25 minutos de ejercicio moderado semanales pueden ayudar a prevenir el deterioro cognitivo
Realizar cuatro minutos al día de actividad física es una estrategia válida para fortalecer el cerebro y evitar su pérdida de volumen
Hacer ejercicio moderado durante 25 minutos a la semana (es decir, el equivalente a menos de cuatro minutos por día) podría ser una estrategia válida para fortalecer el cerebro y ayudar a prevenir el deterioro cognitivo. Esa es la conclusión de un reciente estudio publicado en la revista científica Journal of Alzheimer’s Disease, en el que se realizó una resonancia magnética cerebral a más de 10.000 hombres y mujeres sanos de entre 18 y 97 años. Los investigadores hallaron que, independientemente...
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Hacer ejercicio moderado durante 25 minutos a la semana (es decir, el equivalente a menos de cuatro minutos por día) podría ser una estrategia válida para fortalecer el cerebro y ayudar a prevenir el deterioro cognitivo. Esa es la conclusión de un reciente estudio publicado en la revista científica Journal of Alzheimer’s Disease, en el que se realizó una resonancia magnética cerebral a más de 10.000 hombres y mujeres sanos de entre 18 y 97 años. Los investigadores hallaron que, independientemente de la edad, aquellos participantes que hacían ejercicio moderado durante al menos 25 minutos a la semana tenían cerebros con un mayor volumen en áreas relacionadas con el pensamiento y la memoria que tienden a perder volumen conforme envejecemos.
“El proceso de pérdida de volumen cerebral relacionado con la edad parece relativamente exclusivo de los humanos. Se estima que comienza con una pérdida de volumen del 0,2 % por año en la década de los 30 y aumenta al 0,5% por año a los 60 años, incrementándose hasta un 4% anual en el alzhéimer. Con la pérdida de volumen cerebral relacionada con la edad se produce una pérdida de eficiencia cognitiva. Teniendo en cuenta que no disponemos de fármacos para prevenir este deterioro, los resultados de este estudio son importantes”, explica Cyrus A. Raji, profesor de la Escuela de Medicina de la Washington University (San Luis, Estados Unidos). El autor principal del estudio considera que los datos son “sorprendentes” por el bajo umbral de actividad física necesario para conseguir un impacto beneficioso sobre la salud del cerebro: “las recomendaciones actuales de salud pública sugerían 150 minutos por semana de actividad física moderada; sin embargo nuestro estudio es alentador porque los umbrales más bajos de actividad física, que son más fáciles de alcanzar para más personas, aún pueden conllevar beneficios potenciales para la salud del cerebro”.
Los umbrales más bajos de actividad física, que son más fáciles de alcanzar para más personas, aún pueden conllevar beneficios potenciales para la salud del cerebroCyrus A. Raji, profesor de la Escuela de Medicina de la Washington University
Para Jesús Porta Etessam, presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), los datos del estudio “refuerzan todos los hallazgos previos y todas las hipótesis con respecto a que el ejercicio físico moderado y sostenido puede ser un factor que previene del deterioro cognitivo”. El neurólogo del Hospital Clínico San Carlos considera que el aumento del volumen cerebral asociado al ejercicio físico podría deberse a un mayor número de sinaptogénesis: “Una cosa importante del estudio es que no se ve que los participantes que hacen ejercicio se mantengan igual, mientras que al resto el cerebro se les va atrofiando, sino que en los primeros aumenta el volumen cerebral”, añade.
Juan Domingo Gispert, responsable del grupo de Neuroimagen del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC) de la Fundación Pasqual Maragall, por su parte, señala que los datos de la investigación “son plausibles”, pero considera que este tipo de estudios de asociación están sujetos a múltiples interpretaciones: “Puedes pensar que es el ejercicio el causante de un mayor volumen cerebral, pero también se podría pensar al revés. Es decir, que las personas que tienen un cerebro mejor preservado tienen más facilidades para hacer ejercicio físico porque tienen mejor salud, con lo cual la dirección de la causalidad sería la inversa. Las conclusiones más robustas se obtienen a partir de ensayos clínicos, de los cuales hay publicados una docena, aproximadamente”. Uno de ellos lo realizaron en 2021 investigadores del Institut de Neurociències de la Universitat de Barcelona en una investigación publicada en Frontiers in Aging Neuroscience. En este caso, la conclusión fue la misma: “Nuestros resultados muestran que el ejercicio es un enfoque prometedor para influir en la inflamación y el volumen cerebral”.
Ejercicio físico y alzhéimer
Según datos de la Fundación Pasqual Maragall, se estima que la demencia afecta a una de cada diez personas de más de 65 años y a un tercio de las mayores de 85. En total, alrededor de 900.000 personas padecen demencia en España, siendo la causa más común el alzhéimer, que puede representar entre seis y siete de cada diez casos.
“A la espera de que lleguen lecanemab y donanemab, los primeros fármacos que han demostrado cierta eficacia a la hora de modificar la evolución del alzhéimer, no existe ningún medicamento que prevenga el deterioro cognitivo leve en los pacientes, pero sí tenemos medidas que pueden retrasar ese deterioro cognitivo asociado a una enfermedad neurodegenerativa y una de ellas, junto a la dieta mediterránea, la vida social activa, o el cuidado de la salud mental, es el ejercicio físico moderado y continuo a lo largo del tiempo. Así que, si nos dicen que 25 minutos a la semana pueden aumentar el volumen cerebral y, por lo tanto, disminuir en teoría el riesgo futuro de deterioro cognitivo, no cuesta nada subir los cuatro pisos hasta la oficina o andar en vez de coger un taxi.”, afirma Porta Etessam.
¿Podría ser entonces el ejercicio físico una especie de medicina preventiva contra el alzhéimer? “El hecho de que, según nuestra investigación, las regiones mejoradas incluyan aquellas importantes para el desarrollo de la enfermedad permite sugerir que la actividad física puede ser una forma importante de mantener la salud del cerebro y reducir el riesgo de pérdida de memoria en el futuro”, responde Cyrus A. Raji. Una opinión que no comparte del todo Juan Domingo Gispert, que no tiene dudas del impacto del ejercicio a nivel cardiovascular, pero sí en un nivel más molecular y específico del alzhéimer.
“El ejercicio físico está reconocido como un factor protector de las demencias, pero lo que no está muy claro es cual es el mecanismo. Seguramente este pase más por la mejora de la salud cardiovascular. La demencia más prevalente es el alzhéimer y los factores de riesgo que permiten prevenir hasta un tercio de los casos son, en su mayoría, de origen cardiovascular (hipertensión, hipercolesterolemia, sedentarismo, etc.)”, sostiene el portavoz del Barcelonaβeta Brain Research Center. Un estudio reciente publicado en The Lancet Healthy Longevity por investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y encabezado por el propio Gispert, de hecho, acaba de demostrar que la aterosclerosis (la acumulación de depósitos de grasa en las arterias), además de ser la principal causa de enfermedad cardiovascular, también está implicada en las alteraciones cerebrales típicas de los pacientes con alzhéimer, lo que podría suponer que las personas asintomáticas con aterosclerosis serían más vulnerables a los efectos de esta enfermedad.
Recuerda Juan Domingo Gispert que el alzhéimer se caracteriza por la acumulación en el cerebro de la proteína tau y el péptido beta amiloide 42. En 2023, un grupo de investigadores españoles publicó una revisión sistemática de estudios que han profundizado en la relación entre ejercicio físico y la proteína beta amiloide. ¿El resultado? El rendimiento físico no se asoció con la acumulación de beta amiloide en el cerebro o en la sangre. “No hay datos concluyentes, sería plausible pensar que el ejercicio físico puede servir en una etapa muy inicial de la enfermedad, ayudando a evitar que el amiloide se acumule en el cerebro (esto pasa hasta 20 años antes de que aparezcan los síntomas). Ahí, cuando se empieza a acumular la proteína, es seguramente cuando el ejercicio físico puede tener un impacto más grande sobre esa acumulación”, concluye Gispert.
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