Oryzon Genomics: la derrota del alzhéimer pasa por los genes

De la universidad al índice Nasdaq y del laboratorio a casi tener entre manos un fármaco efectivo contra el alzhéimer.

Getty Images

El desafío es enorme: 30 millones de enfermos hoy; 90, si la plaga del alzhéimer continúa con la expansión prevista hasta 2050. El valor económico de encontrar un fármaco que la atenúe está estimado en una cantidad desorbitada: más de 9.000 millones de euros. La empresa que se está enfrentando a ese desafío no es un gigante. Es Oryzon Genomics, una startup diminuta de dos personas que se ha transformado, después de veinte duros años, en referencia internacional de la biotecnología. Es la primera empresa del mundo que se encuentra ya a punto de iniciar un ensayo fase II A —es decir, con pacient...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El desafío es enorme: 30 millones de enfermos hoy; 90, si la plaga del alzhéimer continúa con la expansión prevista hasta 2050. El valor económico de encontrar un fármaco que la atenúe está estimado en una cantidad desorbitada: más de 9.000 millones de euros. La empresa que se está enfrentando a ese desafío no es un gigante. Es Oryzon Genomics, una startup diminuta de dos personas que se ha transformado, después de veinte duros años, en referencia internacional de la biotecnología. Es la primera empresa del mundo que se encuentra ya a punto de iniciar un ensayo fase II A —es decir, con pacientes humanos— para tratar de curar el alzhéimer con un revolucionario fármaco epigenético.

Carlos Abuesa Arjol y Tamara MaesDenisse García

Oryzon cotiza en la Bolsa de Madrid con una capitalización cercana a los 80 millones de euros y tiene prevista su salida al Nasdaq, el índice bursátil en el que se mueven las principales empresas del sector tecnológico. Su éxito espectacular exige adentrarse en los misterios de la doble hélice, esa cadena espiralada de ADN que es diccionario de toda vida. La epigenética es el campo en el que ha plantado su bandera Oryzon: se encarga de estudiar los factores que modifican la función de los genes sin alterar la secuencia de aminoácidos. Uno de estos factores es la Demetilasa-1 (LSD1), una enzima que juega un papel clave en la modificación de un tipo de proteínas del ADN del núcleo celular, las histonas. La LSD1 regula a muchos genes clave en el inicio y progresión de enfermedades víricas, el cáncer o las dolencias neurodegenerativas.

  • Ensayos en humanos

Oryzon hackea, por así decirlo, esta regulación de los genes con sus fármacos para combatir la propagación y síntomas de la enfermedad. Dos de sus medicamentos, el ORY-1001 para tratar la leucemia y el cáncer de células pulmonares pequeñas, y el ORY-2001, que tiene una amplia aplicación para el alzhéimer, el párkinson, la esclerosis múltiple o la enfermedad de Huntington, han logrado llegar a los ensayos de Fase IIA, que se van a probar en humanos.

“Si tenemos la capacidad de modular el control de expresión génica quizás podemos modular todo el perfil de la enfermedad y corregirla. Todavía es una hipótesis muy atrevida, pero en todo el camino que estamos haciendo en animales hemos comprobado que, efectivamente, modulando los patrones de la expresión genética modulamos los síntomas de la enfermedad”, explica Tamara Maes, directora científica (CSO) y cofundadora de Oryzon Genomics.

Hemos visto que restauramos la actividad cognitiva en animales con enfermedades neurodegenerativas

Maes es prudente en valorar el impacto humano que podrían tener los fármacos que diseña, caso de que logren el éxito. “Tampoco somos vendedores de crecepelo. Es verdad que las dianas epigenéticas están involucradas en diferentes procesos cuya modulación puede tener un efecto en diversas enfermedades. Sí, tienes un abanico relativamente amplio, pero también tienes que buscar exactamente para qué pacientes funcionará mejor tu fármaco”. Maes habla de medicina personalizada, de un paradigma que plantea imponerse a largo plazo en salud porque no todas las personas que padecen aparentemente la misma enfermedad van a reaccionar igual a los fármacos para tratarlas.

Pero esta investigadora no oculta su emoción al describir qué efectos beneficiosos ya ha tenido el ORY-2001 en animales: “Hemos visto que efectivamente restauramos la actividad cognitiva en animales con enfermedades neurodegenerativas. No solo eso, sino que alteraciones de conducta en una enfermedad de gran impacto en la familia, como la agresividad en las fases avanzadas del alzhéimer, también han remitido; y sin efectos sedantes colaterales”.

La historia de Oryzon Genomics comienza cuando Maes y Carlos Buesa Arjol, CEO y presidente del consejo de administración, se conocen, se enamoran y crean Oryzon, más o menos en ese orden.

La empresa echó a andar como una modesta spin-off [empresa que se desgaja de otra previa] de la Universidad de Barcelona, con dos científicos brillantes pero novatos en los negocios. “No éramos grandes popes de la universidad, sino dos investigadores jóvenes con mucho empeño e ideas salvajes. La búsqueda de capital no fue fácil. Logramos un primer acuerdo que nos explotó por culpa de la crisis de las puntocom”, recuerda Maes. Allí podría haber acabado la historia de Oryzon, pero el empeño de Buesa en buscar vías alternativas acabó dando sus frutos. “Eso es porque mi chico es maño”, bromea Maes.

Denisse García

Oryzon comenzó a colaborar con entidades como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) o el Instituto de Neuropatología y Banco de Cerebros del Hospital Universitari de Bellvitge de Barcelona. En 2014 dio su primer gran órdago: la firma con el gigante farmacéutico Roche para desarrollar el ORY-1001, su fármaco para combatir la leucemia. De ahí, a la situación actual, con sus subidas y bajadas de “montaña rusa emocional”, como cuando en julio de 2017 Roche decidió finalizar su acuerdo con la empresa española por “un cambio en las prioridades estratégicas de su cartera de proyectos”. Paralelamente, Buesa cree que es de justicia admitir, y es una reflexión planteada por más de un entrevistado en este reportaje, que parte del éxito del sector biotecnológico en España tiene un origen político: “En la época de Zapatero y con Cristina Garmendia hubo una tendencia importantísima de apuesta. Esto tuvo un efecto fertilizador y dinamizador que se ha notado a largo plazo”.

Ahora, Buesa se permite sonreír al recordar lo aprendido en estas dos décadas: “Tiene su punto bonito e inspirador, una spin-off universitaria muy pequeña que marca todos los pasos. Tenemos acuerdos prácticamente con todas las compañías farmacéuticas españolas y con bastantes europeas. Creo que es una demostración para los españoles en general de que si nos curramos las cosas, se pueden hacer. Hay que tener mucha transpiración para lograr algo de inspiración”

Archivado En