Salud

Innovación para plantar cara al párkinson (o al menos a sus efectos)

Pese a tratarse de una enfermedad neurodegenerativa, diferentes proyectos tecnológicos buscan controlar los síntomas y cambiar el día a día de una patología que afecta a unos 150.000 españoles

A nadie le sorprenderá leer que el párkinson no tiene cura –al menos por el momento–. Nos gustaría escribir lo contrario, pero las enfermedades neurodegenerativas van consumiéndonos hasta llevarnos a un punto de no retorno. Entre ambos extremos emergen una serie de grises que, con el tiempo, pueden revertir el desarrollo de esta patología. La tecnología ha dado alas a muchos tratamientos que plantan cara a la gran mayoría de síntomas y cambian el día a día de unos 150.000 españoles que la padecen, según...

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A nadie le sorprenderá leer que el párkinson no tiene cura –al menos por el momento–. Nos gustaría escribir lo contrario, pero las enfermedades neurodegenerativas van consumiéndonos hasta llevarnos a un punto de no retorno. Entre ambos extremos emergen una serie de grises que, con el tiempo, pueden revertir el desarrollo de esta patología. La tecnología ha dado alas a muchos tratamientos que plantan cara a la gran mayoría de síntomas y cambian el día a día de unos 150.000 españoles que la padecen, según datos de la Sociedad Española de Neurología. 

Dentro de las soluciones más prácticas, tal y como explica el neurólogo Álvaro Sánchez, aparecen diferentes objetos inteligentes que ayudan a paliar los efectos del párkinson. Temblores y problemas motores son dos de los más habituales entre los enfermos. Para reducirlos al máximo, desde una cuchara que contrarresta los espasmos durante la comida –puesta en marcha por Google– hasta el prototipo de un guante con fines similares, conocido como Gyrogear, forman parte de esta asistencia a la movilidad contra la enfermedad. “Hay dispositivos inteligentes para problemas de la marcha, existe un cinturón que detecta caídas y tiene un airbag incorporado para evitar fracturas y también se ha desarrollado hasta un bastón inteligente”, añade Sánchez.

El nombre de grandes tecnológicas aparece en el estudio del párkinson. Los datos ayudan a abrir nuevos frentes de investigación. “Con un big data preciso de cada persona, podemos individualizar el manejo de la enfermedad. Esto es lo que llamamos medicina de precisión”, aclara Sánchez. La Universidad de Rochester y Sage Bionetworks, por ejemplo, han plantado cara al párkinson con la iniciativa mPower. Mediante una app, la compañía obtiene datos masivos de todos los enfermos y los estudia para detectar patrones que ayuden a crear nuevos tratamientos. Pfizer e IBM andan inmersos en algo parecido; pero con el matiz de que los datos los recaban mediante sensores y, sobre todo, con el fin de mejorar los medicamentos.

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El internet de las cosas y los sensores son dos de las soluciones más extendidas. El conocimiento exhaustivo de la enfermedad es una de las claves para atenuar, en la medida de lo posible, toda la neurodegeneración que implica. El sistema Park-It de Sense4Care, cuyo proyecto nació de la Universidad Politécnica de Cataluña, tiene un objetivo sencillo: detectar cuándo los pacientes están más parados y más activos –uno de los síntomas es la rigidez muscular–. Con una tecnología ponible tan elemental como un cinturón, al que añaden un acelerómetro, miden los patrones motores de cada persona. “Estos datos, en combinación con las bases de datos digitales interoperables ubicadas en hogares de pacientes, hospitales, consultorios médicos e instituciones de investigación, permitirán la atención personalizada a un nivel completamente nuevo”, zanja Clint Hansen, neurólogo alemán.

Un sensor de uñas para cambiar el párkinson

Lejos de comercializarse, desde IBM Research han abierto un campo nuevo de estudio con un sensor de uñas, elaborado conjuntamente con la Fundación Michael J. Fox. Como asegura Ajay Royyuru, vicepresidente del área de salud y ciencias de la vida de IBM, este prototipo recopila determinados marcadores sobre la fuerza de agarre que, junto con la inteligencia artificial adecuada, aprende a reconocer cuál es el nivel de la señal que recibe. “Un médico podría usar el sensor para detectar anomalías en los datos que podrían indicar que la medicación de un paciente se está agotando o que los temblores aumentan y la fuerza de agarre se debilita durante ciertos períodos del día”, sostiene. De llegar a buen puerto, mediante el análisis de las uñas podría conocerse el progreso del párkinson o cuál es el bienestar de los enfermos en determinados momentos del día.

La idea del sensor de uñas simplemente es uno de los múltiples proyectos que manejan desde IBM. Sin entrar en detalles precisos, Royyuru comenta que lo único que busca es aprovechar tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial, el cloud, el big data y el aprendizaje automático, para estudiar de otra manera enfermedades como el párkinson. “Lo que queremos es descubrir nuevos métodos de administración y tratamiento que podrían ayudar a los médicos a aliviar los síntomas de los pacientes y diseñar planes de tratamiento personalizados”, matiza Royyuru. Y esto cada vez ganará más y más importancia si se cumplen las previsiones que ha publicado la Federación Española de Párkinson, que estima en 12 millones de enfermos en todo el mundo para 2040.

Medicina e innovación se han unido para enfrentarse lo máximo posible al párkinson. Sin temblarles el pulso, la neurodegeneración no lo pone fácil, los avances cada vez son más relevantes para mejorar la calidad de vida de los enfermos. “Estamos realizando una serie de investigaciones y proyectos que esperamos arrojen luz sobre las causas y la progresión de numerosas enfermedades complejas, como es el caso de aquellas neurodegenerativas”, concluye Royyuru. Sin levantar falsas esperanzas, todavía solo podemos escribir que ya existen nuevas herramientas para retrasar lo inevitable.

Boceto del Gyroglove

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