Leonardo Padura construye la gran novela del exilio cubano
El escritor cubano regresa a una de sus obsesiones literarias en 'Como polvo en el viento', donde recorre la historia reciente de la isla desde el Periodo Especial a la visita de Obama
El drama del exilio es desde hace tiempo una de las grandes obsesiones que rejonean a Leonardo Padura y un tema recurrente en su literatura. Hace casi veinte años escribió La novela de mi vida, uno de sus libros cumbre, en el que recrea la vida del gran poeta romántico José María Heredia, exiliado en Estados Unidos en 1823 tras participar en una conspiración contra el poder colonial español. Para el premio Princesa de Astur...
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El drama del exilio es desde hace tiempo una de las grandes obsesiones que rejonean a Leonardo Padura y un tema recurrente en su literatura. Hace casi veinte años escribió La novela de mi vida, uno de sus libros cumbre, en el que recrea la vida del gran poeta romántico José María Heredia, exiliado en Estados Unidos en 1823 tras participar en una conspiración contra el poder colonial español. Para el premio Princesa de Asturias de las Letras (2015), Heredia es el primer cubano que “siente y expresa la nostalgia por la patria” de un modo elaborado, y su historia muestra la “dilatada presencia del exilio en la realidad y la espiritualidad cubana”. “Desde que Cuba es Cuba —aún sin ser un Estado—, y desde que los cubanos tenemos conciencia de nuestra identidad, el drama del exilio nos ha perseguido”, asegura el escritor.
Obviamente, en los doscientos años transcurridos desde que Heredia publicó su Himno del desterrado hasta hoy, el exilio ha cambiado de carácter y de condición en la isla. Ya en La novela de mi vida, cuya estructura se desenvolvía en varios planos temporales, Padura convirtió en protagonista a un cubano de hoy en día que regresaba al país tras 16 años exilio y se reencontraba con sus viejos amigos. Ese episodio inspiró el guion de Regreso a Ítaca, una descarnada reflexión sobre la sociedad cubana actual y la desilusión de una generación marcada por la diáspora, historia que el francés Laurent Cantet llevó al cine en 2014.
Con estos sólidos antecedentes, uno pudiera pensar que la obsesión de Padura por escribir del desgarramiento causado por la decisión de abandonar la isla habría quedado satisfecha. Error. Después de dos años de trabajo, incluidos varios meses de concienzuda revisión realizada durante la pandemia, Tusquets pone a la venta Como polvo en el viento, última entrega de Padura que puede ser considerada su gran novela del exilio.
“Desde que Cuba es Cuba, el exilio es un drama que nos ha perseguido”, dice el escritor
Es grande no solo por el tamaño de la obra —650 páginas—, sino por su argumento, por su puesta en escena y también por la historia tan tremenda que existe detrás de los personajes de ficción creados por el narrador, algunos inspirados en casos reales que le tocan muy de cerca. Un ejemplo: el padre de Lucía Coll, esposa del escritor, salió de Cuba en 1960 siendo ella una niña de un año y nunca más se volvieron a ver, e igual le ocurre al personaje de Horacio en la novela.
“Como polvo en el viento es una crónica posible del destino de una generación de cubanos que han sufrido los embates de una diáspora, y también de la decisión de una permanencia en lo propio”, explica Padura desde su casa de Mantilla, el mismo barrio habanero donde nació hace 64 años y han vivido su padre y su abuelo, y de donde nunca ha querido marcharse.
La novela abarca los 26 años que van desde el inicio de 1990, cuando comienza en Cuba la gran crisis provocada por la caída del campo socialista, el famoso Periodo Especial, y 2016, el año en que el presidente estadounidense en aquella época, Barack Obama viajó a la isla. Lo que pasa en este intervalo de tiempo con un grupo de amigos autodenominado El Clan es el objeto de Como polvo en el viento, un libro en el que, al decir de Padura, se “recogen las maneras que hemos tenido muchos cubanos de vivir nuestros exilios y nuestros insilios”.
El Clan está compuesto por una docena de jóvenes profesionales: hay médicos, arquitectos, veterinarios, matemáticos. Algunos son hijos de funcionarios y dirigentes, pero también hay gente de origen humilde, artistas excéntricos o gais como Irving y Joel. La amistad que les une, cimentada en una Cuba revolucionaria en cuyos sueños y experimentos participaron desde que eran adolescentes, va transformándose a lo largo del tiempo y sufre un golpe devastador con la llegada del Periodo Especial. Por diversas causas y en diversos momentos, la mayoría de los miembros de El Clan se van marchando de Cuba, pero el exilio no rompe su amistad ni impide que sigan en contacto y ayuden a los que deciden quedarse.
Padura lleva a vivir a sus personajes a Estados Unidos, desde Hialeah, en Miami, hasta Tacoma, en el estado de Washington. Otros se instalan en Madrid, Barcelona, Buenos Aires y Toulouse, y desde allí reflexionan sobre qué ha sido su vida, y también sobre el desarraigo y la importancia de la amistad para salvarse. Como en todas las novelas de Padura, policiacas o no, hay un misterio que resolver. En este caso, el extraño suicidio de uno de los miembros de El Clan y la desaparición, días después, de la carismática Elisa, personaje clave del grupo de amigos. Descifrar estos enigmas se convierte en una simple excusa dramatúrgica para que cabalguen los protagonistas. “Se recorren distintos escenarios con estos personajes y con sus hijos, que son los hijos de mi generación, pues la novela intenta ser abarcadora sobre el fenómeno del exilio”, cuenta Padura, explicando que lo que comienza en 1959 tiene “características distintas en cada momento”.
Un goteo que no cesa
“En 1959 salen de Cuba los personajes cercanos a la dictadura de Fulgencio Batista, muchos de ellos relacionados con crímenes políticos. Luego viene, desde ese mismo año y en los siguientes, el exilio de la burguesía alta, luego la media, y hay oleadas grandes en los años sesenta, una gran crisis en 1980 (el éxodo del Mariel), otra fuga masiva en 1994 (los balseros) y siempre, hasta hoy, un goteo indetenible, que en estos momentos es fundamentalmente de gente joven y muchos de ellos con preparación profesional”.
Aunque en el libro hay personajes como Horacio, que se va en balsa, ese goteo es el que más interesa a Padura pues así ha visto irse a muchos familiares y amigos en sesenta años. Dice que su primera noción del exilio la tuvo cuando era niño. “Puede que yo tuviera 10 u 11 años cuando mi tío Manolo se fue de Cuba con su esposa y sus dos hijos. Él fue un personaje muy importante en mi vida, era quien me llevaba a ver partidos de beisbol y el que me trasmitió, junto a mi padre, la afición por la pelota. En el momento de irse, toda la familia supo que nunca volvería a verlo, porque irse en aquellos tiempos era algo tan irreversible como la muerte. Esas despedidas funcionaban como un funeral, eran terribles, y creo que en Cuba todos cargamos con alguna historia así de desgarradora”.
Por suerte, las cosas han cambiado, constata Padura: “En la actualidad hay muchos que emigran en busca de otras posibilidades de vida, y aunque sufren desgarramiento les queda abierta la posibilidad del regreso, y ese es un factor de tremenda importancia emocional y, por supuesto, legal”.
A diferencia de sus otras novelas, Como polvo en el viento tiene una estructura fragmentada, que va y vuelve, que avanza y regresa y sigue la lógica de las evocaciones y los recuerdos de los personajes, sin respetar cronologías, componiendo un collage que es tridimensional. “Se mueve en el espacio, en el tiempo, y en las historias que cuenta, para armar un solo espacio, tiempo e historia”, cuenta.
“Por diversas razones, muchas personas han –hemos– decidido permanecer en Cuba, encerrados en su caracol. Y hay que respetar tanto las razones que alguien haya tenido para exiliarse, como las que tengan otros para quedarse”, explica Padura
En el libro no hay un protagonista principal, es una novela de personajes y “ellos se van pasando la antorcha y creando el camino por el que se mueve la trama”. Para su creador, los más atractivos y los que más le costó construir son los personajes femeninos, sobre todo Clara, Elisa y su hija Adela. Clara es el alma del grupo y decide quedarse en Cuba. En la novela, está descrita como la persona que “comprendía a todos: a los que negaban, a los que asentían, a los que dudaban. A los que no miraban atrás tanto como a los que volteaban la cabeza y les dolía lo que veían y lo decían. O se callaban”.
Clara representa a los cubanos de la generación de Padura que, como él, decidieron permanecer en la isla. “Una permanencia que implica una pertenencia”, y de eso trata también la novela, como de la importancia de la amistad y de las relaciones humanas y de los contrapuntos entre fidelidad e infidelidad, entre sinceridad y traición.
En su casa de Mantilla, donde ha pasado recluido los últimos cuatro meses corrigiendo Como polvo en el viento, el autor de El hombre que amaba a los perros menciona unos versos del trovador Pedro Luis Ferrer que tienen mucho que ver con el insilio en que vive Clara. “Si no me voy de Cuba, / no entiendas que me quedo. / Transito en una gruta / de esperanzas y miedos (…) Si no me voy de Cuba, / no dudes que partí / nadie tiene la culpa / de la ausencia y el fin”.
“Por diversas razones, muchas personas han –hemos– decidido permanecer en Cuba, encerrados en su caracol, como el personaje de Clara. Y hay que respetar tanto las razones que alguien haya tenido para exiliarse, como las que tengan otros para quedarse”. En su caso, dice, hay periodistas y personas que no respetan sus razones y le preguntan por qué sigue en Cuba, “cuando la pregunta debiera ser por qué alguien se va de su país. Más si ese alguien es un escritor, específicamente un novelista que se alimenta de su realidad para crear su obra”.
Trump, el mayor obstáculo de la normalización entre Miami y La Habana
'Como polvo en el viento' recoge la histórica visita que hizo a Cuba el presidente estadounidense Barack Obama en marzo de 2016. Antes de abandonar la Casa Blanca, Obama restableció las relaciones diplomáticas con La Habana y acabó con la política de pies secos contra pies mojados, que daba a los cubanos la posibilidad de emigrar de forma preferencial a EE UU y estimulaba la emigración ilegal con fines propagandísticos. Junto al fin de esta anomalía, con Obama los contactos de todo tipo se multiplicaron, se favorecieron los viajes en ambas direcciones y se creó una intensa dinámica de movimientos entre Miami y Cuba. “Ese estado de cercanía nos hizo pensar a muchos que la necesaria conciliación entre todos los cubanos, pese a las ofensas acumuladas de uno y otro lado, era posible”, recuerda Padura. “Pero pronto comprendimos que no, que a los que gritaban más alto y se aferraban a los diferendos, los fundamentalistas de siempre, la llegada de Trump les ayudó”. Hoy, considera el creador de la saga policiaca del detective Mario Conde, “las relaciones entre los dos países, y por ende entre la comunidad de exiliados y la de residentes en la isla, está en el punto más bajo y tenso de las últimas décadas”.