaanálisis posterior publicado en la revista científica Nutrients.
El triple por Navidad
En la comida de Navidad se pueden llegar a consumir hasta 6.000 calorías, el triple de la ingesta calórica diaria recomendada. Esto se repite en la cena de empresa, la cena con amigos, la de Nochebuena, la de Nochevieja, la de Reyes. Al llegar el final de las fiestas estamos saturados. Y listos para empezar con una espartana dieta. Este es otro de los mecanismos más repetidos estas fechas. Después de los excesos viene la corrección, la compensación. El castigo. En una encuesta reciente de la red hospitalaria Orlando Health, el 39% de los encuestados afirmó estar preocupado por cuánto come durante las fiestas. Y una cuarta parte coincidió en que se saltaría comidas para ahorrar calorías tras el festín. Atracón y ayuno.
Es uno de los propósitos de año nuevo más repetidos. Los gimnasios suelen reportar un aumento de nuevos socios a principios de enero, más del 12% de las inscripciones anuales se dan en esos días. Sin embargo, según distintos estudios, solo alrededor de una quinta parte continúa con sus objetivos de ejercicio más allá de las primeras semanas.
Celebrar con la familia en torno a una mesa, comer y beber un poco de más estos días no es nada dramático. Tampoco parece criticable empezar el año con nuevos propósitos y ganas de mejorar. Pero quizá lo interesante sea reflexionar sobre cómo estos dos actos condensan nuestra complicada relación con la comida: cómo lo que sucede estos días en torno a la mesa, la cultura del exceso y la del esfuerzo, la del premio y la del castigo, definen algo que va más allá de las fiestas. “Deberíamos preguntarnos por qué nuestra forma de celebrar gira en torno a comer, beber y comprar”, reflexiona Moizé. “Pero en cualquier caso, el problema no es la Navidad, son todos los días que vienen después”.